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¿Qué criatura es realmente el Grinch? Una anatomista explica

Bajo el gruñido y el pelaje verde del célebre personaje navideño hay una serie de rasgos animales

Lucy E. Hyde The Conversation
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El Grinch es uno de los iconos navideños más conocidos. El misántropo malhumorado, verde y cubierto de pelo que conspiraba para sabotear la Navidad en la obra clásica del Dr. Seuss de 1957, se ha convertido ahora en parte esencial del ritual festivo anual que tanto despreciaba.

Pero bajo ese gruñido y ese pelaje verde, ¿qué clase de criatura es en realidad? Ni siquiera el Dr. Seuss tenía una respuesta.

Como anatomista, no puedo evitar preguntarme qué aspecto tendría el Grinch en una mesa de disección, y qué pueden decirnos su esqueleto, sus músculos y su cerebro sobre sus singulares orígenes.

El cráneo

El rasgo más reconocible del Grinch es, por supuesto, su cara. Y debajo de estos rasgos característicos habría un cráneo único, diferente a todo lo que se puede encontrar en Villaquién o en la Tierra.

Estructuralmente, el esqueleto facial del Grinch mezclaría rasgos de primate y canino: hocico corto y ancho, cráneo alto y mandíbulas poderosas. Es un rostro evolucionado para la expresión, hábilmente capaz de burlarse, regodearse y, en última instancia, sonreír con auténtica calidez.

Jim Carrey interpretó al Grinch en '¡Cómo el Grinch robó la Navidad!'
Jim Carrey interpretó al Grinch en '¡Cómo el Grinch robó la Navidad!' (Universal)

Sus arcos cigomáticos (pómulos) son anchos y acampanados para dar cabida a los grandes músculos cigomáticos mayores necesarios para levantar las comisuras de los labios en su exagerada y pícara sonrisa.

Debajo de sus ojos habría un gran canal óseo que llevaría nervios a los pelos faciales, parecidos a bigotes, lo que le otorgaría una exquisita sensibilidad táctil a los cambios en las corrientes de aire. Como los bigotes de un gato, le ayudarían a percibir cuando se acercan los Quienes o las bolas de Navidad que cuelgan, algo crucial para una criatura que se nutre del sigilo.

Su dentadura sería similar a la de un chimpancé, con caninos afilados para desgarrar la “bestia asada” de los Quienes, molares robustos para triturar alimentos festivos más duros e incisivos adaptados para mordisquear pastel de frutas o algún que otro bastón de caramelo.

La mandíbula superior, o maxilar, sería robusta y ligeramente abovedada, lo que daría resonancia a esa infame risa que resuena en el monte Crumpit.

La cara

Los ojos amarillos del Grinch, con grandes cuencas oculares orientadas hacia delante, sugieren un estilo de vida crepuscular: más activo al amanecer y al atardecer.

Los ojos amarillos del Grinch recuerdan a los de un búho o un gato
Los ojos amarillos del Grinch recuerdan a los de un búho o un gato (Getty Images)

Muchos animales con ojos amarillos, como los búhos y los gatos, están adaptados a la poca luz. El pigmento amarillo filtra la luz azul y agudiza el contraste, lo que permite detectar el movimiento en la penumbra. Perfecto para un ladrón de regalos nocturno.

Su apertura nasal sería alta y estrecha, con un complejo conjunto de conchas o cornetes nasales internos para calentar el frío aire alpino del monte Crumpit. El constante temblor de su nariz podría indicar un olfato muy afinado para detectar bestia asada cocinándose a distancia.

La expresividad del Grinch implicaría un complejo conjunto de músculos, muchos de los cuales serían inusualmente grandes para poder transmitir cada argucia que piensa, y cada duda, punzada de culpabilidad y emoción que experimenta. Por ejemplo, probablemente tendría muy marcados los levator labii superioris alaeque nasi —“músculos de Elvis”— para poder levantar el labio superior con desprecio.

La columna vertebral

Si vemos caminar al Grinch, notaremos que va erguido pero fluido, casi serpenteante. Su columna vertebral probablemente se parecería a un cruce entre un gibón y un gato: larga, flexible y sinuosa.

Sobre la autora

Lucy E. Hyde es profesora de Anatomía en la Universidad de Bristol, Reino Unido.

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation y se reproduce bajo licencia Creative Commons. Puedes leer el artículo original aquí.

La parte baja de la espalda estaría extendida y con gran movilidad, lo que permitiría esa postura encorvada y enrollada tan característica. Las vértebras torácicas (situadas en la parte media y alta de la espalda) se curvan suavemente hacia fuera, creando una silueta encorvada adecuada para el acecho. Sus vértebras cervicales (huesos del cuello) se alargan, lo que le permitiría inclinar y levantar la cabeza con una expresividad exagerada.

Como un gato, sería digitígrado, es decir, caminaría sobre las puntas de los pies y los dedos, en lugar de sobre las plantas (como los humanos). Esta postura suaviza cada paso, permitiendo el movimiento ágil y silencioso necesario para merodear por Villaquién robando regalos en Nochebuena.

Aunque su pelvis mantiene una postura erguida, su centro de gravedad está ligeramente adelantado y bajo, un diseño a medio camino entre el humano y el primate.

El cerebro

La anatomía suele reflejar la personalidad. A juzgar por su comportamiento, los lóbulos frontales del Grinch, en particular su córtex prefrontal, serían pequeños, lo que explicaría su frente plana y pequeña.

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Dado que esta región rige la planificación, el control de los impulsos y el razonamiento moral, esto explicaría por qué carece de estas facultades al principio de la historia. Tener un lóbulo frontal más pequeño también explica sus decisiones precipitadas y su incapacidad para prever consecuencias más allá de la próxima bola navideña robada.

Sus lóbulos temporales serían grandes y activos. Procesan el sonido y la memoria: ideal para reconocer (y despreciar) los villancicos de Villaquién. También albergan áreas funcionales que procesan olores, importantes para olfatear latas ocultas de Who hash (estofado navideño de los Quienes).

Sus lóbulos occipitales y parietales también estarían bien desarrollados, lo que favorecería la agudeza visual, la coordinación y la conciencia espacial que necesitaba para trepar, saltar y deslizarse por chimeneas.

La amígdala del Grinch (también implicada en la experimentación de emociones) estaría probablemente hipertrofiada, lo que explicaría su volatilidad emocional, su paranoia y sus reacciones exageradas. Combinado con su sistema límbico, parte del centro de la memoria y las emociones del cerebro, crea una criatura gobernada por la pasión y la reactividad.

El corazón

Ningún análisis anatómico del Grinch está completo sin abordar el momento en que “su corazón creció tres tallas”.

Un aficionado del equipo de fútbol Newcastle United lleva una máscara del Grinch
Un aficionado del equipo de fútbol Newcastle United lleva una máscara del Grinch (AFP via Getty Images)

Biológicamente, una expansión tan repentina sería catastrófica. En los seres humanos y otros mamíferos, la cardiomegalia (agrandamiento del corazón) es una enfermedad peligrosa relacionada con la insuficiencia cardíaca, las arritmias y la escasa eficacia de bombeo.

Un corazón de verdad no puede agrandarse en un instante de revelación emocional. Pero el cerebro sí puede cambiar rápidamente.

La transformación del Grinch probablemente se entienda mejor como un cambio neurológico, con una mayor actividad y conectividad entre el córtex prefrontal (empatía y regulación) y el sistema límbico (emoción y recompensa). Es probable que su “corazón creciente” no sea un milagro anatómico, sino una metáfora de su cerebro en mayor sintonía social.

Anatomía de una redención

Para los anatomistas, el Grinch es más que una curiosidad navideña. Es un caso de estudio en forma y función. Y en su forma final, la anatomía y la moralidad se alinean.

Los músculos que antes impulsaban una mueca de desprecio ahora se elevan en una sonrisa genuina. Las manos que robaban regalos ahora reparten bestia asada. Su sistema límbico se dispara ahora con satisfacción.

Así que quizá el verdadero mensaje de la anatomía del Grinch sea este: el cambio siempre es posible.

Traducción de Sara Pignatiello

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