Superviviente de los asesinatos de Idaho describe los gritos que oyó y su encuentro con el intruso enmascarado
En un nuevo e inquietante video, una de las compañeras de piso de los estudiantes asesinados revela entre sollozos que “[vio] al tipo”
Las grabaciones de las cámaras corporales de la policía, recientemente publicadas, revelan una inquietante visión de las desgarradoras secuelas de los asesinatos de la Universidad de Idaho: una de las compañeras de habitación supervivientes recuerda con lágrimas en los ojos haber oído un grito antes de encontrarse cara a cara con el intruso enmascarado.
Un grupo de estudiantes universitarios se apiñó fuera del N° 1122 de King Road, en la ciudad de Moscow, Idaho, alrededor del mediodía del 13 de noviembre de 2022, cuando la policía llegó a la casa, respondiendo inicialmente a un informe de un “individuo inconsciente”.
En lugar de eso, encontraron a cuatro estudiantes —Kaylee Goncalves, Madison Mogen, Xana Kernodle e Ethan Chapin— muertos por múltiples puñaladas. El mes pasado, Bryan Kohberger fue sentenciado a cadena perpetua sin derecho a libertad condicional.
En el video de 52 minutos de duración, obtenido por Law & Crime, se oye a uno de los agentes que acudieron al lugar suspirar pesadamente mientras recorre la casa tras contemplar la espantosa escena y constatar el número de víctimas mortales. Las escenas de los cadáveres no aparecen en el video.
Se oían fuertes lamentos fuera de la casa mientras las amigas y compañeras de piso supervivientes, Dylan Mortensen y Bethany Funke, se acurrucaban bajo mantas, esperando respuestas.
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Cuando el agente se acerca al grupo, Mortensen solloza histéricamente mientras revela que oyó gritar a Kaylee y que “[vio] al tipo”.
“Estaban en la habitación principal bailando y riendo; Kaylee subió, gritó que había alguien en la habitación y bajó corriendo las escaleras; yo seguía llamándola por su nombre y no contestaba”, dice entre lágrimas.
“Y entonces vi al tipo. Oh, Dios mío. Cerré la puerta y bajé corriendo. No sabemos qué está pasando”, añadió.
La policía entrevista a Mortensen, quien relata los trágicos sucesos.
Entre lágrimas, dice a la policía que estaba en su habitación cuando oyó a Kaylee anunciar que se iba a la cama.
“La oí subir las escaleras, y luego gritó porque dijo que había visto a alguien; corrió escaleras abajo, y yo seguía llamándola por su nombre y ella no contestaba”, cuenta Mortensen.
Los investigadores dijeron después que se cree que Mortensen oyó a Xana, no a Kaylee.
“La oí en el baño, la oí llorar y oí a un tipo que decía: 'Vas a estar bien. Voy a ayudarte'”, relató.
En otra entrevista posterior, describe cómo sonaba el intruso cuando le dijo esas palabras a su compañera de piso.

“No sé cómo explicarlo. No se lo dijo de una manera agradable. Fue extraño. Tenía un tono extraño”, expresó.
Mortensen dijo que momentos después de oír su voz, abrió la puerta de su habitación y se encontró cara a cara con un intruso enmascarado.
Describió al hombre —más tarde identificado como Kohberger— vestido totalmente de negro, con una máscara que le cubría la frente y la boca, y dijo que “no era increíblemente alto”, pero sí más que ella, y comparó su cuerpo con el de un jugador de baloncesto.
“Simplemente cerré la puerta y eché el cerrojo porque no sabía qué hacer”, dijo.
Relató que alrededor de las 4:00 a. m. había llamado a Funke y había bajado corriendo a su habitación, donde permanecieron hasta bien entrada la mañana.


Mortensen admitió que al principio ella y Funke se convencieron de que estaban exagerando.
“No le dimos importancia. Nos dijimos: 'En Moscow no pasa nada', así que intentamos irnos a la cama y, cuando nos despertamos, fue raro porque ninguno de nuestros compañeros de piso estaba levantado; y los llamamos a todos. No se despertaban”, contó.
Fue entonces cuando, según ella, llamaron a unos amigos para que se acercaran y descubrieron los cadáveres de sus compañeros de piso.
Después de que Kohberger, antiguo estudiante de doctorado en la cercana Universidad Estatal de Washington, se declarara culpable de los asesinatos el mes pasado, en un acuerdo para salvarse de la pena de muerte, los investigadores de Idaho hicieron públicas multitud de pruebas del caso.
Esta semana se publicaron cientos de fotos de la escena del crimen, las cuales revelan un apartamento universitario fuera del campus congelado en el tiempo.
Las imágenes muestran vasos rojos colocados para jugar a beer pong. Una bota de combate solitaria se alza en medio de la sala de estar. El pedido de comida de Xana, a medio comer, está en una bolsa de papel arrugada sobre la encimera de la cocina. Una huella en la nieve sugería la ruta de escape del asesino.


Días antes de los asesinatos, Kaylee Goncalves había dicho a sus amigos que sentía que alguien la observaba desde los árboles cercanos a la casa. Los investigadores revelaron más tarde que el teléfono de Kohberger había estado en la zona al menos 23 veces antes de los asesinatos, casi siempre de noche.
Tras más de dos años insistiendo en su inocencia, Kohberger se declaró culpable el mes pasado de cuatro cargos de asesinato en primer grado. El 23 de julio fue condenado a cadena perpetua sin posibilidad de libertad condicional.
Ahora, se encuentra entre rejas en la prisión de máxima seguridad de Idaho, en la ciudad de Kuna. Según documentos obtenidos por primera vez por People, ya ha presentado varias quejas contra sus compañeros de prisión.

Al parecer, Kohberger exigió un traslado tras quejarse de que era objeto de “amenazas y acoso verbal”.
“No he participado en ninguna de las recientes inundaciones y huelgas, y soy objeto de amenazas y acoso verbal todo el tiempo; por esa y otras razones, la Unidad 2 del Bloque J es un ambiente del que deseo salir”, escribió.
Kohberger también presentó una segunda denuncia en la que alegaba haber sido víctima de amenazas sexuales.
Su petición de ser trasladado de la unidad de alojamiento restrictivo del Bloque J al Bloque B, donde los presos también están recluidos en celdas individuales, fue denegada; el funcionario que la rechazó recomendó a Kohberger que “[le diera] algo de tiempo”.
Traducción de Sara Pignatiello