La historia real detrás de ‘La viuda negra’ es aún más increíble que la película de Netflix

Una mañana de agosto de 2017, el ingeniero español Antonio Navarro Cerdán salió de su casa en el tranquilo barrio de Patraix, en Valencia, para ir a trabajar, como cualquier otro día. Pero ese miércoles no llegó a la oficina. Ni siquiera alcanzó a entrar a su auto. Al cruzar el garaje del edificio, alguien lo apuñaló en el pecho con un cuchillo de cocina y lo dejó morir ahí mismo, en el estacionamiento.

Cuando se enteró del brutal asesinato, María, la esposa de Antonio, adoptó de inmediato el papel de viuda desconsolada, horrorizada ante lo que parecía un ataque aleatorio. Pero no pasó mucho tiempo antes de que las sospechas recayeran sobre ella. ¿Y si detrás del duelo se escondía la mente maestra de una red de celos, mentiras e infidelidades?

Bienvenidos al mundo de La viuda negra, el último éxito de Netflix, que desde su estreno la semana pasada se mantiene entre las diez películas más vistas de la plataforma. Aunque la historia parece sacada de una telenovela exagerada, la película se basa en un caso real de asesinato que sacudió a España hace algunos años.

Con algo de perspectiva, no sorprende que la película haya atrapado a la audiencia. Tiene todos los ingredientes de un éxito inesperado de Netflix: una historia potente, poca promoción previa y críticas, digamos, divididas. Aun así, subió como un cohete al top 10 y no se ha movido de ahí. Si la protagonista, Ivana Baquero, te suena conocida, es porque de niña interpretó a Ofelia, la heroína de El laberinto del fauno, la aclamada película de Guillermo del Toro.

Es un thriller policial clásico, con el picante de estar “inspirado en hechos reales”, aunque fuera de España, pocos conocían el caso. La historia transcurre bajo el sol valenciano y no faltan las escenas de sexo extramarital. En resumen, una mezcla efectiva de crimen y escándalo: justo el tipo de contenido que la gente devora en Netflix, aunque sea con un ojo en la pantalla y el otro en el celular si eligen el doblaje en lugar de los subtítulos.

A diferencia de muchas producciones de crímenes verdaderos que intentan disfrazar el morbo con discursos sobre “honrar a las víctimas”, esta película —para bien o para mal— va directo al grano. Sin rodeos ni eufemismos. “Esta película no trata sobre la víctima”, declaró el productor ejecutivo Ramon Campo. “Trata sobre los asesinos”.

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Pero la historia real detrás de la película resulta, en muchos sentidos, aún más impactante que lo que muestra la pantalla. En las fotos, Antonio y María (a quien todos conocían como Maje) parecían la pareja ideal: atractivos, sonrientes, relajados, siempre juntos y felices. Pero si algo nos han enseñado los dramas sensacionalistas de Netflix, es que las apariencias suelen mentir. Maje, nueve años menor que su esposo, engañaba a Antonio una y otra vez. En la película, él aparece con otro nombre: Arturo.

Uno de los amantes de Maje se llamaba Salvador Rodrigo Lapiedra, colega suyo en el hospital donde ella trabajaba como enfermera. Salvador tenía veinte años más que ella, estaba casado y era padre de una hija que tenía casi la misma edad que Maje. La película explota todos los estereotipos: lo muestra como un hombre gris, atrapado en la rutina, que se deja llevar por el ego cuando una compañera joven y atractiva le presta atención.

Según la prensa española, todo se intensificó cuando Maje y Salvador almorzaban en la casa de campo de él, en Ribarroja. Durante la comida, ella le dijo que Antonio la maltrataba psicológicamente, que la controlaba y que quería verlo muerto. A partir de ahí, empezaron a planear el asesinato. Maje conocía al detalle la rutina diaria de su esposo y usó esa información para señalar el momento exacto en que resultaría más fácil atacarlo.

Después se descubrió que Salvador no fue el primer hombre al que Maje le propuso algo así. Ya había contado la misma historia a otros amantes, repitiendo que Antonio la maltrataba, aunque nunca existió ninguna prueba que lo confirmara. Entonces, ¿por qué no pedir el divorcio? Según declaró Salvador más tarde, Maje prefería matarlo para quedarse con la herencia y la pensión. Para ella, era una salida más rentable.

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Salvador tiró el cuchillo en una fosa séptica de su casa de campo para borrar cualquier rastro. Maje, mientras tanto, se volcó en el rol de viuda en duelo. En el funeral de Antonio leyó una carta de despedida cargada de dramatismo, según los medios. Al comienzo, la policía no lograba dar con un motivo claro. Nadie había robado nada, así que descartaron el asalto desde el primer momento.

Pero cuando los agentes pusieron el foco en el entorno más cercano de Antonio, empezaron a salir a la luz los secretos de Maje. Una intervención telefónica registró un mensaje que le mandó a una amiga, donde decía que se sentía libre tras la muerte de su esposo y que ya cobraba su pensión. Poco después, ella y Salvador tuvieron varias llamadas en las que hablaban sin rodeos sobre las consecuencias del plan que habían ejecutado. No fue precisamente una jugada brillante: la policía los detuvo en enero del año siguiente.

El siguiente giro en esta historia oscura pasa casi desapercibido en La viuda negra: los creadores lo resumen en unas cuantas líneas durante los créditos finales. Al principio, Salvador asumió toda la culpa para proteger a Maje. Declaró que había actuado solo y que ella no tenía nada que ver. Pero luego cambió de versión. ¿Por qué? Descubrió que, estando en prisión preventiva, Maje había iniciado una relación con otro recluso. Esa traición lo empujó a contar la verdad y a involucrarla directamente. “Dije que todo había sido idea mía, pero fue cosa de los dos”, se lo escucha decir en una grabación que aparece en los últimos minutos de la película.

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La defensa de Salvador intentó convencer al tribunal de que Maje lo había manipulado y que él solo aceptó el plan porque estaba enamorado hasta los huesos. Maje, en cambio, negó cualquier vínculo con el asesinato de su esposo, aunque las pruebas no dejaban mucho espacio para la duda. En octubre de 2020, el tribunal encontró a Salvador culpable de homicidio y le impuso una condena de 17 años de cárcel. A Maje le fue peor: la declararon culpable de asesinato con la agravante de parentesco y le dictaron una pena de 22 años.

La historia no terminó ahí, sino que se volvió aún más enredada. Ya en la cárcel de Picassent, Maje empezó otra relación, esta vez con un interno conocido solo como David, condenado por un asesinato cometido en 2008. Picassent, vale decir, fue la primera prisión mixta de Europa, donde hombres y mujeres comparten espacios comunes y participan juntos en diversas actividades. Y no se trata de un caso aislado: actualmente, en España funcionan unas 20 cárceles mixtas bajo este mismo modelo.

Pocos meses después de empezar esa nueva relación, Maje quedó embarazada y en 2023 tuvo un hijo. Desde entonces cumple su condena en una unidad especial para madres con niños pequeños, dentro de una prisión en Alicante. Todo indica que seguirá ahí hasta que su hijo cumpla tres años.

Es un final tan extraño como triste para una historia marcada por el engaño, la obsesión y la traición. Una vez más, la realidad demuestra que puede superar, y por mucho, a la ficción.

“La viuda negra” ya está disponible en Netflix.

Traducción de Leticia Zampedri