Existe una minoría de votantes de tendencia republicana que se resiste a subscribirse a la visión radical de Trump
Trump no se ha esforzado en acercarse a los votantes de Nikki Haley, y eso podría perjudicar su candidatura, escribe Eric García
Al enterarse de que Nikki Haley suspendería su campaña, el expresidente Donald Trump y el presidente Joe Biden se dirigieron a los seguidores de la derrotada candidata republicana.
Trump, por su parte, subrayó el hecho de que Haley fue “supervencida”, dado que perdió todos los estados de esa noche, excepto Vermont. Agregó que le gustaría “invitar a todos los partidarios de Haley a unirse al mayor movimiento de la historia de nuestra nación” y se refirió a Biden como “EL ENEMIGO”.
Biden, en cambio, emitió una declaración un tanto más conciliadora. Al referirse a quienes habían votado a Haley, expresó que, a pesar de las diferencias, había “lugar para ellos en [su] campaña”.
La portavoz de la campaña de Haley, Olivia Pérez-Cubas se burló de los mensajes contrastantes de Biden y Trump en X/Twitter. Por otra parte, Kari Lake (la candidata republicana que no logró convertirse en gobernadora de Arizona y que recientemente se ha presentado como candidata al Senado) adoptó el nombre de nacimiento de Hayley (Nimrata) en una publicación en X/Twitter. Acto seguido, la directora de comunicaciones de Haley, Nachama Soloveichik, se hizo eco de las palabras de Meghan McCain cuando Lake criticó a su difunto padre, el senador John McCain: “No hay tregua, descarada”.
Las elecciones primarias en Estados Unidos siempre dejan las emociones a flor de piel. Los candidatos y su personal suelen dedicar mucho tiempo a su campaña; viajan sin parar y pasan semanas lejos de sus familias. Por lo tanto, a menudo le toca al vencedor ganarse a quienes votaron a su contrincante. Por el contrario, Trump parece totalmente desinteresado en ganarse el voto de los seguidores de Haley; electores cuyo apoyo, por cierto, el expresidente necesitará para ganar la presidencia.
Las campañas ganadoras suelen optar por un discurso conciliador en cuanto terminen las primarias. Cuando Barack Obama venció a Hillary Clinton, sabía que tenía que conseguir el respaldo de los votantes blancos de clase trabajadora que apoyaban a Clinton en lugares como Ohio. Por eso decidió elegir a Biden como compañero de fórmula. Además, se aseguró de ensalzar a Clinton en la campaña, en un esfuerzo por ganarse a las votantes femeninas que habían apostado por ella.
Del mismo modo, en 1980, Ronald Reagan mostró considerable astucia política durante su campaña conservadora al nominar al tejano George H W Bush como su vicepresidente. La decisión constituyó una suerte de ofrenda de paz; un acto diplomático para ganarse la lealtad de los republicanos del viejo establishment.
Trump, en cambio, parece no preocuparse por la diplomacia. Más bien, se complace en aplastar sus oponentes. Es una estrategia que le ha funcionado en el pasado. Recordarán que Trump atacó la altura de Marco Rubio, a la mujer de Ted Cruz y el aspecto físico de Rand Paul. En 2016, los tres tuvieron que respaldar el mandato de Trump a pesar de la humillación que habían sufrido a manos de su rival. El miércoles, el líder de la minoría en el Senado, Mitch McConnell, que le echó la culpa a Trump por haber impulsado los disturbios del 6 de enero, lo respaldó y dejará el liderazgo del Senado a finales de año.
Trump afirmó recientemente: “Hay que echarles a los políticos como Romney”. De forma paralela, cuando Lake se presentó a gobernadora, ella advirtió que los republicanos que apoyaban a McCain tenían que “largarse”. Fue un error de juicio que probablemente le costó la elección. No obstante, el problema es que los votantes moderados que votaron a Mitt Romney en 2012 y a Haley en las primarias este año están abandonando el Partido Republicano.
El “supermartes”, Trump perdió su ventaja frente a Haley en los suburbios de las grandes ciudades. En Virginia, Haley ganó en los suburbios de Alexandria y el condado de Fairfax, en Charlottesville, sede de la Universidad de Virginia, y en el condado vecino de Albemarle. Es una señal de que los republicanos de cuello blanco, aquellos de la vieja camada, empiezan a preguntarse seriamente si Trump es la persona adecuada para postularse a la presidencia.
Los representantes de la campaña de Trump dirían que el sistema electoral les juega a favor. En concreto, en Virginia los votantes no tienen que estar afiliados a un partido político, ni tienen que estar registrados para poder votar. Pero en Carolina del Norte, donde se celebraron unas primarias parcialmente cerradas en las que los demócratas no podían votar pero sí los votantes no afiliados, Haley perdió por poco en algunos condados.
El senador Thom Tillis, el político republicano más astuto del estado de Tar Heel, señaló a The Independent que Trump cuenta con poco apoyo en los suburbios. “Las elecciones primarias son bastante únicas en ese sentido, porque se centran en la contienda entre los candidatos republicanos. Ahora, en cambio, se trata de ofrecer soluciones para los problemas que ha creado la administración Biden”, aclaró.
La semana pasada, Tillis me dijo que no había respaldado a Trump, pero el miércoles, admitió con poco entusiasmo: “Tenemos que respaldar al candidato nominado y darle nuestro apoyo”.
La senadora Susan Collins, que había votado a Haley, me comunicó que ahora no apoya a nadie. Es uno de los cuatro republicanos que quedan en el Senado que votaron a favor de condenar a Trump después del 6 de enero.
Por su parte, Mitt Romney obtuvo buenos resultados en los suburbios, a pesar de perder frente a Obama en 2012. Según él, Trump sigue teniendo muchas ventajas concretas: “Creo que está en una posición muy fuerte. Sin duda Donald Trump será el próximo presidente”.
Sin embargo, el resto del Partido Republicano aboga cada vez más por las políticas radicales difundidas por el movimiento MAGA. En efecto, la bancada más extremista del partido hará que sea menos atractivo para los votantes más centristas que apoyaban a Haley. Lake tiene casi garantizado convertirse en la candidata al Senado por Arizona. Durante mi charla con Tillis, quedó claro que los republicanos tienen un problema en otro estado en disputa: Carolina del Norte.
Mark Robinson es el candidato republicano a gobernador de Carolina del Norte, y se ha visto rodeado de una serie de polémicas. Robinson suele hacer comentarios discriminatorios, incluidas publicaciones en Facebook en las que afirmó que el Holocausto era una “invención” y daba a entender que los judíos controlan el mundo de las finanzas. Robinson alega que dichos mensajes estaban “mal redactados” y que “no eran antisemitas”.
El senador demócrata Sherrod Brown, que se presenta a la reelección en el republicano Ohio, se acercó a hablar con Tillis mientras conversábamos. Se burló de Tillis por el candidato a gobernador de Carolina del Norte que su partido tenía que apoyar. Por supuesto, a esas alturas, los demócratas esperan poder sacar provecho del mínimo desliz de los republicanos.
Tillis soltó una risa, algo incómodo, y se dirigió otra vez a los periodistas: “Mark Robinson es el candidato indicado. Tiene que ganarse el apoyo de la gente de Carolina del Norte”. No fue exactamente un espaldarazo.
Traducción de Anna McDonnell