‘Stranger Things’: la revuelta online por la última temporada expone un dilema de la TV actual
La reacción a los últimos episodios de ‘Stranger Things’ revela, según Rachel McGrath, cómo creadores y plataformas han consentido en exceso al público
Nueve años después de que Netflix presentara el pueblo de Hawkins y a sus escolares fanáticos de Calabozos y dragones, Stranger Things llega finalmente a su cierre. La segunda parte de la quinta temporada se estrenó el 26 de diciembre. Además, dejó listo el camino para un episodio final de dos horas, previsto para Año Nuevo. Sin embargo, el cierre no cumplió con las expectativas.
Lejos de aumentar la emoción por el desenlace de una de las series más emblemáticas de la plataforma, el segundo volumen de la temporada cinco generó decepción entre muchos espectadores. Varios esperaban más acción y, al menos, una muerte sorpresiva. La situación se vio agravada por la fecha de estreno, durante el período entre Navidad y Año Nuevo. En ese contexto, numerosos seguidores pasaron horas en redes sociales, donde proliferaron teorías sobre qué salió mal y cómo podrían haberse mejorado los episodios recientes.
Este tipo de reacción sigue un patrón conocido. Primero, una plataforma estrena una nueva temporada muy esperada. Luego, surgen críticas por decisiones narrativas o por el desarrollo de los personajes. Después, aparece una petición en Change.org. Firmar este tipo de iniciativas puede parecer inútil. Sin embargo, casos anteriores, como La Liga de la Justicia de Zack Snyder, alimentan la idea de que insistir puede dar resultados. Algunos integrantes del elenco de Stranger Things ya manifestaron su molestia. Randy Havens, quien interpreta al profesor Scott Clarke, respondió con ironía en Instagram: “No existe un ‘Snyder Cut’ de la serie. No crean todo lo que dice cualquier imbécil en internet”.
Aunque Netflix nunca ha reeditado una serie en respuesta directa al enojo de los fans, la plataforma sí tiene antecedentes de escuchar a su audiencia. En parte, eso ayudó a crear la situación actual. Los creadores de Stranger Things, los hermanos Duffer, revelaron recientemente qué personajes estuvieron cerca de morir. Entre ellos estaba Steve Harrington, que en un principio solo iba a aparecer en la primera temporada, pero se mantuvo con vida para dar forma a su popular amistad con Dustin Henderson. Consciente del afecto del público por ese vínculo, Netflix ha insinuado su destino en la promoción de la quinta temporada.
En otros casos, la plataforma incluso revivió series tras campañas impulsadas por los fans. Ocurrió con Sacrificios de familia y con Lucifer, cancelada por Fox después de tres temporadas. El rescate permitió un cierre adecuado y evitó que terminara con un final inconcluso. A cambio, Netflix obtuvo uno de sus mayores éxitos. Sin embargo, esta estrategia también tiene riesgos, ya que dar demasiadas concesiones puede alimentar una sensación de derecho entre los seguidores. Cuando un fandom cree que tiene influencia directa sobre una serie y el resultado no cumple con sus expectativas, la reacción puede transformarse rápidamente en una rebelión abierta.

Puedo entender a quienes se sienten defraudados por el rumbo de una historia. A mí también me pasó. En 2019, fui una de las millones de personas decepcionadas por la fallida temporada final de Juego de Tronos. La expectativa era tan alta que, por miedo a los spoilers, terminé adoptando un horario extremo: cada lunes ponía el despertador a las 2:00 a. m. para ver el episodio apenas se estrenaba, volvía a dormir un poco y luego me levantaba otra vez para ir a trabajar.
Las escenas mal iluminadas y las decisiones de trama difíciles de justificar que vi en esas madrugadas dejaron una huella tan profunda que todavía hoy me cuesta volver a ver la serie. Como era de esperarse, aparecieron peticiones para rehacer el final, firmadas por casi un millón de fans. Por su parte, la actriz Sophie Turner, que interpretó a Sansa Stark, las calificó como “una falta de respeto”. Y no se equivoca: ser fan de una obra no da derecho a influir en su desarrollo y disfrutar de una historia implica confiar en quienes la crean, ya sean showrunners, actores, músicos, directores o guionistas. A veces el resultado convence y otras no. Al final, no todo puede tener un cierre tan logrado como Succession.

Además, el fan service llevado al extremo rara vez da buenos resultados. En el cierre de Sherlock, el guionista Mark Gatiss exageró en la despedida de Benedict Cumberbatch como el célebre detective creado por Arthur Conan Doyle. Así, incluyó referencias explícitas a la fan fiction de Sherlock y Moriarty, un casi beso y hasta personajes obsesionados con Holmes dentro de la historia. Para la mayoría del público, salvo los seguidores más fieles, el resultado fue excesivo. Algo similar ocurrió con la serie animada La leyenda de Korra, que enfrentó críticas por el cierre de su última temporada. Asimismo, el final de Pretty Little Liars presentó una avalancha de regresos, apariciones especiales y cameos que, claramente, priorizaron la interacción en línea por sobre la coherencia de la historia.
Entonces, ¿cómo pueden los showrunners encontrar un equilibrio? Una opción sería aislarse por completo del ruido, lo que implica no alimentarlo, no complacerlo ni siquiera leerlo. Además, Netflix avivó tanto a la audiencia de Stranger Things que los hermanos Duffer brothers probablemente se preguntaron cómo podrían satisfacer a todo el mundo. De hecho, ya están comenzando 2026 con explicaciones detalladas sobre sus decisiones creativas. Asimismo, si lo ocurrido con Juego de Tronos sirve de antecedente, es probable que deban defenderlas durante meses o incluso años. En fin, feliz Año Nuevo.
Traducción de Leticia Zampedri




Bookmark popover
Removed from bookmarks