Trump celebró una “mesa redonda” sobre Antifa en la Casa Blanca, y fue mucho peor de lo que imaginas
Holly Baxter escribe sobre una reunión en la que, en un momento dado, se describió a las personas que protestaban contra los nazis en la República de Weimar como villanos; en otro momento, el presidente pareció declarar como abolida la libertad de expresión
Buenos días, queridos amigos: ¡acaba de surgir una nueva línea de propaganda contra las libertades civiles! El episodio de hoy en el continuo descenso de EE. UU. a la farsa nos trae un comunicado de prensa de la Casa Blanca sobre el “terror de Antifa” y una mesa redonda presidencial dedicada enteramente a un grupo que, como es sabido, no es una entidad real.
Hacia el mediodía, apareció en el sitio web oficial de la Casa Blanca un comunicado de prensa en el que se citaba a numerosos residentes anónimos de la ciudad de Portland (Oregón), entre ellos un “hombre”, una “mujer” y un “propietario de negocio”, todos los cuales estaban convencidos de que la Guardia Nacional debía irrumpir en su ciudad. “Lo apoyo al 110 %”, es una de las citas en el comunicado.
Pero eso era solo el aperitivo: a las 3:00 p. m. comenzó la reunión televisada, y vaya si hay tela de donde cortar.
Celebrada en la mesa de los “periodistas independientes” (activistas de extrema derecha) y moderada por Donald Trump, se abrió el evento con una declaración del presidente en la que afirmaba que los “anarquistas a sueldo” quieren “destruir nuestro país”, seguida de extravagantes y conspiranoicas afirmaciones según las cuales los manifestantes anti-Trump tienen carteles hechos de papel caro “con bonitos mangos de madera” que, por tanto, deben haber sido impresos en los sótanos de organizaciones secretas; y que el Gobierno “ya [tenía] un montón de registros, de sorpresas, y de malas sorpresas” reservadas para las personas que se alinearan con el antifascismo.
Y por cierto, señaló que habían “[eliminado] la libertad de expresión” porque quemar banderas en protestas es malo.

La fiscal general de EE. UU., Pam Bondi, intervino para subrayar el mensaje: “No vamos a limitarnos a detener a gente en la calle”, expresó. No, van a “derribar la organización ladrillo a ladrillo” y a “destruir la organización de arriba abajo”.
Por su parte, Kristi Noem, la secretaria de Seguridad Nacional y la asesina de cachorros favorita de todos, clamó que Antifa quería “destruir al pueblo estadounidense y su modo de vida” y que era un grupo que se había “infiltrado en todo [el] país”, de “ciudad en ciudad”. No importa que los manifestantes antifascistas de Portland, Chicago y otras ciudades demócratas sean en su mayoría estadounidenses nativos.
No, insistió la Barbie ICE —son invasores. Son traidores. Son “tan peligrosos” como la MS-13, el Isis y Hamás. Su prioridad es “[asegurarse] de que no vuelvan a ver la luz”. Noem, por cierto, es la mujer que se jactó de “tener vigilado” a Antifa durante una protesta, cuando las imágenes mostraron que en realidad se trataba de un par de reporteros y un tipo con un traje de pollo.
Las frases célebres del resto de los presentes en la mesa no se hicieron esperar. En un momento dado, alguien se dirigió casualmente a un miembro imaginario de Antifa, diciendo: “Serás aplastado por la Constitución” —tal y como pretendían los Padres Fundadores de EE. UU., sin duda.
La energía frenética de la sala era palpable incluso a través de una pantalla. La influencer Brandi Kruse hizo un monólogo en el que explicó que solía “sufrir del Síndrome de Odio contra Trump”, pero que, desde que [había cambiado] de bando, era “más feliz”, estaba “más sana”, y que incluso se sentía “un poco más atractiva”.
Para aportar su grano de arena, llegó Jack Posobiec, uno de los más extraños colgados de la derecha —que es quizás más famoso por difundir la teoría del “Pizzagate”, y luego ser expulsado de la pizzería en cuestión por la policía por filmar la fiesta de cumpleaños de un niño—. Siguiendo con el tema principal del momento —que Antifa es definitivamente y completamente real a pesar de todas las pruebas que señalan lo contrario, y que todo el mundo tiene que dejar de decir que no es real— Posobiec hizo una afirmación sorprendente: Antifa es tan claramente real que “existe desde hace casi 100 años... remontándose a la República de Weimar en Alemania”.
Veamos: sí, es absolutamente cierto que hubo manifestantes antifascistas en la República de Weimar. Son recordados como los que se opusieron a las primeras formas del nazismo. Pero es un poco difícil posicionarse como los buenos si te alineas con los nazis en tu analogía histórica. Solo digo que, si yo fuera el publicista de Posobiec, le pediría que eliminara esa frase de sus futuras apariciones públicas.

Creo que todos sabemos lo que pasa aquí. Pero empecemos por lo fundamental: Antifa no es real, al menos no en una forma que permita convocar una mesa redonda. No tiene una estructura de mando central, ni una dirección coherente, ni listas de afiliados, ni cuartel general. Se trata de una denominación ideológica amplia, un término que a veces utilizan activistas y grupos locales dispares; pero es empleado con mucha más frecuencia por la extrema derecha que los supuestos izquierdistas que forman parte de él.
Obviamente, el hecho de que no haya pruebas de que nadie se identifique realmente como Antifa no impidió a la Casa Blanca designar al “grupo” como organización terrorista hace un par de semanas.
Las investigaciones muestran que la violencia política genuina sigue estando impulsada en su inmensa mayoría por actores de extrema derecha, no por las nebulosas redes “Antifa”. Pero aquí, de verdad, es adonde ha llegado MAGA: un lugar tan alejado de la realidad observable que ahora celebra actos oficiales de Gobierno para enfrentar enemigos imaginarios. Antaño, el conservadurismo se enorgullecía de ser “el partido del realismo”. La versión actual trata la política como fan fiction, con villanos y tradiciones inventados.
Esta irrealidad productiva consume la energía que podría emplearse en gobernar o resolver problemas y la redirige hacia la creación de mitos. En lugar de hablar de salarios, vivienda o catástrofes climáticas, hablaremos de anarquistas vestidos de negro cuya existencia no se puede contrastar porque en su mayoría no son reales. Y luego utilizaremos su supuesta existencia para justificar el envío de enmascarados con rifles a ciudades que, da la casualidad, no votaron por nosotros. Casi se podría admirar el absurdo si no estuviera unido al poder real del Estado.
Las constantes amenazas en esta mesa redonda dirigidas a la “gente con dinero” que supuestamente “financia” a Antifa son el verdadero punto. Y, como gran parte de la producción de la Casa Blanca en este momento, su objetivo es intimidar al mayor número posible de personas para que guarden silencio.
En su pequeña habitación con sus diminutos micrófonos, un grupo de personas muy importantes y muy maquilladas han entrado hoy en un delirio colectivo. Y están desesperados por que los demás se unan a ellos. Pero hay hechos que no se pueden negar. Y para los que nos creemos buenos con las palabras, recordemos que, por mucho que se tergiverse, ser anti-antifascista significa ser fascista, incluso —y especialmente— en la República de Weimar. Es lógica elemental.
Traducción de Sara Pignatiello