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La guerra de Trump contra los “narcoterroristas” de Venezuela y la respuesta de Maduro: lo que hay que saber

La administración de Trump ha llevado a cabo al menos 13 ataques en los que han muerto 57 personas en el mar Caribe y el Pacífico oriental

Robert Muggah
The Conversation
Viernes, 31 de octubre de 2025 18:08 EDT
Trump bromea con que la gente tiene miedo a pescar tras los ataques contra barcos venezolanos
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Washington insiste en que la concentración militar estadounidense en la costa norte de Sudamérica está dirigida contra los “narcoterroristas”. No obstante, un creciente coro de analistas no está convencido, ya que sospechan que lo que la administración de Trump realmente busca es un cambio de régimen en Venezuela.

Nicolás Maduro, líder del país desde 2013, no correrá riesgos. En las últimas semanas respondió a las medidas de la administración de Trump como si la invasión fuera inminente. Tras un decreto de emergencia en septiembre y una retórica marcial sobre una “república en armas”, el presidente venezolano asegura que las milicias y los reservistas están movilizados en todo el país.

El líder izquierdista ha ordenado a las fuerzas armadas, la policía y la milicia que se desplieguen en 284 frentes de batalla, una postura de defensa nacional que incrementa las tropas en fronteras comprometidas. También ha concentrado 25.000 soldados cerca de Colombia, un vector probable de infiltración.

Además, al parecer se han movilizado unos 4,5 millones de miembros de la Milicia Nacional Bolivariana, una fuerza auxiliar creada en 2005 y formada por voluntarios civiles y reservistas. Las fuerzas armadas están formando a civiles en el manejo de armas y en sesiones tácticas para integrar a los comités locales de “defensa popular” en la arquitectura de defensa.

Esta colocación de Venezuela en pie de guerra se produce tras meses de concentración militar estadounidense en el Caribe. Y no cabe duda de que, llegado el caso, Estados Unidos cuenta con un ejército mucho mayor y más sofisticado que el de Venezuela.

El ejército estadounidense ha matado a otros cuatro presuntos narcotraficantes en el Pacífico oriental, mientras el secretario de Defensa, Pete Hegseth, promete “perseguirlos y eliminarlos”
El ejército estadounidense ha matado a otros cuatro presuntos narcotraficantes en el Pacífico oriental, mientras el secretario de Defensa, Pete Hegseth, promete “perseguirlos y eliminarlos” (Pete Hegseth via X)

Pero como experto en política latinoamericana, sospecho que eso podría no ser suficiente para sacar a Maduro del poder, o para animar a las figuras de la oposición en Venezuela en nombre de Washington. De hecho, cualquier intento directo de hacerlo solo podría conducir a un proceso lento que corre el riesgo de atrincherar la posición de Maduro.

Amigos poderosos en el extranjero

Además de la movilización nacional, el líder venezolano cuenta con amigos internacionales bastante poderosos. Maduro cuenta con unos 5.000 misiles antiaéreos rusos Igla-S, portátiles, colocados en puntos clave de la defensa antiaérea. Aunque no están verificados, estos informes son indicativos de las capacidades de defensa antiaérea y antibuque de corto alcance que están siendo suministradas por naciones amigas del régimen de Maduro.

El 28 de octubre, un avión ruso Il-76 de carga pesada, operado por una compañía sancionada vinculada a la logística militar rusa, aterrizó en Caracas tras una ruta con múltiples escalas por el Cáucaso y África Occidental. Si no se trata de una muestra de solidaridad, es una señal de que Rusia puede transportar por aire asesores, piezas y municiones a voluntad.

La larga y silenciosa mano de Irán es notoria en el programa de drones de Venezuela. Según informes, comenzó con kits del modelo Mohajer-2 y, con el paso del tiempo, se expandió hasta incluir plataformas armadas y de vigilancia ensambladas en plantas estatales por técnicos formados en Teherán.

Acerca del autor

Robert Muggah es cofundador del Instituto Igarape, un grupo de expertos de Brasil, y director y cofundador de SecDev, un grupo de asesoramiento geopolítico y digital. También es investigador afiliado de la Universidad de Princeton, becario Richard von Weizsäcker de la Academia Robert Bosh y doctor en Filosofía graduado de la Universidad de Oxford.

Este artículo se publicó originalmente en The Conversation y se distribuye bajo licencia Creative Commons. Puedes leer el artículo original aquí.

Cuba, por su parte, lleva más de una década incorporando asesores de inteligencia y seguridad interna en los servicios militares de Venezuela, un multiplicador de fuerzas poco discutido que ayuda al régimen a vigilar la disidencia y mantener la lealtad.

Aunque Rusia, Cuba e Irán puedan ayudar a Maduro a sobrevivir, es poco probable que le salven de una estrategia estadounidense decidida.

Oposición prudente

Si Washington espera que su presión militar pueda animar a los venezolanos a tomar el asunto en sus propias manos, el escenario interno es menos favorable. La oposición a Maduro se fragmentó y se volvió vulnerable después de que se le privara —de forma fraudulenta según la mayoría de los informes— de la victoria en los comicios de 2024 y de un año posterior de represión.

La Plataforma Unitaria Democrática sigue dividida entre un ala de presión y un ala de participación tras la disputada votación. Aún no ha producido cambios la sacudida de moral que recibió la oposición el 10 de octubre, cuando la candidata de facto de la oposición para 2024, María Corina Machado, ganó el Premio Nobel de la Paz.

Hay una baja probabilidad, en mi opinión, de que la oposición pueda destituir a Maduro por la fuerza sin un detonante, como una división importante dentro de los servicios de seguridad, una movilización masiva sostenida con deserciones de élite o una intervención masiva de Estados Unidos.

La arquitectura de seguridad interna del régimen y su control de los tribunales, la fiscalía y el consejo electoral hacen improbable una escisión repentina de las élites. El desplazamiento electoral tampoco es prometedor, dado que la oposición oficial está dividida en cuanto a tácticas, se enfrenta a la represión diaria y Maduro ha señalado en repetidas ocasiones que no aceptará una derrota, aunque pierda.

El poder de la calle, respaldado por la influencia internacional sostenida y las amenazas militares de Estados Unidos, es posiblemente la mejor baza de la oposición.

La política de la diáspora es febril. La gran comunidad de exiliados venezolanos del sur de Florida interpreta el despliegue naval como un posible punto de inflexión y ejerce presión en consecuencia, incluso cuando las políticas estadounidenses de inmigración y viajes van en contra de sus intereses. Los principales líderes de la oposición siguen defendiendo que el cambio debe venir de manos venezolanas, pero cada vez son más los que buscan abiertamente presiones externas para inclinar la balanza.

Qué podría hacer Washington a continuación

La administración de Trump ha mostrado ciertamente su voluntad de presionar a Maduro y alentar a sus opositores. Desde agosto, el Pentágono ha incrementado las fuerzas, los destructores y los buques anfibios del Comando Sur de Estados Unidos. Luego, el 24 de octubre, Washington redirigió el grupo de ataque del portaaviones USS Gerald R. Ford al Caribe.

Mientras tanto, es probable que continúen los ataques contra buques sospechosos de transportar drogas.

La estrategia ya se ha saldado con al menos 13 ataques y 57 muertos en el Mar Caribe y el Pacífico oriental. Y el presidente Donald Trump ha sido consistente en vincular a los cárteles señalados con el gobierno de Venezuela y Maduro directamente. En caso de que Estados Unidos desee intensificar la escalada, no se descartan ataques de precisión en territorio venezolano. Con un portaaviones cerca y los F-35 estacionados en Puerto Rico, el Pentágono tiene opciones.

Mientras tanto, las acciones encubiertas acompañarán a cualquier postura militar abierta. La Casa Blanca ha declarado abiertamente que la CIA tiene autoridad para operar dentro de Venezuela. Al parecer, un agente de Seguridad Nacional de Estados Unidos intentó reclutar al piloto jefe de Maduro para que llevara al presidente bajo custodia estadounidense, un complot que fracasó pero que deja entrever las operaciones psicológicas que están en juego ahora. Venezuela, por su parte, condenó la “provocación militar” de la CIA y otros organismos.

Vale la pena recordar intentos anteriores de derrocar a Maduro, como el ataque con drones en un desfile en Caracas en 2018 y una fallida operación por cuenta propia en 2020, que terminó con varios muertos y decenas de detenidos, incluidos dos exsoldados estadounidenses. Estados Unidos ha negado cualquier relación con ambos incidentes.

En cualquier caso, este tipo de operaciones rara vez derrocan a hombres fuertes, pero sí siembran la paranoia y las medidas enérgicas cuando los regímenes persiguen imposibles.

Posibles finales

Si el verdadero objetivo de Washington es el cambio de régimen, los posibles resultados son preocupantes. Sin duda, es poco probable un rápido colapso del gobierno de Maduro. Una estrategia breve y contundente que desmantele las herramientas coercitivas del régimen podría desencadenar la deserción de las élites. Sin embargo, la seguridad interna reforzada en Cuba, la red de favores con los altos mandos militares y el cerco prolongado por sanciones ha reforzado una actitud de resistencia que dificulta un golpe interno en los plazos que espera Washington

En mi opinión, lo más probable es una estrategia de presión prolongada y gradual.

Es realista una estrategia híbrida que incluya presión marítima y aérea, agitación e incentivos encubiertos, ataques selectivos para degradar la capacidad del régimen y guerra política, legal y cibernética para aislar a Caracas y dividir al cuerpo de oficiales. Pero ese camino corre el riesgo de atrincherar a los partidarios de la línea dura del régimen y empeorar una crisis humanitaria, incluso mientras degrada la capacidad de Maduro.

Los analistas advierten que la lógica del cambio de régimen, una vez comprometida, es difícil de calibrar, sobre todo si los ataques matan a civiles o afectan a símbolos nacionales.

Siempre existe la posibilidad de que la situación se le vuelva en contra. Es muy probable que una acción militar avive el sentimiento nacionalista en Venezuela, fracture el consenso hemisférico y arrastre a Estados Unidos a una confrontación más larga con desastrosas repercusiones, desde la migración incontrolada a las amenazas a la seguridad marítima.

Cabe recordar que aproximadamente 7,9 millones de migrantes y refugiados ya han abandonado Venezuela, y más de 6,7 millones residen en países de América Latina y el Caribe. Incluso la decapitación exitosa del régimen de Maduro no garantizaría un sucesor capaz de gobernar el país.

Al menos tres señales son importantes para determinar lo que ocurrirá a continuación.

La primera es el ritmo de despliegue aéreo: El aumento de los vuelos de carga rusos a Caracas apunta a una aceleración de la ayuda militar y técnica. En segundo lugar está la ampliación de los objetivos estadounidenses: atacar una instalación militar o un búnker presidencial implicaría cruzar un umbral político sin retorno, incluso si se presenta como un operativo antidrogas. La tercera es la movilización de la oposición. Si hay indicios creíbles de manifestaciones, protestas y acciones en Venezuela, esto condicionará el apetito de Washington por la escalada.

Pero incluso si la Casa Blanca se aferra a su actual discurso antidroga y antiterrorista, todos los indicios apuntan a una trayectoria de cambio de régimen gradual con resultados poco seguros.

Traducción de Michelle Padilla

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