La china-chilena que dejó el tenis de mesa hace 3 décadas y ahora sueña con el podio en París
En 1989, Zeng Zhiying abandonó China, su país natal, para aventurarse en el norte de Chile. A medida que la vida pedía paso, muchas cosas cambiaron en la vida de esta inmigrante.
Se volvió más conocida como Tania, y dejó a un lado el tenis de mesa, para dedicarse a su familia y a un negocio propio. Pero un día, en medio de la pandemia, pudo retomar su antigua pasión.
Ahora, a los 58 años, podrá realizar el “sueño de toda una vida”: disputar unos Juegos Olímpicos.
“Nunca imaginaba (llegar a unos Juegos Olímpicos) porque yo lo retomé por entretenimiento, por hacer algo de deporte, nunca pensé que saldría algo serio de eso. Pero fui agarrando confianza, jugando mucho y, como siempre ganaba, me gustaba jugar más y más”, contó en una entrevista con The Associated Press desde el Centro de Entrenamiento Olímpico de Santiago, días antes de emprender el viaje a Europa para un campamento de preparación.
Zeng se convirtió en uno de los nombres más destacados del país anfitrión de los Juegos Panamericanos de 2023, donde se alzó con un bronce después de más de tres décadas alejada del deporte. Aunque retomó la paleta como forma de mantenerse activa durante la pandemia, su habilidad, disciplina y experiencia hicieron que tuviera una ascensión meteórica hasta la cima del deporte chileno.
“Clasificar a una olimpíada es un sueño grande, gigante, y poder cumplirlo en esa edad es una felicidad enorme”, señaló Zeng, quien debutará en los Juegos de París como la deportista de mayor edad de su delegación.
Originaria de la ciudad de Foshan, en el sur de China, Zeng tuvo siempre el deporte en su ADN. De niña, solía acompañar a su madre, entrenadora local, a las prácticas de tenis de mesa.
Poco a poco se fue decantando por la práctica y, durante una década se desempeñó como jugadora de alto rendimiento.
Pero su vida dio un giro en 1989, cuando en búsqueda de nuevas aventuras decidió cruzar todo un océano para impartir clases a jóvenes deportistas en Arica, en el extremo norte de Chile — el mismo año en el que China se sumergía en las convulsas protestas callejeras que culminaron en la masacre de la Plaza de Tiananmen.
Al poco tiempo se casó, constituyó una familia y se mudó a Iquique, también en el norte chileno. Allí dejó a un lado el tenis de mesa para dedicarse a la apertura de un negocio propio, gracias al cual fue aprendiendo y perfeccionando su español y echando raíces en Chile. Hasta que llegó la pandemia y, con ella, el confinamiento.
“Estaba en casa, no tenía nada que hacer y quería hacer algún deporte. Y ahí pensé ‘¿por qué no jugar tenis de mesa?’ Siempre ha sido lo mío, sé mucho de eso y entonces empecé a retomar la paleta”, relató la actual número 151 del mundo.
No tardó en llegar a la selección nacional, con la que cautivó a los aficionados chilenos al hacer historia en los Panamericanos de Santiago 2023. Zeng se hizo famosa de la noche a la mañana tras imponerse por 4 sets contra 2 a la dominicana Eva Peña Brito en su debut en el torneo de individuales.
Si bien en la segunda ronda perdió ante la estadounidense Lily Ann Zhang, quedando fuera del podio individual, en la competencia por grupos obtuvo la medalla de bronce, junto a Paulina Vega y Daniela Ortega.
Desde entonces, pasó a dedicarse integralmente al tenis de mesa y a dividir su vida entre Iquique y Santiago, aupada por el apetito por el juego y el cariño de la afición: “todos me conocen, me saludan, quieren una foto y para mí es sólo alegría”, dice entre risas.
El amorío evidencia ser recíproco: “Yo ya soy chilena de corazón y alma, de todo, me van a enterrar acá”.
Ahora Zeng volverá a la cancha, esta vez con más experiencia y la misma determinación, con las ganas de cumplir un sueño “de toda una vida” que por muchas décadas sólo se mantuvo vivo en la imaginación: disputar unos Juegos Olímpicos.
Aunque admitió un cierto recelo inicial respecto a sus condiciones de salud — “cualquier mal movimiento me puedo lesionar y eso me preocupa mucho” - Zeng se dice tranquila debido al acompañamiento cercano que le brindan los preparadores del equipo.
Su edad tampoco es un impeditivo para la relación con sus compañeros de vestuario, la mayoría de ellos niños juveniles con quienes, pese a ello, entrena y compite “como iguales”.
Y es que a partir del 26 de julio próximo, no solo los chilenos estarán enganchados a la televisión para acompañar a su abuela olímpica favorita. Desde China, el hermano de Zeng y su padre, de 92 años, seguirán de cerca su periplo en la máxima cita del deporte mundial en territorio parisiense.
“Mi papá, de 92 años, se queda prendido en la tele. Cuando se enteró de que había clasificado, salió saltando de la silla, gritando... imagínate, un señor de 92 años”, mencionó la olímpica, con una sonrisa que no esconde el orgullo y la satisfacción por figurar en la selecta lista de la élite deportiva mundial.
“Y enseguida me dijo: ‘era tu sueño de toda una vida, que ahora se cumple. Vaya, vaya con todo’”, completa.
Con todo y por todo Zeng irá. Si en la cancha el cuerpo de una edad más avanzada podría significar una desventaja física frente a rivales más rápidos y ágiles, quizás su mayor as en la manga sea esta sabiduría y serenidad que solo el tiempo es capaz de construir.
“El deporte no es fácil y exige sacrificio", afirma. “Los deportes son de los fuertes”.