Jesús Malverde, el ‘santo incómodo’ que veneran narcotraficantes y pobladores de México
En la sexta y última parte de “Narcomundo”, la investigación especial de Independent en Español, José Luis Montenegro visita el santuario del ‘Contrabandista Generoso’, una figura controversial que tiene la simpatía de la delincuencia organizada y la población norteña de México pero no la de la Iglesia Católica
La Iglesia Católica no lo reconoce pero eso importa poco. Cada 3 de mayo, los creyentes de Jesús Malverde, también conocido como “El Santo de los Narcos”, arriban a la Capilla que Don Eligio González construyó para honrar su legado. Según la creencia popular, Jesús Juárez Mazo –nombre real de Jesús Malverde– fue un ‘contrabandista generoso’ que, durante muchos años, le robó a los ciudadanos ricos para repartir ese motín a la comunidades más pobres de las zonas serranas de Sinaloa. Debido a ello, se le atribuyó el mote del “mal del verde”, “el mal del monte”, apodo que después sería transformado a “Malverde”.
Algunas versiones sugieren que el culto a este personaje inició en 1970 cuando un barón de la droga, de nombre Julio Escalante, ordenó asesinar a su hijo por hacer negocios sin su consentimiento. El joven habría sido baleado y arrojado al mar, pero de forma sorprendente, vivió tras rezarle y expresarle su fe a Jesús Malverde.
Jesús Manuel González, hijo de Don Eligio, tiene una versión más enfática. En entrevista con Independent en Español, revela que la Capilla de Malverde se construyó luego de que su padre sufriera un asalto en la sierra y resultara herido de cuatro impactos de bala. “Mi padre se encargaba de trasladar a la gente de la ciudad a la sierra, les brindaba el servicio de transporte de mercancía, la mayoría eran productos que la población compraba para consumir durante todo un mes”, dijo.
Jesús González comenta que, en el año 1976 cuando su padre estuvo hospitalizado tras dicho altercado, recordó que una señora le había sugerido encomendarse a Malverde, antes de realizar cada uno de esos viajes a la zona serrana. “Fue así que mi padre le pidió al santo que, si se aliviaba le iba a hacer una capilla, un altar para venerarlo”, cuenta. Tras recobrar su salud, en 1979, Don Eligio erigió la Capilla con la ayuda de los cualicanenses; y al morir, en el año 2002, Jesús González heredó el liderazgo del recinto del “Santo de los Narcos”.
González llega de prisa a la Capilla, saluda a sus empleados y toma ‘agua bendita’ de un recipiente. Dibuja tres cruces en el busto de Malverde y emite la plegaria al también llamado “Santo Patrón”. El administrador del recinto carga consigo dos cajas de zapatos. En su interior, resaltan dos figuras de unos 40 centímetros de “El Chapo” Guzmán, elaboradas de resina y pintadas a mano por artesanos de Jalisco. “Le vendo una en 1.500 pesos [más de 70 dólares]”, dice. Niego con la cabeza, pero él insiste. “Si se anima, se la dejo en 1.200 pesos [más de 50 dólares]”. La negociación queda en el aire.
–¿Qué milagros o favores le ha concedido Jesús Malverde?
“En alguna ocasión, tuve un accidente muy feo, la camioneta en la que viajaba se hizo pedazos y no me pasó nada. Jesús Malverde me cuida todos los días y yo le pido a él que interceda por mi familia, que la cuide y que a mí me preste salud para seguir adelante”.
–Se rumora que, a la Capilla de Malverde, han arribado figuras prominentes del narcotráfico, tanto a pedir ayuda como a brindar un donativo. ¿Ha visto a alguno de esos personajes? Se habla de “El Chapo” Guzmán y “El Mayo” Zambada…
“Aquí viene mucha gente. La Capilla está abierta de las 07:00 a las 23:00 horas, los 365 días del año. Nosotros no perdemos cuidado de quién entra o quién sale. Yo no conozco a esos personajes, no le podría decir sinceramente. Aquí viene gente que también trabaja honradamente: amas de casa, albañiles, mecánicos, carpinteros e, inclusive, vienen policías, políticos y artistas”.
Jesús González sabe que mucha gente está en contra de la Capilla e, inclusive, de la adoración a Malverde. Entre los detractores está la Iglesia Católica que, desde hace muchos años, ha cuestionado qué hacen los dueños del recinto con todas las donaciones que la ciudadanía brinda. A ese respecto, González asegura que “nosotros no fijamos una cantidad ni tampoco exigimos un diezmo. Solo entregamos un sobrecito y la gente entrega lo que guste. Con ese dinero, nosotros mantenemos la Capilla y ayudamos a la gente”.
Y agrega: “Cuando la Iglesia Católica cuestionó qué hacía mi padre con ese dinero, él comenzó a comprar féretros, sillas de ruedas, muletas y hasta despensas para dárselas a la gente más necesitada. La labor de mi padre ha sido muy reconocida no solo en Culiacán, sino en varias partes de la República Mexicana, y yo quiero continuar con ese legado”.
Al menos desde 1984, cuando se gestaron múltiples manifestaciones para cerrar la Capilla, el debate sobre si Malverde es un santo o no continua. “¿Por qué lo veneran?”, dice un amplio sector de la población de Culiacán que no lo reconoce como un ‘ser bendito’. De acuerdo con González, “para nosotros es un santo porque le pedimos un favor y él nos ha concedido lo que solicitamos con la ayuda de Dios. Los devotos hemos hecho santo a Malverde”.
–¿Cuál ha sido la obra de caridad más significativa que ha hecho con los donativos de la Capilla?
“Hemos entregado camiones llenos de despensas y de juguetes. Todos los días ayudó a gente en el Hospital del Niño; desde 500 pesos hasta 1.000 pesos [entre 25 y 50 dólares], cuando la gente en verdad tiene necesidad”.
–Mucha gente cree que usted lucra con la fe y vive en la opulencia…
“No, yo trabajo. El estar al frente de la Capilla también es un trabajo. Tengo mi casa, gracias a Dios y porque le he echado ganas; y mi esposa y yo tenemos una marisquería que le heredó su padre. Los negocios que están afuera de la Capilla, que ofertan llaveros, postales, estatuillas, calcomanías, también son míos. Yo vivo de esos negocios”.
–¿A cuánto ascienden los ingresos de la Capilla por concepto de donaciones?
“Al día, se pueden juntar entre 600 y 800 pesos [30 y 40 dólares]. Ese monto se usa para la fiesta de Jesús Malverde cada 3 de mayo. Gastamos una buena cantidad de dinero”.
–¿Cuánto dinero destina para la fiesta anual de Jesús Malverde?
“He llegado a invertir 300.000 pesos [más de 14.600 dólares] solo ese día. La gente me ayuda. Con ese dinero, compro despensas, dulces, juguetes, comida, refrescos y agua; también contrato la música, fuegos artificiales y al personal. Por ejemplo, solo en puros tamales, me he llegado a gastar hasta 4.000 pesos [casi 200 dólares]. No todo el dinero que llega a la Capilla debo de donarlo, también tengo que hacerle su fiesta a él [refiriéndose a Jesús Malverde]”.
Cada 3 de mayo, desde muy temprano, la avenida Independencia, en el cruce con 16 de Septiembre, comienza a llenarse de adeptos de Jesús Malverde. Las carpas, las sillas, las mesas con manteles blancos y los globos de color verde y rojo, ya han sido instalados por Jesús González. Los asistentes esperan el banquete mientras escuchan ‘narcocorridos’, aunque algunos otros permanecen al interior del santuario para rezarle al “Santo de los Narcos” o para tomarse alguna fotografía con alguna de las imágenes del ‘festejado’. Es el aniversario luctuoso del “Santo Patrón”.
“Esta fiesta es familiar. Siempre se ha celebrado sin violencia”, dice Jesús González; sin embargo, cuando los grupos de la delincuencia organizada se han sentido amenazados o vulnerados por las fuerzas del orden de Sinaloa e, inclusive, del Gobierno Federal, han actuado deliberadamente y afectando a la población.
–¿Considera que “Los Chapitos” actuaron bien al sitiar la ciudad de Culiacán y emprender un operativo para impedir que capturaran a Ovidio Guzmán?
“No afectaron a los civiles. Dispararon sus armas en donde estaba el problema y se ‘agarraron’ con el Gobierno Federal pero, hay que ser realistas, era su hermano. Era su sangre. ¡Imagínese que capturan a uno de sus hermanos! Usted va a reaccionar de la misma forma. El mismo presidente de la República, si tiene conocimiento de que le están haciendo algún daño a su hermano, va a reaccionar”.
El dueño de la Capilla intenta dar un paso atrás a su declaración y opina: “Yo no estoy justificando [a los hijos de ‘El Chapo’] ni tampoco estoy diciendo que [el operativo armado] esté bien, pero era su hermano. Si tenían la manera de ayudar a su hermano, pues ya lo hicieron”.
–¿Culiacán vive una ola de violencia o se ha pacificado?
“¿Quién lo ha molestado durante su estancia? Culiacán es una ciudad tranquila. Es mala fama. En otros lados, hay secuestros, robo de autos, robo de comercios, violaciones e, inclusive, robo de niños y después venta de sus órganos. Aquí en Culiacán no pasa eso. Puede salir de noche y, quizás le toque la mala suerte que un tipo lo increpe y le quiera quitar su dinero. En todas partes pasa eso y en cualquier país del mundo”.
El 19 de enero de 2017, Joaquín “El Chapo” Guzmán fue extraditado a EE.UU. Hasta el momento de su entrega a autoridades norteamericanas, el otrora líder del Cártel de Sinaloa se encontraba recluido en una prisión de máxima seguridad en Ciudad Juárez, en el estado de Chihuahua. Antes de permanecer en esa cárcel, “El Chapo” había logrado escaparse de dos centros penitenciarios en Jalisco y Estado de México, en uno de ellos, por un túnel de más de 1 kilómetros de longitud.
Semanas y hasta meses antes de la extradición de “El Chapo”, la Capilla de Jesús Malverde, en Culiacán, se llenó de veladoras que los seguidores de Guzmán Loera dejaban como muestra de apoyo hacia el capo y para evitar que fuera trasladado a una prisión en EE.UU, la pesadilla de cualquier narcotraficante mexicano. “Mucha gente le pidió a Malverde que intercediera por él. Prendían veladoras en su honor”, dice Jesús González. De poco sirvieron.
Y agrega: “Ese señor cuidaba a la gente porque, cuando estaba en Sinaloa, no había tanto ‘desmadre’. No mataban a uno y mataban a otro. Dicen que, supuestamente, “El Chapo” metía mucha droga a EE.UU. y a otros países; pero él no los obligaba a que se drogaran. Que se drogue quien quiere y el que es de mente débil. Además si en EE.UU. no hubiera consumidores, no habría mercado ni habría negocio para meter droga allá”.
–Tras la captura y extradición de “El Chapo”, ¿ ha habido un descenso en la violencia luego de que los hijos de Joaquín Guzmán heredaran y ocuparan el liderazgo de su padre?
“Las cosas están tranquilas pero, últimamente, ha habido muchos levantones y cosas así. A veces, los culpan a ellos; y en ocasiones, ellos ni cuenta se dan”.
“¿Sabe cómo conseguí mi trabajo? Gracias a Malverde. ¿Sabe por qué se curó mi esposa tras una cirugía de alto riesgo? Gracias a Malverde. No le doy autorización para que me grabe pero sí para que me escuche”, interrumpe un hombre altivo y fiel creyente del “Santo Patrón”. Y agrega: “Lo invito a que, cuando tenga un problema, se encomiende a nuestro ‘jefecito’”. El desconocido estira su mano y obsequia un llavero que tiene inscrita la oración al “Santo de los Narcos” e insiste: “El punto es no perder la fe”.
–¿Qué opinión le merece que, muchas de las fotografías de los jóvenes que están en la Capilla, son de personas que quieren pertenecer a las bandas del narcotráfico e, incluso, han muerto en el intento?
“¡Están tontos! Que se pongan a estudiar y a trabajar. De forma honrada, también se logran muchas cosas. Hay que hacer las cosas bien”.
–Algunos culiacanenses aseguran que la Capilla de Malverde es un símbolo de la delincuencia organizada…
“Hay muchas capillas de la Santa Muerte, de San Judas Tadeo, y a ellos también los veneran los narcotraficantes. Si, en algún momento, quisieran quitar la Capilla de Malverde, también deberían de quitar la de San Judas Tadeo o de la Santa Muerte. ¿Cuántos narcotraficantes no han capturado las autoridades y en sus casas tienen sus altares? Hay gente que profesa otras creencias y lo mejor es respetar su ideología”.
Jesús González estira su mano y aprieta fuerte. “Gracias por venir”, dice. Una madre entra con sus dos hijos y todos se persignan, prenden una vela y rezan un padrenuestro. El joven de tan solo 18 años de edad había decidido incorporarse a las filas del Cártel de Sinaloa pero fue abatido durante un enfrentamiento con fuerzas militares. “Yo no crié a un maleante”, dice entre lamentos. A dos años del asesinato de su hijo, la señora Clara está convencida que, “esté donde esté, Malverde lo está cuidando”.
El tiempo apremia y es hora de partir. Las camionetas de lujo circulan una tras otra. Los vidrios polarizados impiden saber quién conduce. Los culiacanenses, hombres y mujeres, se preparan para salir de fiesta. La urbe se tiñe de camisas de marca alemana y vestidos cortos. Muy pegados al cuerpo. La música retumba a lo lejos. El sol se está fundiendo en Culiacán y la bestia está despertando. Una ciudad está de pie, a pesar de vivir sangrando. La gente mira con extrañeza a un reportero con una cámara y luces en la espalda, mientras el taxi aguarda en la esquina de la Avenida de los Insurgentes y 16 de Septiembre. González, apresurado y con una caja entre sus manos, alcanza el vehículo e insiste: “¿Si vas a querer la figura de resina de “El Chapo” Guzmán?”. El paquete aguarda entre sus manos. Él, impaciente, sonríe. “No, gracias”, comento. Hay cargamentos que nunca llegarán a su destino.
Esta es la sexta y última parte de la investigación especial “Narcomundo: Sinaloa” de Independent en Español.
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