Tengo 27 años y no uso brasier, pero no me llames “braless”
Al resaltar la ausencia del brasier, perpetuamos la idea de que las mujeres debe usar uno
Me probé un brasier por primera vez a los 12 años, tras hacer uno de los peores descubrimientos que puedes hacer cuando eres una preadolescente insegura: mis senos se veían diferente a los de todas las chicas que me rodeaban. Mientras que los míos no coincidían en forma y tamaño como un par de mellizos, los pechos de mis amigas eran perfectamente redondos, idénticos y milagrosamente sin pezones.
No tardé mucho en darme cuenta de que esta simetría no era producto de los genes o el bisturí, sino de simplemente mejorar la ropa interior. Ellas usaban brasieres, y yo no. Y así de simple, yo ya no era una chica con camiseta: oficialmente estaba “braless”, es decir, sin sostén.
Presa del pánico, le pedí a mi madre que reservara una cita de emergencia en una boutique de lencería local. Estaba convencida de que si mostraba un día más mis pechos libres, sería arrestada por indecencia pública o, peor aún, me expulsarían de mi círculo social. Tras una incómoda toma de medidas y algunas pruebas, salí de la tienda con el alivio de haber tratado finalmente una condición embarazosa.
Ahora, a los 27 años, ha pasado una década desde que usé brasier por última vez y constantemente me olvidó de que ir sin sostén es algo en lo que la gente se fija.
La palabra “braless” se remonta a 1968, cuando las feministas de la segunda ola protestaron contra un concurso de Miss América arrojando una serie de “instrumentos de tortura femenina”, incluidos sostenes, en un “Bote de Basura de la Libertad”. Desde entonces, el uso de sostén en el Occidente ha disminuido constantemente. Cada vez hay más mujeres que eligen otras formas de soporte, como camisolas o bralettes, o de plano no usar ropa interior superior.
Esto es algo que celebraría, pero lamentablemente, no es una victoria. Lo que debería ser un paso hacia una sociedad más igualitaria, ha sido tomado como una forma más de inspeccionar los cuerpos de las mujeres, y el ciclo de noticias de las celebridades se ha convertido en el campo de batalla local.
Como una forma segura de obtener clics, la palabra “braless” aparece en los titulares del Reino Unido casi las 24 horas del día, los siete días de la semana en 2022. A veces aparece en mayúsculas, por si de alguna manera te lo perdiste al ir navegando por internet mientras vas en el metro. El término es tan ineludible, de hecho, que una búsqueda rápida en uno de los sitios de noticias más grandes del país arrojó más de 30 resultados tan solo el mes pasado.
La palabra está reservada casi exclusivamente para celebridades femeninas; nombres como Bella Hadid y Molly-Mae Hague protagonizan regularmente artículos completos gracias a sus atuendos sin sostén. Por lo general, sigue un relato sexualizado del cuerpo de la mujer, en los que adjetivos como “atrevido” y “vaporoso” aparecen con tanta frecuencia junto a la palabra “braless” que bien podrían ser sinónimos.
El mensaje subyacente es que la mujer busca atención para sus senos, los cuales, por estar libres, deben ser provocativos. Pero para mí, y estoy segura de que para muchas de estas celebridades, la decisión de no usar sostén no tiene nada que ver con la estética, y sí con la comodidad.
En mi primera prueba, me quejé con la asistente de ventas porque el brasier me lastimaba. Ella sonrió con conocimiento y respondió: “Así es siempre al principio”. Así que seguí adelante y di vueltas por mi casa con él puesto como si estuviera amoldando un nuevo par de Doc Martens. Incluso dormí con él esa noche, esperando que su presión sobre mi torso se desvaneciera en un abrazo durante la noche.
Pero la incomodidad nunca desapareció. Probé varios brasieres más durante los siguientes cuatro años, todos los cuales eran arrancados de mi cuerpo en unas pocas horas. A los 16, me rendí. Una vez más, iba “braless”, solo que esta vez sería así de por vida.
Hoy en día, respeto totalmente la decisión de una mujer de usar sostén, pero me sigue sorprendiendo la obsesión de algunas secciones de los medios con aquellas que no lo usan. Por fuera, estos artículos sobre celebridades que no llevan sostén parecen una celebración de los cuerpos de las mujeres, un recuerdo de los días de quemar estas prendas de los años sesenta.
Pero al resaltar la ausencia del brasier, perpetuamos la idea de que las mujeres deberían usar uno. Piénsenlo. ¿Decimos “beltless” (sin cinturón) cuando una mujer muestra la banda de sus pantalones de alta cintura? ¿Consideramos los pies desnudos en tacones mínimos de tiras como ir “sin zapatos”?¿Nos quedamos boquiabiertos ante sus brazos “sin abrigo” cuando salen con una camiseta?
La implicación es que a la mujer sin sostén le falta algo, algo tan integral al cuerpo femenino “presentable”, que su omisión justifica un titular justo al lado de aquellos sobre el Brexit, el covid-19 y la crisis climática. Y al igual que estas noticias, la cobertura de la celebridad "braless" es tratada con urgencia, como si los senos salvajes pudieran representar una amenaza inmediata para la salud de la nación.
Sí, cada vez es más normal no llevar sostén en sociedad. Pero nuestra liberación de ellos, una victoria que debería haber reafirmado nuestra autonomía corporal, ha abierto otra ventana para que seamos controladas. Nuestros senos sueltos están siendo controlados por una cultura de vigilancia que, a diferencia de los brasieres, no se pueden quitar con un simple broche. Y mientras la palabra “braless” siga generando ingresos publicitarios, el Gran Hermano del cuerpo femenino continuará con su reinado invisible.