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Joven cirujano intenta salvar vidas en maltrecho hospital de Gaza

Sarah El Deeb
Miércoles, 06 de agosto de 2025 12:32 EDT
GAZA HOSPITAL EN CRISIS
GAZA HOSPITAL EN CRISIS (AP)

En el hospital Shifa, en la Franja de Gaza, no se esteriliza nada, así que el doctor Jamal Salha y otros cirujanos lavan sus instrumentos con jabón. Las infecciones se han desatado. El hedor a desechos médicos es sobrecogedor. Las moscas están por todas partes.

Sin analgésicos, los pacientes gimen mientras yacen en camas metálicas alineadas a lo largo de los pasillos. No hay electricidad ni ventilación en medio de un calor abrasador, lo que obliga a los ansiosos visitantes a abanicar a sus familiares postrados con algún pedazo de cartón.

Shifa, que alguna vez fue el hospital más grande de Gaza y la piedra angular de su sistema de salud, ya no es ni la sombra de lo que fue tras de 22 meses de guerra. El complejo hospitalario, del tamaño de siete campos de fútbol, ha sido devastado por bombardeos frecuentes, dos incursiones israelíes y bloqueos de alimentos, medicamentos y equipos. Su exhausto personal trabaja sin descanso para salvar vidas.

“(La situación) es tan mala que nadie se la puede imaginar”, dijo Salha, un neurocirujano de 27 años quien, al igual que incontables médicos en Gaza, se formó en Shifa después de estudiar en la facultad de medicina y espera terminar su carrera allí.

Pero es difícil pensar en el futuro cuando el presente lo absorbe todo. Salha y otros médicos están abrumados por una carga de trabajo de tiempos de guerra que no da señales de aminorar. La situación se ha vuelto más difícil en las últimas semanas a medida que los cuerpos de los pacientes se deterioran por la desnutrición generalizada.

Inicialmente, Shifa fue parte de un puesto militar británico cuando abrió sus puertas en 1946. Se desarrolló con los años hasta llegar a contar con el departamento de cirugía especializada más grande de Gaza, con más de 21 quirófanos. Ahora solo hay tres —y apenas funcionan—.

Debido a que los quirófanos de Shifa siempre están ocupados, las cirugías también se realizan en el departamento de urgencias, y deben rechazar a algunos de los heridos. Edificios bombardeados se alzan sobre un patio lleno de pacientes y rodeado de pilas de escombros.

Salha huyó del norte de Gaza al comienzo de la guerra y regresó a Shifa a principios de este año. Mientras trabajaba en otro hospital extremadamente concurrido en el centro de Gaza, seguía de cerca las noticias del empeoramiento de Shifa.

“Había visto fotografías”, dijo. “Pero cuando regresé, no quería entrar”.

Un joven médico y una guerra

Tras graduarse de la facultad de medicina en 2022, Salha pasó un año de formación en Shifa. Fue entonces cuando él y su amigo Bilal decidieron especializarse en neurocirugía.

Pero todo cambió el 7 de octubre de 2023, cuando Hamás atacó a Israel e inició la campaña de represalia israelí.

Durante las primeras semanas de la guerra, Salha fue residente de primer año en Shifa. Debido a que Israel cortó el servicio de internet en Gaza, una de sus tareas era llevar escáneres a los médicos en todo el complejo. Tuvo que abrirse paso por entre miles de personas desplazadas que se refugiaron allí, y subir y bajar escaleras cuando los ascensores dejaron de funcionar.

Una vez que las tropas israelíes entraron al norte de Gaza, él y su familia se fueron. Bilal, quien se quedó en la ciudad de Gaza, murió unos meses más tarde, informó Salha.

Poco después de que Salha partiera, las fuerzas israelíes asaltaron Shifa por primera vez en noviembre de 2023.

Israel reportó que el hospital servía como un importante centro de mando y control de Hamás, pero proporcionó pocas pruebas más allá de un único túnel con dos habitaciones pequeñas bajo sus instalaciones.

Utilizó argumentos similares al incursionar y atacar instalaciones médicas en toda Gaza, aun cuando aumentaban las bajas a causa de la guerra. Israel dice que hace todo lo posible por entregar suministros médicos y evitar dañar a la población civil.

Según el derecho internacional, los hospitales pierden su estatus de protección si se utilizan con fines militares. Hamás ha negado utilizar hospitales con fines militares, a pesar de que, con frecuencia, puede verse personal de seguridad suyo en su interior e impiden el acceso del público a algunas secciones.

Las fuerzas israelíes regresaron a Shifa en marzo de 2024, lo que desencadenó dos semanas de combates en los que, según el ejército, murieron unos 200 extremistas que se habían reagrupado allí.

El hospital quedó en ruinas. La Organización Mundial de la Salud informó que tres edificios hospitalarios sufrieron daños graves y que su planta de oxígeno y la mayor parte de su equipo fueron destruidos, incluidas 14 incubadoras para bebés.

Mientras todo esto sucedía, Salha trabajaba en un hospital en el centro de Gaza, donde realizó más de 200 cirugías y procedimientos, incluidas docenas de operaciones en fracturas de cráneo. Algunos cirujanos pasan toda su vida sin realizar una.

Cuando regresó a Shifa como neurocirujano residente, los edificios por los que solía correr —algunos ya rehabilitados— tenían un aire perturbador.

“Destruyeron todos nuestros recuerdos”, dijo.

Un hospital disminuido es llevado al límite

Shifa llegó a tener 700 camas. Hoy hay apenas unas 200, y casi la misma cantidad de pacientes en colchones en el suelo, informó el gerente del hospital. Algunas camas están instaladas en almacenes o en tiendas de campaña. Unas 100 camas adicionales y tres quirófanos se alquilan en un centro cercano.

El hospital alguna vez empleó a 1.600 médicos y enfermeras. Ahora hay aproximadamente la mitad, según Rami Mohana, gerente administrativo de Shifa. Gaza está sumida en una extrema inseguridad alimentaria, por lo que el hospital ya no puede alimentar a su personal, y muchos trabajadores se han ido para ayudar a sus familias a sobrevivir. A quienes permanecen allí rara vez les pagan su salario.

Una mañana reciente, en un almacén convertido en sala de pacientes, Salha revisó a Mosab al-Dibs, un chico de 14 años que sufría una grave lesión en la cabeza y desnutrición.

“¿Has visto lo mal que se han puesto las cosas?”, dijo el joven médico al tirar del frágil brazo de al-Dibs.

Shahinez, la madre de al-Dibs, estaba desalentada. “Conocemos (el hospital) Shifa desde que éramos niños. Quienquiera que fuera allí era curado”, manifestó. “Ahora, cualquiera que acuda está perdido. No hay medicinas, no hay sueros. Es un hospital solo de nombre”.

Existe una escasez de suministros básicos, como gasas, por lo que los vendajes de los pacientes se cambian con poca frecuencia. Las espumas de gel que detienen las hemorragias están racionadas.

Las tres máquinas de tomografía computarizada de Shifa fueron destruidas durante las incursiones israelíes, informó Mohana, por lo que los pacientes son enviados a otro hospital cercano si necesitan una. Israel no ha aprobado el reemplazo de los escáneres, agregó.

Los pacientes aguardan horas —y a veces días— ya que los cirujanos priorizan su carga de trabajo u organizan la imagenología. Algunos pacientes han fallecido mientras esperan, expuso Salha.

Tras meses sin un taladro quirúrgico neumático para cortar huesos, Shifa finalmente recibió uno. Pero faltaban las cuchillas y no había repuestos disponibles, dijo.

“Así que, en lugar de 10 minutos, puede tomar más de una hora tan solo cortar los huesos del cráneo”, añadió. “Nos deja exhaustos y pone en peligro la vida del paciente”.

Cuando The Associated Press preguntó sobre la escasez de equipo en Shifa, COGAT —la agencia militar israelí a cargo de la coordinación de la ayuda— no abordó la pregunta. Respondió que el ejército “de manera constante y consistente permite el funcionamiento ininterrumpido de los servicios médicos a través de las organizaciones de ayuda y la comunidad internacional”.

Momentos inolvidables

De su tiempo en el hospital del centro de Gaza, Salha no puede borrar de su memoria a la mujer de veintitantos años que llegó con una hemorragia cerebral curable. El hospital no la admitió porque no había camas disponibles en la unidad de cuidados intensivos.

Él intentó llevarla en ambulancia a otro hospital, pero debido al peligro de un ataque israelí, ningún técnico quiso acompañarlo para operar su respirador.

“Tuve que decirle a su familia que tendríamos que dejarla morir”, expresó.

Otras historias tienen finales más felices.

Cuando una niña con una hemorragia cerebral llegó a Shifa, un colega de Salha la detuvo con la mano hasta que consiguieron espuma de gel. La niña, quien había perdido temporalmente la visión, saludó a Salha tras su exitosa recuperación.

“Su visión era mejor que la mía”, dijo Salha, quien usa gafas, con una sonrisa.

“A veces parece que vivimos en un (estado de) sopor. Lidiamos con pacientes como dormidos y, al cabo de un rato, despertamos y preguntamos: ¿qué acaba de ocurrir?”.

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