Cubanos hacen malabares para dar comida y refugio a animales callejeros en medio de la crisis
Nélida Pérez sale cada día de su edificio en La Habana Vieja hacia un parque cercano con una cazuela llena de un sancocho de arroz con pollo o pescado. Mientras hace ruido con la tapa, una docena de gatos se arremolinan a su alrededor.
“Nunca en mi vida le he pedido a nadie un plato de comida para alimentar a mis gatos y ahora me veo en dificultades", dijo Pérez, de 81 años, a The Associated Press.
La jubilada es una de las cientos de personas que hacen un esfuerzo diario para cuidar a los animales callejeros en medio de una crisis económica que, según los activistas, ha incrementado el abandono de mascotas.
Y ante la falta de refugios públicos, muchos los acogen en sus viviendas o portales.
“La calle los mata”, aseguró a AP con dolor Bárbara Iglesias, una farmacéutica de 51 años que tiene en su patio cinco perros adoptados —Canelita, Negro, Félix, Beny y Apolo— pero ha recogido y salvado a otra docena a los que les encontró un hogar.
Depender de la solidaridad
Lo más difícil, reconoció Iglesias, es conseguir comida.
Una bolsa de alimento de 20 kilos —que alcanza para dar de comer a un perro durante 45 días— cuesta unos 80 dólares, un monto inalcanzable para la mayoría, lo que obliga a cocinarles raciones con vísceras, partes de pollo o picadillos que tampoco son fáciles de conseguir.
A eso hay que sumarle las vacunas anuales que cuestan unos 20 dólares y la consulta al veterinario por otros 10, cuando el salario promedio en la isla es de unos 12 dólares.
Vecinos y amigos suelen regalarle a los cuidadores restos de comida y se apoyan en las campañas de esterilización o desparasitación que realizan algunos grupos de protectores.
“Muchos vecinos son buenos, me ayudan con la comida; más la que yo consigo, les hago su comidita”, explicó Ángela Arias, una costurera jubilada de 74 años que reside en una vivienda precaria con nueve perros recogidos de la calle y dos gatos.
A su pequeño apartamento suele acudir la veterinaria Sandra Fleitas Cruz, quien de manera gratuita atiende a los animales y hasta les lleva las medicinas que le donan otros clientes con más recursos económicos.
“Ella lo que hace es costura y vive de la nobleza de los vecinos. Cada uno le da lo que puede para que alimente a los animalitos”, explicó Fleitas.
Desde 2020 Cuba sufre su peor crisis económica en décadas, provocada por la paralización que conllevó la pandemia de COVID-19, el endurecimiento de las sanciones económicas de Estados Unidos y una reforma monetaria interna que disparó la inflación.
El desabastecimiento de productos de todo tipo, incluidas medicinas, los cortes de luz y las largas colas para conseguir gasolina son escenas cotidianas en la isla.
Las autoridades informaron en julio que la economía tuvo una contracción de 1,1% en 2024 para una caída acumulada de 11% en los últimos cinco años. La inflación, que alcanzó el pico de 77% en 2021, se ubicó el año pasado en 24%.
Dueños que se van, recursos que no alcanzan
Junto con el incremento del precio de los alimentos y las medicinas, la migración de cientos de miles de cubanos en los últimos cinco años y la mortalidad de los adultos mayores también incidieron en el abandono animal, aseguraron los expertos.
“Las personas están más enfocadas en sus problemas que son bastantes, el cubano no tiene agua, no tiene luz, el tema comida está cada vez más difícil”, comentó a AP Annelie González Carreras, una de las responsables del Proyecto Aldameros, una colonia de gatos ubicada en un parque del centro histórico de La Habana.
“Tener un animal a tu cargo lleva alimentación, cuidados”, reflexionó González, de 36 años, quien se desempeña como jefa de un restaurante y gasta mucho de sus ingresos en los felinos.
Ella y un pequeño grupo de voluntarios comenzaron dándole de comer a 15 gatos en el parque Aldama al comienzo de la pandemia. Hoy allí hay más de 150 a los que cuidan.
En estos años —con esfuerzo propio y algunas donaciones— pudieron colocar bombas de agua, corrales para casos especiales y jaulas para los cachorros.
Para González basta un ejemplo para ilustrar cómo ha crecido el abandono de mascotas: a comienzos de la década aparecían en el parque Aldama unos tres gatos abandonados a la semana, este año llegaron a ingresar 15 por día.
Un Estado que no da abasto y una ley insuficiente
El Estado tiene un programa contra las enfermedades animales, un centro nacional de salud animal, algunas clínicas veterinarias gratuitas y desarrolla campañas de esterilización o contra la rabia, pero por la falta de recursos económicos no existen refugios públicos.
En 2021 y después de una movilización en las calles y las redes sociales los protectores de animales lograron la aprobación de un decreto ley que los protege del maltrato y el abandono. Sin embargo, dijeron los activistas, no es suficiente. Aunque tiene algunos puntos clave –como la prohibición de las peleas de perros— sólo aplica multas a quienes maltratan, son negligentes o abandonan mascotas.
Los animalistas han tenido incluso que enfrentarse a personas inescrupulosas. Cada uno de los entrevistados podía contar una historia. González, por ejemplo, recordó que al menos en dos ocasiones tuvieron que echar del parque a un hombre con un saco que venía a “cazar” gatos.
“Me da mucha lástima porque he visto darles golpes a los gatos, matarlos”, comentó Pérez, que cuida los felinos callejeros frente al portal de su casa. “Mientras yo viva, tenga salud y la gente me ayude… yo les busco algo de comida".
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