¿Se podría detener a Putin si finalmente se invitara a Rusia a unirse a la OTAN?
Son tiempos peligrosos y, por el bien de la paz, merece la pena intentar incluso una idea descabellada, escribe Andrew Buncombe
Hace treinta años, a un líder ruso se le ocurrió una idea novedosa para la paz.
La fecha era diciembre de 1991 y el autor era Boris Yeltsin, que fue el primer presidente de la nueva Rusia independiente.
Su carta iba dirigida a la OTAN, y en ella sondeaba las perspectivas de adhesión.
“Consideramos que estas relaciones son muy serias y deseamos desarrollar este diálogo en todas y cada una de las direcciones, tanto a nivel político como militar”, escribió. “Hoy planteamos la cuestión de la adhesión de Rusia a la OTAN, aunque la consideramos un objetivo político a largo plazo”.
Unos años más tarde, cuando Rusia firmó un tratado conocido como Asociación para la Paz, el presidente de EE.UU., Bill Clinton, sugirió que se trataba de una “vía que llevará a la adhesión a la OTAN”.
Varios años después, la administración de George W. Bush volvió a sondear el interés de Rusia.
En 2000, el locutor David Frost preguntó a un tal Vladimir Putin, durante una entrevista en la BBC, si Rusia podría entrar en la OTAN.
“No veo por qué no. No descartaría esa posibilidad -pero repito- siempre y cuando se tengan en cuenta los puntos de vista de Rusia como los de un socio igualitario”, aseveró.
El entonces jefe de la OTAN, el exministro de Defensa británico George Robertson, pensaba que Putin era auténtico. “Querían formar parte de ese Occidente seguro, estable y próspero del que Rusia estaba fuera en ese momento”, explicó más tarde.
Todos sabemos que eso no ocurrió. Sabemos que Rusia sí se adhirió al Consejo Rusia-OTAN en 2002, establecido como medio para mejorar el diálogo, pero que se suspendió en 2014 después de que Rusia invadiera Crimea.
En realidad, las relaciones de Rusia con Occidente se habían agriado mucho antes de eso, como lo demuestra el discurso de Putin de 2007 en Múnich, cuando atacó lo que calificó de dominio de EE.UU. en los asuntos internacionales, y lo acusó de provocar una nueva carrera de armas nucleares al desarrollar defensas de misiles balísticos, socavar las instituciones internacionales y hacer más inestable Oriente Medio.
“El proceso de expansión de la OTAN no tiene nada que ver con la modernización de la alianza”, señaló Putin. “Tenemos derecho a preguntar: ‘¿Contra quién va dirigida esta expansión?’”
Tal y como está el mundo en estos momentos, puede parecer una locura sugerir que se invite a Rusia a formar parte de la OTAN.
El líder ruso ordenó a sus tropas que invadan Ucrania en lo que parece claramente una absoluta violación de las leyes internacionales. Cientos de personas han muerto, el futuro de una nación está en juego.
Las ciudades han sido bombardeadas, más de un millón de personas han huido de las fronteras de Ucrania en busca de seguridad, y todo ello mientras Putin nunca ha aparecido más arrogante o despreciativo del impacto mortal de sus acciones.
“Quiero decir que la operación militar especial se desarrolla estrictamente según el calendario. Según el plan”, afirmó en un discurso televisado el jueves.
“Todas las tareas que se han fijado se están resolviendo con éxito”.
Y añadió: “Ahora, en territorio ucraniano, nuestros soldados y oficiales están luchando por Rusia, por una vida pacífica para los ciudadanos de Donbás, por la desnazificación y desmilitarización de Ucrania, para que no podamos ser amenazados por una derecha antirrusa en nuestras fronteras que Occidente ha estado creando durante años.”
Cuando The Independent sondeó a varios expertos sobre esta cuestión, hubo una consternación general.
Daniel Fried, diplomático estadounidense, que fue subsecretario de Estado para Asuntos Europeos y Euroasiáticos de 2005 a 2009 y embajador de EE.UU. en Polonia de 1997 a 2000, confirmó que EE.UU. había tendido la mano a Rusia en alguna ocasión sobre una posible adhesión.
Sin embargo, subrayó que ofrecer ahora el ingreso en la OTAN a Putin podría percibirse como una recompensa a su agresión, y que enviaría una señal completamente equivocada.
Expresó que el canciller alemán Olaf Scholz había dicho a Putin a principios de este año que no apoyaba la adhesión de Ucrania a la OTAN.
Indicó que Rusia podría haber obtenido algún tipo de acuerdo por escrito con Alemania si ese hubiera sido su objetivo. “Si los rusos estuvieran realmente interesados, podrían haber conseguido algo así”, explicó.
La OTAN tiene que contar con el pleno acuerdo de sus 30 miembros para poder invitar a un nuevo miembro; de los miembros actuales, predijo, tal vez solo Hungría estaría a bordo.
Además, hay otros requisitos, como que el país cumpla ciertas normas democráticas. Por último, Putin podría simplemente burlarse de la sugerencia.
Medea Benjamin, cofundadora del grupo pacifista Code Pink, también consideró que la propuesta no era viable. “La OTAN debería haber sido desechada al final de la Guerra Fría. No creemos que las mejores soluciones sean las alianzas militares”.
Junto a esto, varias cosas parecen claras.
En algún momento, la actual crisis en Ucrania llegará a algún tipo de conclusión. Pero el sentimiento de Putin de verse amenazado por Occidente -imaginado o no- no desaparecerá. Europa necesitará un nuevo marco de seguridad en el que operar. Si hacer la oferta ahora podría detenerlo en su camino, por qué no intentar una tirada de dados.
La otra cosa es que tanto Rusia como Occidente tendrán cada uno más de 5.500 cabezas nucleares y ningún mecanismo significativo para regularlas o supervisarlas. Toda la confianza ha desaparecido.
Una invitación a incluir a Rusia en el futuro de Europa también enviaría una fuerte señal de que Occidente no desea demonizar a todos los rusos y que no se cierran las puertas a los jóvenes manifestantes que se manifiestan valientemente por la paz en ciudades como Moscú.
Quizás sea una idea descabellada. Pero son tiempos mortales y peligrosos.
Por la paz, y por el bien de 44 millones de ucranianos, vale la pena intentar cualquier cosa.