Candace Owens, la figura más polémica de internet: ¿quién es y de dónde salió?
Ya sea al lanzar teorías sin fundamento sobre el asesinato de Charlie Kirk o al exigir que Brigitte Macron demuestre que es una mujer, la podcaster de ultraderecha y teórica de la conspiración mantiene a millones de oyentes cautivos con su peligrosa forma de desinformación. ¿Cómo se permitió que Candace Owens alcanzara tanto poder?, se pregunta Katie Rosseinsky
Para la agitadora de derecha Candace Owens, las teorías conspirativas funcionan como una especie de “yoga mental”: un ejercicio para retorcer la mente “como un pretzel”, según sus propias palabras. Este enfoque no solo resulta seductor para sus millones de seguidores en redes sociales y oyentes de su pódcast, sino también altamente rentable. En menos de una década, Owens —estadounidense, 36 años— ha construido un imperio mediático de dimensiones sorprendentes.
Desde el coronavirus y las vacunas, hasta el alunizaje, el cambio climático, el caso #MeToo contra Harvey Weinstein o incluso la batalla legal entre Blake Lively y Justin Baldoni, Owens ha abordado temas dispares bajo su estilo característico. En su pódcast homónimo, domina la estrategia del “solo hago preguntas”, una pose de inquisidora solitaria que, según ella, se atreve a investigar lo que los medios tradicionales prefieren callar.
Es, al mismo tiempo, una máquina de indignación unipersonal y una suerte de mística medieval versión millennial, que ha sabido monetizar con astucia el deseo humano de descubrir supuestas verdades ocultas. Su mensaje apela a esa sensación de tener acceso exclusivo a un conocimiento secreto que explicaría el funcionamiento real del mundo. Sin embargo, en sus incursiones más recientes en este “yoga mental”, Owens comienza a enredarse en contradicciones cada vez más profundas —al punto de diferenciarse incluso de otros propagadores de desinformación de extrema derecha, por más alejados de los hechos que estos sean.
Durante el verano, el presidente francés Emmanuel Macron y su esposa Brigitte presentaron una demanda por difamación contra Candace Owens, luego de que esta difundiera en repetidas ocasiones una teoría sin fundamentos que aseguraba que la primera dama había nacido hombre. El matrimonio presidencial la acusó de liderar una “campaña de humillación global” y de ejercer un “acoso implacable a escala mundial”. Lejos de retractarse, Owens redobló sus ataques. El mes pasado fue más allá y aseguró que los Macron habrían intentado orquestar su asesinato. Incluso señaló como parte del supuesto complot al Grupo de Intervención de la Gendarmería Nacional, una unidad de élite francesa. En respuesta, la fuerza negó cualquier vinculación y calificó las acusaciones como noticias falsas, según medios locales.
En las últimas semanas, Owens ha profundizado aún más en su espiral conspirativo. Ahora, dirige su atención a la muerte de Charlie Kirk, su antiguo jefe y fundador del grupo conservador Turning Point, asesinado a tiros en septiembre. Entre sus afirmaciones más provocadoras figura la idea de que se trató de un “trabajo interno”, y que empleados del propio Turning Point podrían haber estado involucrados.
El miércoles 3 de diciembre, Blake Neff, productor de larga trayectoria y colaborador cercano de Charlie Kirk, criticó públicamente a Candace Owens por sus ataques persistentes. Según Neff, Owens pasó meses hostigando a los amigos más cercanos de Kirk, quienes —afirmó— “han tenido que soportar acoso por parte de personas incitadas por lo que Candace viene diciendo”. Con estas acciones, Owens parece estar jugando una partida de alto riesgo: no solo se expone a romper vínculos con antiguos aliados dentro de su propio campo ideológico, sino que también enfrenta la presión de un núcleo de seguidores cada vez más radicalizados.

Entonces, ¿cómo llegó Candace Owens a convertirse en una de las figuras más influyentes —y, para muchos, más peligrosas— de internet? Sus primeros años no anticipaban un giro tan marcado hacia la extrema derecha. Tercera de cuatro hermanos, creció en Stamford, Connecticut, y fue criada por sus abuelos tras el divorcio de sus padres. En la escuela, sufrió acoso racista y, en su último año, recibió amenazas de muerte por parte de compañeros blancos, incluido el hijo del entonces alcalde. Su familia demandó al distrito escolar y logró un acuerdo de 37.500 dólares.
Por esa época, comenzó a mostrar un “interés duradero por la actualidad”, según describió luego un perfil de Tatler, con simpatías iniciales por el Partido Demócrata. Tras abandonar la carrera de periodismo en la Universidad de Rhode Island, hizo una pasantía en el área de moda de Vogue EE. UU. “No había jerarquías formales, pero estaba claro que ella mandaba”, recordó una excompañera a Vanity Fair.
Luego ascendió en el área administrativa de una firma de capital privado en Nueva York, antes de cofundar una agencia de marketing. Si se revisan los archivos del blog de esa empresa, se encuentran textos donde Owens criticaba con dureza “las maniobras totalmente desquiciadas del Tea Party republicano”. Sin embargo, su postura política cambiaría de forma radical poco después. En 2016 lanzó una campaña en Kickstarter para crear una plataforma llamada Social Autopsy, pensada como una base de datos rastreable de troles de internet. La iniciativa tenía una ironía evidente: en ese momento, Owens se presentaba como una defensora contra el acoso digital.
Es, en parte, una máquina de indignación de una sola persona y, en parte, una versión millennial de una mística medieval
De forma inevitable, la iniciativa generó críticas: ¿no equivalía, en la práctica, al doxxing, es decir, a difundir datos privados en línea con fines maliciosos? Owens terminó convertida en blanco de ataques y culpó a activistas de izquierda por la presión. “Me volví conservadora de la noche a la mañana”, recordaría más tarde. “Me di cuenta de que los liberales eran en realidad los racistas. Los liberales eran los verdaderos trolls”.
Poco después, comenzó a publicar videos en YouTube. El primero fue un sketch en el que “salía del clóset” ante sus padres como conservadora. Owens se posicionó como una férrea defensora de Donald Trump, que entonces iniciaba su presidencia, y cargó contra la política identitaria, el racismo estructural y el movimiento Black Lives Matter. En particular, rechazó con vehemencia la idea de que los afroestadounidenses deban verse como víctimas, una postura que mantiene hasta hoy.
Conoció a Charlie Kirk en una conferencia conservadora en Florida a fines de 2017. “A los 30 segundos de verla en el escenario, pensé: ‘Dios mío, no he visto un talento así en mis seis años en política’”, contó Kirk luego a The Washington Post. De inmediato la contrató para el área de comunicaciones de Turning Point, y durante los años siguientes recorrieron universidades promoviendo el mensaje conservador.

Durante esos años, Owens lanzó la fundación BLEXIT, una organización que promueve una “salida negra” del Partido Demócrata y alienta a los votantes afroestadounidenses a respaldar al Partido Republicano. Su perfil creció aún más cuando Kanye West expresó su apoyo en Twitter: “Me encanta la forma en que piensa Candace Owens”. Junto a Charlie Kirk, también llevó la misión de Turning Point al extranjero.
En un evento en Londres, en diciembre de 2018, Owens generó controversia al dar a entender que, si Hitler se hubiera limitado a Alemania, sus políticas habrían sido “aceptables”. “Cada vez que decimos ‘nacionalismo’, lo primero en lo que piensa la gente, al menos en Estados Unidos, es en Hitler”, dijo. “Era un nacionalsocialista, pero si solo hubiera querido hacer grande a Alemania, está bien”. Según añadió, el “problema” fue que “quería globalizarse”. Más tarde, alegó que sus dichos fueron sacados de contexto por “periodistas de izquierda” y afirmó que “no existe excusa ni defensa” para “todo lo que [Hitler] hizo”.
Owens dejó Turning Point en 2019, pero su perfil siguió creciendo sin pausa. En 2021 lanzó Candace, un programa en línea para la plataforma conservadora Daily Wire, cofundada por otra figura polémica de la derecha, Ben Shapiro. El espacio incluyó entrevistas cara a cara con figuras como Trump, aunque también le sirvió para opinar sobre cultura pop y temas de estilo de vida, como su postura tajante de que las mujeres no deberían usar leggings fuera del gimnasio, algo que, según ella, refleja “la decadencia de nuestra cultura”.
En 2024, Owens rompió con Daily Wire, supuestamente a raíz de comentarios antisemitas, aunque más tarde sostuvo que se trató de “una campaña de difamación” y de “una narrativa ridícula”. Su mayor habilidad, sin embargo, ha sido convertir la controversia en contenido y, poco después, regresó con un proyecto propio: un pódcast que lleva su nombre. Desde su lanzamiento en junio del año pasado, el crecimiento fue vertiginoso. En octubre de 2025, el programa ocupó el primer lugar en todas las plataformas en descargas y reproducciones por episodio, con un promedio de alrededor de 3,5 millones de descargas por emisión, según datos de la firma de análisis Podscribe.
El universo de los pódcasts de derecha vive un auge que la izquierda no parece poder igualar. Basta con mirar los rankings en Estados Unidos para comprobar el dominio de figuras conservadoras y polémicas como Joe Rogan, Tucker Carlson y Theo Von. Según un informe de Media Matters de 2024, los programas en línea de orientación derechista reúnen casi cinco veces más seguidores y suscriptores que sus equivalentes de izquierda. La controversia y las teorías conspirativas le rinden frutos: cuanto más provocador es el contenido, más regresan sus oyentes. No por nada “ragebait” (contenido que busca deliberadamente enfurecer al público para aumentar la atención y viralidad) fue elegida palabra del año por el Diccionario Oxford.

Es un modelo que Owens ha perfeccionado al máximo. La indignación genera clics, reproducciones y visualizaciones. Mantiene a la audiencia enganchada y, al mismo tiempo, atrae la atención de los anunciantes. Su esposo, George Farmer, británico e hijo de un influyente par conservador y gestor de fondos, supervisa el negocio. En declaraciones a Bloomberg, afirmó que algunos anunciantes han obtenido retornos de dos a uno por cada dólar invertido, y en ciertos casos, hasta cinco a uno.
Su enorme base de oyentes permite que el pódcast cobre tarifas publicitarias elevadas. Según un análisis reciente de Fortune, la empresa de Owens genera hasta 10 millones de dólares al año. De acuerdo con Bloomberg, Farmer aseguró que solo un anunciante se retiró el último año y que el programa cuenta con casi 60 patrocinadores activos. En 2023, sus videos antitrans fueron desmonetizados en YouTube, y el año pasado recibió una suspensión temporal por violar las normas sobre discurso de odio, pero regresó con más fuerza. Incluso si las grandes plataformas decidieran vetarla, probablemente seguiría el camino de otras figuras de derecha “canceladas” y migraría a otro espacio digital.
Uno de los movimientos más astutos de Owens es su capacidad para subirse a temas que inevitablemente terminan dominando las redes sociales. Un ejemplo claro fue la disputa legal entre la actriz Blake Lively y su coprotagonista y director en Romper el círculo, Justin Baldoni. A comienzos de este año, Owens cubrió el caso con un nivel obsesivo de detalle, reaccionando a sugerencias y supuestas “pistas” de sus seguidores con el entusiasmo de una detective de TikTok.
Por otro lado, adopta la estética clásica de una influencer de estilo de vida. Su sitio web, Club Candace, no se parece en nada al de una figura incendiaria del conservadurismo: no hay rojo MAGA ni gráficos estridentes, sino tipografías cursivas y fotos luminosas de Owens. Sin embargo, basta con mirar los productos que vende para captar el mensaje: camisetas de la “Agencia de Inteligencia Candace” por 35 dólares, un suéter con el lema “no lo sabemos con certeza, pero lo sabemos” por 60, una frase que resume su relación laxa con los hechos, y una taza de “teórica de la conspiración” por 16 dólares.
Sin embargo, con la demanda presentada por los Macron en el horizonte, Owens podría haber encontrado un límite. Aunque su pódcast sigue siendo un éxito, ahora enfrenta una batalla legal de gran envergadura. Ha pedido donaciones a sus seguidores para financiar su defensa y estima que necesitará unos 5 millones de dólares, una cifra que incluso podría quedarse corta. Si pierde, solo en honorarios legales podría afrontar costos de varios millones. El caso del podcaster ultraderechista y conspiracionista Alex Jones sirve como advertencia. Jones fue condenado a pagar cerca de 1.400 millones de dólares en daños tras perder dos demandas por difamación impulsadas por familiares de las víctimas del tiroteo en la escuela primaria Sandy Hook. Desde entonces fue declarado en bancarrota, aunque continúa transmitiendo.
En los casos de difamación en Estados Unidos que involucran a figuras públicas, la carga de la prueba recae en el demandante, quien debe demostrar la existencia de “malicia real”; es decir, que el acusado sabía que la información difundida era falsa. Este estándar legal no siempre fácil de cumplir. Un ejemplo de ello ocurrió en 2021, cuando Owens enfrentó otra demanda por difamación presentada por Kimberly Klacik, ex candidata republicana al Congreso. Klacik la acusó de haberla difamado con afirmaciones falsas sobre consumo de drogas, fraude y supuestos vínculos con un club de striptease. Sin embargo, un juez desestimó el caso y Klacik fue obligada a pagar 115.000 dólares para cubrir los costos legales de Owens.
Usar la muerte de Kirk como otro tema en tendencia para impulsar su perfil también parece una decisión poco acertada. Owens no es la única podcaster que se entrega a teorías conspirativas extravagantes, pero su vínculo personal con Kirk, sumado a su disposición a explotar ese lazo para sumar clics y reproducciones, vuelve el episodio especialmente turbio. Además, al apuntar contra Turning Point, corre el riesgo de fracturar su propia base de apoyo. Aquí no arremete contra el “sistema” ni contra las “élites”, esos enemigos habituales del pensamiento conspirativo, sino contra sus propios aliados políticos. Y todo indica que Turning Point no lo dejará pasar.
Aun así, es poco probable que esto desvíe a Candace de su camino. Para ella, una reacción adversa suele convertirse en otra oportunidad. En ese sentido, encarna como pocas figuras al opinador de la era Trump: escándalos que habrían acabado con otras carreras solo le dan más material para alimentar a su audiencia fiel. Hasta ahora, Owens convirtió la notoriedad, con todas sus teorías cuestionables, en su principal fortaleza. En el clima cultural caótico de hoy, ser la reina del ragebait le resultó rentable. Queda por ver si eso bastará para volverla intocable.
Traducción de Leticia Zampedri







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