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¿Esta es la guerra de Europa o estamos ante a la Tercera Guerra Mundial?

La debilidad de Putin es su fuerza. Por remoto que sea el riesgo, y tenemos que creer que es muy remoto, debemos tener en cuenta la posibilidad de que intente llevarnos a todos con él

Vince Cable
Martes, 08 de marzo de 2022 14:05 EST
La guerra se puede profundizar y ampliar, Putin ya no tiene reputación que perder
La guerra se puede profundizar y ampliar, Putin ya no tiene reputación que perder (Ukrainian State Emergency Service)
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Hay un universo paralelo. Mientras escuchamos sobre los horrores alucinantes del bombardeo ruso en las ciudades ucranianas, también hay noticias alegres sobre los atletas británicos que ganaron medallas en los Juegos Paralímpicos de Invierno de Beijing. El Manchester United se enfrenta al Manchester City. Hay una guerra devastadora en Europa del Este, pero el resto del mundo sigue con sus negocios y placeres. Hasta ahora.

Los pesimistas nos recuerdan la Segunda Guerra Mundial, donde la invasión de Polonia por parte de la Alemania nazi y la guerra de Japón en China, en dos años, atrajeron a la Unión Soviética (después de que Hitler lanzara la Operación Barbarroja) y a EE.UU. (después de Pearl Harbor). Los optimistas apuntan a la forma en que se han contenido los conflictos de posguerra: Vietnam, India-Pakistán, Árabe-Israelí y las guerras civiles en Yugoslavia, Medio Oriente y África. Entonces, ¿hacia dónde irá la guerra de hoy en Ucrania?

Un factor clave será la duración de la guerra. Es posible que la caótica organización rusa, la baja moral de las tropas, la feroz y valiente resistencia ucraniana y las dolorosas sanciones lleven a Putin a buscar una salida para salvar las apariencias. Por otro lado, sus colegas y sus oficiales del ejército aún pueden armarse de valor para deponerlo. Pero hay pocas señales de que suceda; aun más, hay una determinación de redoblar la apuesta.

La guerra ahora podría profundizarse y ampliarse. La profundización tomaría la forma de atacar las ciudades de Ucrania hasta someterlas. El ataque a Kyiv (Kiev), al igual que con Odesa y Lviv, apenas ha comenzado. Las bajas civiles aumentarán y serán un objetivo activo. Putin no tiene reputación que perder. Siria es un modelo para este tipo de guerra brutal.

Es comprensible que los ucranianos traten de ampliar la guerra al poner a la OTAN de su lado. De ahí la demanda de “zonas de exclusión aérea” que solo podrían ser aplicadas por aviones de combate de la OTAN. La OTAN, en algo también comprensible, se resiste a la confrontación militar directa. El enfrentamiento es inestable y los rusos abusan de su libertad para operar con impunidad. La opinión pública occidental le exige a los gobiernos que “hagan más”.

La OTAN ahora pone a disposición más y mejores equipos militares en lugar de tropas, pero pronto podría llegarse a un punto en el que los límites se difuminen. Los rusos pueden afirmar que los aviones de la OTAN son aviones de la OTAN incluso si los pilotos son ucranianos. Podrían intentar ampliar el conflicto al atacar Moldavia, que ya tiene un enclave ruso. Hay mucho margen para los engaños y malentendidos en el área de Kaliningrado en Rusia.

Detrás de la ansiedad global masiva están las armas nucleares. Putin ya ha roto el tabú cuando sus tropas mostraron un desprecio arrogante por la seguridad nuclear y al plantear el tema de la “preparación de armas estratégicas”.

Cualquier enfrentamiento directo de la OTAN quizá plantearía la cuestión de las circunstancias en las que se emplean las armas nucleares en el “campo de batalla" y la escalada posterior. La debilidad de Putin es su fuerza. Existe la perspectiva aterradora de que, entre la espada y la pared, atacará con cualquier arma disponible. Por remoto que sea el riesgo, y tenemos que creer que es muy remoto, debemos tener en cuenta la posibilidad de que intente llevarnos a todos con él.

Un riesgo mayor es que la guerra económica tenga efectos secundarios inesperados y peligrosos. EE.UU. pide un embargo sobre el petróleo ruso: valientes, ya que los automovilistas estadounidenses, y los votantes, no estarán contentos si los precios de la gasolina suben. Un embargo exitoso (además de las sanciones existentes sobre Irán y Venezuela) necesita no solo el cumplimiento global, sino también la voluntad de Arabia Saudita de renunciar a su acuerdo de gestión de mercado con Rusia. Los saudíes jugarán a la pelota, pero habrá un precio político: hacer la vista gorda ante los abusos de los derechos humanos en el Reino y Yemen.

Si hay un bloqueo de petróleo, puede seguir un bloqueo de gas. Pero los suministros de gas son inflexibles a corto plazo. Habría una lucha por las escasas reservas de gas natural licuado, y aquellos con mucho dinero (por ejemplo, China) acapararían el mercado, lo que subiría los precios. En un golpe a los esfuerzos “net zero” del mundo, el carbón podría vivir un resurgimiento.

Mientras tanto, ya crece la alarma por la escasez de suministro de cereales porque Ucrania, Rusia y Kazajstán son los principales productores. El aumento de los precios de los alimentos es una mala noticia, sobre todo para los grandes importadores, como Egipto, y para la gente pobre de todo el mundo. En la guerra económica, los que más sufren están al final de la cadena alimenticia.

No obstante, no tenemos otra alternativa que hacer que las sanciones contra la economía rusa funcionen. Una realidad de la que aún no se dan cuenta en Occidente es que hacerlo requerirá la cooperación, en particular, de China. Será fundamental persuadir a Beijing de que su interés está en la integración continua con la economía global, no en la “eterna amistad” con un estado paria.

Aquellos que consideran este compromiso como un acuerdo con el diablo deben recordar que prevalecimos en la Segunda Guerra Mundial con la ayuda de Joseph Stalin. En la guerra de Putin se requiere un pragmatismo similar.

El podcast de Sir Vince Cable, ‘Cable Comments with Vince Cable’, está disponible aquí,

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