Triunfo de Kast en Chile es último capítulo de ola conservadora que gana impulso en América Latina
Con la victoria de José Antonio Kast, Chile se ha convertido en el último país de Latinoamérica que celebró elecciones este año en volcarse a la derecha, cementando una tendencia regional que promueve el orden público y el control de las fronteras y en momentos en que Estados Unidos busca intensificar su influencia en la región.
Kast, un abogado de 59 años con raíces ideológicas en el catolicismo y el neoliberalismo económico, se ganó la simpatía de casi un 60% del electorado chileno al prometer emular las medidas de mano dura contra la delincuencia y la inmigración irregular implementadas en El Salvador por Nayib Bukele o en Estados Unidos por Donald Trump.
Su elección —en su tercer intento por llegar a la presidencia— confirma la tendencia de un giro radical de la región hacia la extrema derecha que contrasta con el panorama de hace menos de dos décadas, cuando el auge de las materias primas llevó al poder a líderes de izquierda como el fallecido ícono socialista Hugo Chávez en Venezuela o el actual presidente brasileño Luiz Inácio Lula da Silva.
Pero a lo largo de los últimos 20 años poco ha cambiado en la región más desigual del mundo, una inercia que junto a la agudización de la violencia, la inflación y la falta de confianza en los gobiernos y las instituciones ha decantado en una creciente insatisfacción popular.
“La última década ha sido dura”, afirmó Steven Levitsky, politólogo de Harvard. “Y quienes son culpados del estancamiento de las economías, el aumento de la delincuencia —o, al menos, la creciente percepción de la delincuencia— y la considerable corrupción son quienes han estado en el poder, es decir, la izquierda”, agregó.
Sintonía ideológica
Esta combinación de factores hizo que, en el último ciclo electoral, los ciudadanos apostaran por cambios bruscos y respaldaran candidaturas del otro lado del espectro político.
“Al ganar Kast se logra una sintonía ideológica en la región”, sintetizó a AP el analista Guillermo Holzmann.
La llegada de Kast, un admirador de la dictadura militar de Augusto Pinochet (1973-1990) y apoyado por Trump, marca el giro político más pronunciado de Chile desde el fin del régimen de facto y posiciona al país en el mapa de gobiernos conservadores en América Latina.
“Muchos de estos votos son votos de castigo, de protesta”, matizó el analista Gilberto Aranda sobre el escenario que se ha repetido en otras partes del continente.
En Argentina, el libertario Javier Milei ganó la presidencia en 2023 aupado por una mayoría de la población agotada por las múltiples crisis inflacionarias y la corrupción que marcaron las dos últimas décadas de gobiernos principalmente de centroizquierda.
Una situación muy similar a la de Bolivia, donde la llegada al poder del centroderechista Rodrigo Paz puso fin a casi 20 años de gobiernos de izquierda de Evo Morales (2006-2019) y Luis Arce (2020-2025) que dejaron a una sociedad cansada del estancamiento económico y los escándalos de corrupción.
En la parte más septentrional de Sudamérica, Daniel Noboa logró extender su periodo al frente de Ecuador hasta 2029 tras ser reelegido en abril con sus promesas de ser el azote del crimen organizado y el narcotráfico y terminar con la crisis económica y energética que atraviesa el país.
Mientras que, en Honduras, los resultados de las recientes elecciones presidenciales —que siguen sin definirse — muestran un empate técnico entre el exalcalde conservador Nasry Asfura, respaldado por Trump, y Salvador Nasralla, un comentarista deportivo de derecha, en una impactante reprimenda al saliente gobierno de izquierda.
Estados Unidos apuesta por sus aliados
El triunfo de Kast cobra especial significado al producirse en un momento en que Estados Unidos busca intensificar su presencia militar en América Latina e incrementar su influencia de cara a un año electoral clave en la región, con elecciones previstas en Brasil, Colombia y Perú.
La recién publicada nueva estrategia de seguridad nacional de Trump establece un “reajuste” de la presencia militar estadounidense en el hemisferio occidental para contrarrestar la inmigración y el narcotráfico y reposicionar al país en medio de su guerra comercial con China.
“Trump y las derechas radicales del sur son distintas, pero complementarias” y “ciertamente hay un ciclo favorable proclive a la derecha, ya sean hiper conservadoras o radicales”, afirmó Aranda.
Tras los resultados electorales en Chile, el gigante norteamericano no tardó en reaccionar: poco después de la victoria de Kast el secretario de Estado estadounidense Marco Rubio emitió un comunicado felicitándolo y dejando entrever la afinidad entre ambos.
“Bajo su liderazgo, confiamos en que Chile impulsará prioridades compartidas, como el fortalecimiento de la seguridad pública, el fin de la inmigración ilegal y la revitalización de nuestra relación comercial”, dijo.
En los últimos días Trump también se refirió al proceso electoral chileno en una rueda de prensa, mientras su secretario del Tesoro, Scott Bessent, aseveró que “Chile ha rechazado rotundamente los fracasos del comunismo”.
Las manifestaciones son una señal clara de la apuesta de la administración Trump por reforzar su presencia en la región, donde “Estados Unidos va a ser el factor interviniente dentro de las relaciones” y ”hará todo posible para disuadir y presionar” a los países en pro de sus intereses, destacó Holzmann.
“La relación que va a tener América Latina con Estados Unidos va a ser mucho más basada en lo bilateral que lo multilateral”, ponderó a su vez la politóloga Lucía Dammert. “En aquellos países donde se pueda avanzar de forma sostenida en tener una mayor presencia económica, pero también militar, se va a avanzar”, agregó.
El contrapunto progresista
Un punto de inflexión en la región, sostuvo Dammert, será la postura de los gobiernos frente a una eventual ofensiva militar de Estados Unidos contra Venezuela.
Durante una visita esta semana a Argentina, donde se reunió con Milei, Kast adelantó que apoyaría al país norteamericano en una hipotética incursión en Venezuela, confirmando su pulso firme con el gobierno de Nicolás Maduro —quien a su vez calificó al presidente electo de Chile de "nazi, pinochetista”—.
En ese marco las elecciones de Brasil y Colombia de 2026 se perfilan como fundamentales para moldear el mapa geopolítico de la región, ya que Lula y Gustavo Petro, de Colombia, son junto a la presidenta mexicana Claudia Sheinbaum y el mandatario venezolano los mayores contrapuntos a la marea de derecha que gana fuerza a nivel continental.
Esas expresiones de la izquierda regional han abordado de formas distintas el triunfo de la ultraderecha en Chile.
Lula se limitó a felicitar a Kast, sin advertencias ni mayores lecturas, mientras Sheinbaum apeló a la “reflexión” de los movimientos progresistas en América Latina para entender "por qué se dan estas circunstancias”.
Petro, por su parte, generó malestar con el gobierno chileno al emitir incendiarias declaraciones en las redes sociales afirmando que “el fascismo avanza” en la región y que jamás le daría “la mano a un nazi y a un hijo de nazi”, en referencia a Kast.
Maduro le exigió por su lado respeto para los inmigrantes venezolanos en Chile. “Usted podrá ser pinochetista convicto y confeso, pero cuidadito le toca un pelo a un venezolano, a los venezolanos se les respeta”, le advirtió.






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