Familias de rehenes en Gaza pierden esperanzas tras cumplirse plazo para un cese de fuego en Ramadán

Julia Frankel
Jueves, 14 de marzo de 2024 12:00 EDT
ISRAEL-REHENES
ISRAEL-REHENES (AP)

Un hermano contempló la posibilidad de suicidarse. Una hermana dejó de ir a la escuela. Un padre casi no habla. Cada día que pasa, los familiares de los rehenes que permanecen secuestrados en Gaza desde el 7 de octubre enfrentan una desesperanza cada vez más profunda.

La esperanza de que algunos de sus seres queridos volvieran a casa creció cuando se dijo que habría un cese de fuego al inicio del Ramadán, el mes sagrado musulmán que comenzó el lunes. Pero ese plazo informal pasó sin que hubiera ningún acuerdo.

La promesa del primer ministro israelí Benjamin Netanyahu de una “victoria total” en la guerra contra Hamás ahora parece una mentira para muchas de las familias de los rehenes tras cinco meses emocionalmente agotadores.

“Leemos las noticias cada minuto. Egipto dice algo, los cataríes dicen algo distinto, los estadounidenses afirman que está cerca un acuerdo, Israel dice que no es así”, dijo Sharon Kalderon, cuyo cuñado, Ofer, sigue en cautiverio. “Tratamos de leer entre líneas, pero no hemos sabido nada de Ofer durante meses. Nada que nos dé un poco de calma”.

Cuando milicianos encabezados por Hamás irrumpieron en el sur de Israel el 7 de octubre, mataron a unas 1.200 personas, principalmente civiles, y tomaron cerca de 250 rehenes. Desde entonces, la ofensiva de Israel ha provocado la muerte de más de 31.000 palestinos, de acuerdo con las autoridades de salud de Gaza, y ha llevado a cientos de miles al borde de la hambruna.

Alrededor de 120 rehenes fueron liberados durante un alto el fuego en noviembre, en el que también se liberó a cientos de palestinos de prisiones israelíes; tres rehenes fueron asesinados accidentalmente por las fuerzas israelíes durante un intento de misión de rescate. Ahora, las familias se centran en traer a casa a los rehenes restantes, al menos 34 de los cuales han muerto, de acuerdo con el gobierno israelí.

Algunas familias canalizan su desesperación mediante un activismo implacable, viajando a Naciones Unidas en Nueva York, marchando a Jerusalén desde el sur de Israel, usando camisetas rojas con las palabras “Tráiganlos a casa” mientras corrían en la maratón de Jerusalén.

Pero en otras, se ha arraigado un sufrimiento más silencioso.

“Usted ve a algunas de las familias corriendo, yendo a la televisión, haciendo ruido. Son las que se aferran”, dijo Ricardo Grichener, tío de Omer Wenkert, un rehén de 22 años. “Las que no salen de sus casas están en una situación realmente mala”.

Desde la destrucción de su casa en el kibbutz Nir Oz, Sharon Kalderon y su esposo, Nissan, se han alojado en el 12º piso de un edificio de apartamentos en la ciudad israelí de Ramat Gan. Ofer, el único hermano de Nissan, sigue en cautiverio.

Nissan dijo que ha pensado recientemente en quitarse la vida.

“Esta situación es difícil. No duermo, no como. No trabajo. Nada. Pierdo la cabeza. Eso es todo. Es demasiado”, dijo Nissan.

“Me asusto siempre que sale al balcón”, dijo Sharon.

Mediadores internacionales se habían mostrado optimistas de poder llegar a un acuerdo antes del Ramadán al conjuntar un cese de fuego de seis semanas con la liberación de docenas de rehenes israelíes y prisioneros palestinos, así como la entrada de una gran cantidad de ayuda humanitaria a Gaza. Pero Hamás quería garantías para un final de la guerra a más largo plazo, a lo que Israel se rehusó.

“No vemos posibilidades para un acuerdo a menos que (el presidente estadounidense Joe) Biden haga un milagro. No vemos ninguna salida. No vemos ninguna razón por la que Hamás pudiera mostrarse flexible. Ellos no ganan nada”, dijo Grichener. “Estamos presionando al gobierno (israelí), pero creo que ya han cometido sus errores”.

Omer, su sobrino en cautiverio, necesita medicamentos para tratar su enfermedad digestiva. Su familia duda que la asistencia médica para los rehenes que entró en Gaza en enero siquiera haya llegado a él.

Las reuniones entre las familias y oficiales del gabinete de guerra siguen en curso, pero las familias se sienten impotentes para cambiar el rumbo de las negociaciones. Muchas de ellas no han recibido actualizaciones oficiales sobre la condición de sus seres queridos, aferrándose en cambio a datos aislados proporcionados por los rehenes liberados en noviembre.

Shlomi Berger, padre de Agam Berger, de 19 años, dijo que lo último que supo es que ella estaba viva en noviembre. Agam Goldstein-Almog, una de las rehenes liberadas durante el cese al fuego, le dijo que su hija, una de las 19 mujeres cautivas según Israel, estaba viva y que le deseaba feliz cumpleaños a él.

“Puede imaginar cómo fue tener una señal de vida de mi hija por primera vez”, dijo Berger.

Pero meses después, esa emoción se ve oscurecida por una considerable ansiedad e incertidumbre, y por los relatos de algunos rehenes liberados sobre las terribles condiciones.

“Nadie sabe cuál es su situación. Si tiene aire, si tiene agua, si tiene toallas sanitarias para su periodo menstrual. Es una locura. No sé si alguien haya abusado sexualmente de ella”, dijo Berger. “No sabemos si está viva o muerta. Simplemente no lo sabemos”.

El Seguro Nacional de Israel cubre el asesoramiento de salud mental para los padres, cónyuges e hijos de los rehenes. Aun así, la situación ha paralizado a la familia de Berger.

Una de sus tres hijas, estudiante de último año de secundaria, no ha ido a la escuela desde el 7 de octubre. Una de sus hijas pequeñas ha dejado de comer. Su esposa, ingeniera industrial, no va a trabajar. Él trata de evitar las noticias para ahorrarse los altibajos diarios.

“En un momento dado, uno lee las noticias y dice, está bien, está cerca, y al siguiente, resulta que no es así. Nadie sabe realmente lo que ocurre”, dijo.

De la noche a la mañana, los padres de Or Levy, de 33 años, se convirtieron en cuidadores de Almog, el hijo de Levy de dos años de edad. Los milicianos de Hamás mataron a Eynav, la madre de Almog, y tomaron a Levy como rehén el 7 de octubre. La familia le ha tenido que explicar al pequeño Almog que su madre ha muerto y que no saben dónde está su padre.

“La mayoría de los días ni siquiera reconozco a mis padres. Mi padre casi no habla. Antes del 7 de octubre, lo último que uno podría decir de él es que era un hombre frágil, y ahora todos los que lo ven tienen miedo de abrazarlo”, dijo Michael Levy, el hermano de Or. Levy dijo que ha perdido 9 kilos (20 libras) y casi no duerme.

De cara al futuro, los familiares dicen que sus estrategias no cambiarán. Seguirán reuniéndose con el gabinete de guerra, seguirán esperando una posible liberación.

El lunes, Sharon y Nissan Kalderon miraron el atardecer del primer día completo del Ramadán.

“Realmente pensábamos que hoy era el día”, dijo Sharon. “Pero, por desgracia, es solo un día más”.

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