Nadador que fue atacado por un tiburón toro de 700 libras relata el momento del ataque
El buzo de la Armada Paul De Gelder, de 45 años, fue víctima de un depredador que le arrancó un brazo y una pierna durante un ejercicio militar rutinario en el puerto de Sídney
Un buzo al que un tiburón toro de 700 libras (317 kilogramos) le arrancó parte del brazo y la pierna relató el horror del momento en que fue atacado.
Paul De Gelder, de 45 años, casi se ahoga en su propia sangre luego de que el depredador le clavó sus 350 dientes afilados en el puerto de Sídney en febrero de 2009.
El exparacaidista, originario de Melbourne, se había convertido en buzo de desactivación de bombas de la Marina australiana y participaba en un ejercicio militar rutinario cuando fue atacado.
Al recordar el momento, que según él “temió toda su vida” pues creció en Australia, declaró al Daily Mail: “Se activó mi instinto de lucha. Como todo niño en edad escolar sabe, si te ataca un tiburón, dale un puñetazo en el ojo”.
“Esa fue la única opción que no tuve, ya que mi mano derecha estaba inmovilizada por sus dientes junto con mi pierna”.
De Gelder dijo que intentó contraatacar con su mano izquierda, pero el tiburón comenzó a sacudirlo “como si fuera una muñeca de trapo”.
“Mientras sus dientes atravesaban mi carne y mis huesos como si fueran sierras, me invadió el dolor más intenso que se pueda imaginar”, aseguró.
“Toda la lucha me abandonó y empecé a ahogarme en el agua con sangre mientras el monstruo de 700 libras empezaba a tirar de mí hacia abajo”.
El buzo dijo que se había resignado al hecho de que estaba a punto de morir cuando el tiburón lo soltó de repente y se alejó nadando.
Sin saber de cuánto tiempo disponía antes de que la sangre que brotaba de él atrajera a otros depredadores, el buzo sacó el brazo herido del agua y se dirigió a la embarcación de seguridad de la marina.
“Vi la cara de horror de mis compañeros mientras me arrastraban, así que hice lo que hacen los soldados y solté un chiste”, relató.
“Luego cerré los ojos y me preparé para morir desangrado”.
De Gelder dijo que le debía la vida a uno de los miembros de su equipo, que pensó rápido y “metió la mano en la pierna y mantuvo la arteria cortada cerrada con sus dedos” hasta que pudo ser entregado a los médicos y enfermeras en tierra firme.
El hombre, de 45 años, fue dado de alta al cabo de nueve semanas y regresó al entrenamiento militar apenas seis meses después, a pesar de haber perdido parte de su pierna y brazo derechos.
De Gelder cree que el tiburón lo confundió con otra criatura marina por el traje de neopreno negro y las aletas de goma que llevaba ese día.
“Golpear una aleta contra el agua crea el tipo de ondas sonoras de baja frecuencia a las que los tiburones están acostumbrados y eso es probablemente lo que atrajo al tiburón toro hacia mí”, expresó.
“Como era temprano por la mañana y estaba nublado, y dado que el agua era de color marrón turbio, el tiburón toro no habría podido ver mi silueta con claridad y deducir que yo no era una de sus fuentes habituales de alimento, como peces, delfines o incluso otro tiburón”.
Ahora trabaja como orador motivacional y ha escrito un libro que defiende a los tiburones.
“Los ataques de tiburones son raros y tenemos que considerarlos como accidentes y no como asesinatos”, dijo.
“Con la excepción de los supervivientes de naufragios, casi todas las víctimas de ataques de tiburones están en el agua porque el océano es un lugar mágico que aman”.
“Los tiburones forman parte de esa magia y debemos recordar siempre que somos huéspedes en su casa”.