Auge y caída de los 'millenials': la generación que marcaba tendencias ahora es anticuada
Muchos rasgos de los 'millenials' que antes eran sinónimo de modernidad ahora son ridiculizados por la generación Z. Helen Coffey explora cómo sucedió este cambio
¿Recuerdan cuando la palabra “millennial” era sinónimo de “genial”?
En los medios de comunicación se habló y escribió sin cesar sobre mi generación —los nacidos aproximadamente entre los años 1981 y 1996—, y muchos se regodeaban en al analizar y observar con desdén cada una de nuestras características. Durante más de una década, deslumbramos a las demás generaciones, y nuestro grupo era sinónimo de modernidad. Éramos los hípsters que bebían cafés flat white; las personas sensibles que comían tostadas con aguacate; los fans de los acabados de oro rosa y la fuente de inspiración del color rosa bebé que marcó toda una época.
No crecimos con Internet, pero comenzamos a utilizar los teléfonos celulares en la adolescencia y tuvimos nuestros primeros teléfonos inteligentes a los veinte. Además, fuimos el grupo etario al que le apuntaron las primeras redes sociales como MySpace y Facebook, lo que nos ayudó a familiarizarnos con la tecnología, más que a las generaciones anteriores. Aunque se nos culpó con frecuencia de los problemas del mundo —la crisis bancaria y la recesión mundial no fueron la causa de que no pudiéramos permitirnos comprar una casa, fue nuestro hábito de malgastar el dinero en cafés extravagantes— también fuimos, sin ninguna duda, jóvenes que marcamos tendencia. Los baby boomers fueron objeto de burlas por su falta de alfabetización digital; y la generación X no tenía rasgos característicos que pudieran resumirse en titulares atractivos.
Durante mis veinte y gran parte de mis treinta, experimenté una especie de versión colectiva del “síndrome del personaje principal”: los millenials éramos el centro de atención, y opacábamos a nuestros anticuados antepasados. Todo lo que hacíamos era interesante y vanguardista por defecto.
Sin embargo, era inevitable que lo nuevo se desgastara y que los jóvenes envejecieran. Es una consecuencia del paso del tiempo, ¿no? Pero nada nos preparó para la transición lenta e inexorable: dejamos de ser creadores de tendencias para convertirnos en objeto de burlas.
Comencé a notarlo hace algunos años, cuando empezaron a publicarse artículos sobre los emojis que delataban a un millenial. Los miembros de la generación Z —los nacidos entre 1997 y 2012— nunca usarían el emoji que llora de risa, el pulgar arriba (calificado de “hostil”), o la cara con los dientes apretados. También quedaron descartados otros favoritos de los millenials como la marca de verificación verde, las manos aplaudiendo, y el mono que se tapa los ojos.
A partir de allí, el escarnio empeoró. Nació el término “cheugy”, que hace referencia a todo lo que se considerara básico, forzado, o pasado de moda: una lista que en esencia incluye los atributos estereotípicos de los millenials. La generación Z se mofó de nosotros sin piedad en TikTok. Todo lo que una vez nos convirtió en creadores de tendencias ahora nos hace quedar como perdedores sin remedio. Si eras un adulto que disfrutaba de Harry Potter, Disney, o Friends, eras cheugy. Usar jeans ajustados y peinar tu cabello de lado te hacía cheugy. ¡Incluso tomar café de Starbuck pasó a ser considerado cheugy! Habíamos perdido nuestro trono.
Luego vino el resurgimiento de la moda de los años 90, aplaudido por la generación Z pero despreciado por nosotros porque ya la habíamos vivido. No podíamos volver a usar las ridículas pinzas de mariposa y los sombreros de cubo; los pantalones cargo de bota ancha, la ropa deportiva extragrande, y las poco favorecedoras camisetas cortas de nuestra juventud. Nos hacían recordar el trauma de una pubertad marcada por el pelo alisado que igual se encrespaba, las cejas inexistentes, y un labial marrón que nos volvía invisibles. Finalmente entendí la consternación de mi madre cuando llegué a casa en 1999 con un caftán de estampado psicodélico y de estilo setentero. Me dijo: “¿Por qué demonios querrías ponerte eso?”.
Se han burlado de nuestro léxico, nuestra nostalgia y nuestra aparente seriedad. Incluso hemos sido ridiculizados por nuestro humor, considerado vergonzoso o demasiado “excéntrico”; y por algo conocido como la “pausa millennial”, es decir, el hecho de hacer silencio antes de comenzar a hablar en los videos grabados en modo selfie para las redes sociales, lo cual prueba que no crecimos con la misma tecnología avanzada que la generación Z.
Ahora, atacan nuestras medias:
La señal más reciente de que eres un millenial que ha dejado sus mejores años atrás es la tendencia a mostrar los tobillos en lugar de usar medias largas que cubren la mitad de la pantorrilla. El hábito millenial de utilizar medias tobilleras ha sido objeto de mucha reprobación en muchos videos de TikTok. Un compañero de trabajo zoomer escribió lo siguiente sobre este fenómeno: “Usar medias tobilleras en público me parece una experiencia vergonzosa”.
Hemos llegado a un punto en que el popular meme “OK, boomer” podría verse reemplazado por “OK, millenial”. Entonces, ¿acaso queda algo de nuestra época que no se considere anticuado? Curiosamente, la respuesta podría estar en nuestra tecnología más analógica.
Según tengo entendido, las ventas de los teléfonos plegables han aumentado, y las cintas de casete están de moda otra vez. Y las comedias románticas, ese clásico de los veranos de los años 90 y 2000, están reviviendo gracias a películas taquilleras como Con todos menos contigo y la franquicia A todos los chicos de los que me enamoré.
Frente a tantas burlas, la tentación es vengarse. Podríamos señalar la afición de la generación Z por las cejas plastificadas y las rutinas de maquillaje demasiado complejas; mofarnos de su tendencia a escuchar música sin audífonos en el transporte público; y poner los ojos en blanco ante la obsesión que tienen con los límites y el lenguaje de terapia, y con llamar a todo “problemático” (un término que puede aplicarse a prácticamente cualquier cosa).
Pero me contendré. Por favor, ríanse disimuladamente de mi uso no irónico del emoji de tirarse al suelo de la risa. Murmuren: “OK, millenial”, cuando los rete a usar medias tobilleras en público. Y llámenme cheugy todo lo que quieran, pero nunca lograrán que me avergüence de comer tostadas con aguacate.
Traducción de Sara Pignatiello