Ecuador entra en silencio electoral antes de elegir a quien gobernará un país sumido en violencia
La campaña política más caliente de Ecuador, en la que las banderas y las proclamas se complementaron con chalecos antibalas, llegó a su fin y los ecuatorianos entraron el viernes a un período de silencio electoral antes de ir a las urnas el domingo para elegir al presidente que gobernará un país sumido en la violencia.
Tras dos semanas de intensos eventos políticos, los candidatos Luisa González y Daniel Noboa se someterán al examen de las urnas para ver quién hereda el mandato de Guillermo Lasso y asume las riendas de la convulsa nación sudamericana desde el 25 de noviembre y hasta el 24 de mayo de 2025.
El ganador tendrá apenas un año y medio para intentar encarrilar una situación que ha roto consecutivamente en los últimos dos años sus propios récords de muertes violentas y que ha puesto a los ecuatorianos en el podio de los que más emigran, junto a venezolanos y haitianos.
Daniel Noboa, de la alianza Acción Democrática Nacional e hijo de uno de los hombres más ricos del país, lleva la ventaja en las encuestas en las que son, a sus 35 años, sus primeras elecciones presidenciales.
Al frente tiene a Luisa González, otra debutante en la carrera hacia el palacio de Carondelet que cuenta, en cambio, con el respaldo de la experimentada plataforma política de Rafael Correa, quien gobernó Ecuador por diez años (2007-2017). La Revolución Ciudadana se juega el regreso al poder.
González fue la aspirante más votada en primera vuelta, con un 33,61% de los votos, y Noboa, dio la sorpresa al llegar al balotaje con el apoyo popular de un 23,47% de los ecuatorianos. Ni sus siete rivales de entonces ni las encuestadoras lo tomaron en cuenta como un candidato con posibilidades.
En contraste, de cara la segunda vuelta que se dirimirá en las urnas en tres días, Noboa lidera mínimamente la intención de voto, de acuerdo a media docena de firmas de encuestas.
El analista y catedrático de la universidad San Francisco, Luis Espinosa, en declaraciones a The Associated Press, afirmó que estas elecciones —más allá del contexto violento con el asesinato de un aspirante presidencial días antes de la primera vuelta— han transcurrido “sin ningún interés y menos entusiasmo, porque los candidatos no han sido capaces de generar ninguna propuesta real para solucionar los problemas de los ciudadanos”.
El crimen sigue sin resolverse.
Entre los retos que debe afrontar el próximo gobernante, cita Espinosa, están la desinstitucionalización de los principales organismos del Estado, a lo que se suma una Asamblea —cuyos integrantes fueron elegidos el pasado 20 de agosto— que está completamente dividida y no “va a ser capaz de contribuir a gobernar y tampoco dejará gobernar” como ha sido la práctica de los últimos años.
“En lo económico la situación es desastrosa”, recalca el catedrático. El futuro presidente recibirá un Ecuador con una abultada deuda, un elevado déficit fiscal, una ineficiente administración pública, una mínima inversión externa y la reducida capacidad de maniobra del ejecutivo. “En economía no existen los milagros”, añadió.
Y señaló que quienes pagarán la cuenta de este panorama “serán los ciudadanos, los que pagan impuestos, pero también los ciudadanos en general”.
Este período electoral se ha desarrollado en medio de un ambiente de generalizada violencia a todo nivel desatada por grupos criminales vinculados al narcotráfico, secuestro y toda clase de delitos, pero más aún por el asesinato, el 9 de agosto, del candidato Fernando Villavicencio, cuando salía de un mitin en el norte de la capital. El crimen aún sigue sin resolver.
El fallecido había develado desde hace años una serie de actos de corrupción, especialmente durante el gobierno del expresidente Rafael Correa (2007-2017), que terminaron en juicios en los que fueron sentenciados el mismo ex mandatario y algunos de los más importantes ex funcionarios de ese gobierno.
El próximo gobierno durará apenas un año y medio debido a que el mandatario saliente Lasso disolvió en mayo la Asamblea en medio de un juicio político en su contra, con lo cual la ley lo forzó a convocar a nuevas elecciones y dejar el cargo. El nuevo presidente simplemente cumplirá el tiempo restante que le habría quedado a Lasso de seguir en el poder.