Un día en la frontera Texas-México muestra que la realidad cambia más rápido que la retórica
A medida que se acerca la medianoche, las luces de El Paso, Texas, y Ciudad Juárez, México, llenan el cielo en las silenciosas riberas del río Bravo. Hace unos meses, cientos de familias solicitantes de asilo, incluso con niños pequeños que lloraban, esperaban colarse por una abertura en el alambrado de púas desde Juárez hasta El Paso.
Nadie espera allí ahora.
A casi 800 kilómetros (500 millas) de distancia, en la ciudad fronteriza de Eagle Pass, en estos días rara vez se ven los grandes grupos de migrantes que antes eran comunes en las riberas del río.
En McAllen, en el otro extremo de la frontera de Texas, dos agentes de la Patrulla Fronteriza recorren los campos durante cinco horas sin encontrar un solo inmigrante.
Se trata del regreso a una relativa calma tras un aumento sin precedentes de inmigrantes a través de la frontera sur en los últimos años. Pero nadie lo imaginaría si escucha a la vicepresidenta Kamala Harris y al expresidente Donald Trump hablar sobre la seguridad fronteriza en eventos de campaña presidenciales enfrentados. Y nadie lo sabría tampoco por el ritmo al que Texas gasta en una maniobra fronteriza llamada Operation Lone Star (Operación Estrella Solitaria): 11.000 millones de dólares desde 2021.
Trump, el gobernador de Texas, Greg Abbott, y otros funcionarios electos a menudo hablan de la “frontera abierta” de Estados Unidos con México. La inmigración es un tema importante en la contienda presidencial, y la mayoría de los votantes estadounidenses dicen que debería reducirse.
Pero las condiciones en la frontera a menudo cambian más rápidamente que la retórica política. Los arrestos por cruces ilegales se desplomaron casi 80% de diciembre a julio. El calor del verano suele reducir la migración, pero más allá de eso, las autoridades mexicanas aumentaron drásticamente la vigilancia dentro de sus fronteras en diciembre. Además, el presidente Joe Biden introdujo importantes restricciones al asilo en junio.
Los cruces siguen siendo altos según los estándares históricos, y las cifras récord de personas desplazadas por la fuerza en todo el mundo —más de 117 millones a finales del año pasado, según la Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR)— pueden hacer que la caída sea temporal. Y algunos críticos republicanos dicen que las nuevas y ampliadas vías legales de Biden para ingresar a Estados Unidos son un juego tramposo para reducir los cruces ilegales —junto con las imágenes y titulares caóticos que generan— mientras todavía se permite el ingreso de personas.
The Texas Tribune y The Associated Press pasaron 24 horas en cinco ciudades a lo largo de la frontera de 2.018 kilómetros (1.254 millas) de Texas con México para comparar la retórica con la realidad.
Jueves 8 de agosto, 11 p.m.
En las riberas del río Bravo en Ciudad Juárez no hay migrantes a la vista, pero la evidencia de cruces anteriores aún cubre el suelo. Ropa que se quedó enredada en alambrado de púas. Un cepillo de dientes y una tarjeta de transporte público de la Ciudad de México ensucian el lecho del río.
Una camioneta del Instituto Nacional de Migración está estacionada cerca y el conductor vigila el río. Es un recordatorio de la intensificación de la vigilancia por parte de México tras una petición de ayuda de las autoridades estadounidenses a finales de diciembre.
En la orilla opuesta, en El Paso, miembros de la Guardia Nacional de Texas, en camionetas sin distintivos, y agentes del Departamento de Seguridad Pública del estado también vigilan el río. “No pueden estar en esta zona”, grita en español un soldado estadounidense con un rifle a los periodistas del otro lado del río.
En la última semana, la Patrulla Fronteriza procesó y liberó en promedio menos de 200 inmigrantes por día en El Paso, en comparación con los casi 1.000 en diciembre pasado y casi 1.500 en diciembre de 2022. Los inmigrantes ya no duermen en grandes cantidades en las calles del centro, algo que antes era habitual.
En el Aeropuerto Internacional de El Paso, a las 3:30 de la madrugada, descienden de una camioneta decenas de migrantes. La terminal está tranquila, pero no hace mucho, cientos de ellos dormían allí todas las noches, incluidos bastantes que perdieron sus vuelos porque era su primera vez en un avión y las aerolíneas, que contaban con poco personal, no estaban preparadas para responder a sus preguntas.
Border Servant Corps (Cuerpo de Siervos en la Frontera), un grupo sin fines de lucro en la cercana Las Cruces, Nuevo México, dice que ha ayudado a más de 130.000 inmigrantes con más de 18 millones de dólares en alojamiento y apoyo para viajes a sus destinos finales en Estados Unidos. Casi una cuarta parte son de Venezuela, seguidos por los de Colombia y Cuba. Los principales destinos son ciudades en Florida, Texas, Nueva York e Illinois.
Ceci Herrera es una trabajadora social jubilada que colabora con Border Servant Corps ayudando a las familias migrantes en el aeropuerto. Dice que ella sabe lo que es no tener un sentido de pertenencia.
“En materia de inmigración, es importante decir que perteneces a un país en lugar de sentir que no eres de allí ni de allá”, menciona tras ayudar a familias migrantes a conseguir sus pases de abordar.
Muchos migrantes son liberados con citaciones para presentarse ante una corte de inmigración, donde tienen la posibilidad de solicitar asilo. Pueden tramitar permisos de trabajo en seis meses, mientras sus casos tardan años en decidirse en tribunales saturados.
Adicionalmente, más de 765.000 personas han entrado legalmente desde enero de 2023 hasta julio pasado a través de un sistema de citas en línea llamado CBP One, que les permite quedarse durante dos años con autorización de trabajo. El gobierno federal ofrece 1.450 citas al día en la frontera sur, incluidas unas 400 en Brownsville, alrededor de 200 en El Paso y en Hidalgo, cerca de McAllen, y un número menor en Eagle Pass y Laredo.
En el aeropuerto, Yenny Leyva Bornot, de 39 años, quien huyó de Cuba con su esposo y su hijo de 14 años, todavía asimilaba el hecho de que consiguieron una de las preciadas citas y habían llegado a Estados Unidos. “Estamos en un país de libertad”, dijo.
La familia voló a Nicaragua en noviembre y luego viajó por tierra a México, el único país desde el que los migrantes pueden solicitar citas por internet. Consiguieron una en El Paso después de siete meses de intentarlo, con la ayuda de un tío en Alemania, una tía en España y un cuñado en Sarasota, Florida, quienes les ayudaron a cubrir sus gastos.
Pero ahora su vuelo a Florida se ha retrasado.
“¿Qué son dos horas más tras siete meses?”, expresó Leyva Bornot. “Este es el sueño de la mayoría de los cubanos: venir a Estados Unidos a trabajar y ayudar a tu familia en casa”.
Viernes 9 de agosto, 5 a.m.
A cientos de millas de distancia, cerca de McAllen, Christina Smallwood y Andrés García, agentes de la Patrulla Fronteriza, salen de su puesto dos horas antes del amanecer. Conducen por un camino con diques cerca de donde un imponente muro fronterizo construido durante el gobierno de Trump está iluminado como estadio de béisbol. A pesar de años de construcción del muro, la frontera entre Texas y México tiene solo alrededor de 280 kilómetros (175 millas) de valla, lo que cubre menos del 15% de su longitud.
Los agentes miran a través de los carrizos en busca de balsas improvisadas y escaleras que dejan abandonadas allí las personas que logran cruzar el río.
La zona cercana al puente Hidalgo es un punto conocido para quienes atraviesan la frontera y tratan de eludir la captura —a diferencia de los solicitantes de asilo que se entregan rápidamente a los agentes— porque está cerca de una carretera muy transitada. Pueden subir fácilmente a un vehículo y perderse en el tráfico.
Ahora está tranquilo. Los agentes no ven a un solo migrante en casi cinco horas.
“En comparación con las cifras de la última década, la diferencia actual es una locura”, dijo García.
Viernes, 10 a.m.
Aproximadamente a 241 kilómetros (150 millas) río arriba, en Laredo, el sonido de los motores retumbantes de los tractocamiones y el olor a diésel y escape llenan el aire cálido mientras los vehículos se alinean en el World Trade Bridge, uno de los cuatro puentes internacionales de la ciudad.
“Empieza a haber mucho trabajo para nosotros a las 10 en punto; las 10 u 11. Y es bastante constante hasta aproximadamente las 4 o 5 de la tarde”, dijo Alberto Flores, director del puerto de entrada de Laredo.
Del lado mexicano de la frontera, las que parecen ser pequeñas cajas blancas se extienden hacia el horizonte. Son tractocamiones de carga llenos de mercancías procedentes de almacenes de Nuevo Laredo.
Laredo es por mucho el punto de entrada de mercancías más transitado de Estados Unidos: más del doble de tractocamiones de carga pasaron por allí en el último año que por Detroit, el segundo puesto.
Unos 8.000 tráileres llenos de mercancías, desde flores hasta lechugas y autopartes, pasan cada día por los 19 carriles del World Trade Bridge, al noroeste del centro de Laredo. Es un trayecto directo por la carretera interestatal 35 hasta San Antonio y Dallas.
En una cabina para camioneros preverificados, un agente de la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza de Estados Unidos (CBP, por sus siglas en inglés) abre una ventanilla corrediza y toma una hoja de papel que le da el conductor. La computadora muestra un manifiesto que dice que el camión lleva 20 palés de una solución utilizada para diálisis.
“Estamos verificando que todo sea básicamente exacto. Y si es exacto y no hay anomalías, (si no hay) nada en el sistema, entonces pueden irse”, explica el oficial.
El siguiente vehículo es una cabeza tractora, probablemente para recoger un contenedor vacío en el lado estadounidense y llevarlo de regreso a México. El oficial intenta limitar cada inspección a 45 segundos.
Flores quiere “asegurarse de que la carga fluya constantemente”, un desafío cuando los cruces ilegales son inusualmente altos. En diciembre se cerraron temporalmente los cruces de carga en Eagle Pass y en El Paso, y otro en Lukeville, Arizona, ya que los oficiales fueron desviados de los puertos de entrada para lidiar con el aumento de migrantes que llegaban a la frontera. Las empresas locales dijeron que los cierres hicieron que los negocios se desplomaran, y el cierre de cinco días de dos cruces ferroviarios fronterizos costó a las industrias 200 millones de dólares diarios, según la empresa de trenes Union Pacific.
Flores visita una pequeña casa móvil prefabricada dentro del área de inspección del puente para felicitar a un empleado que la revisa mediante imágenes en una máquina grande de rayos X conocida como Portal Multi-Energía. El oficial inspeccionaba un envío de flores cuando vio algo inusual. Resultaron ser más de 318 kilogramos (700 libras) de metanfetamina.
La máquina rectangular produce escaneos detallados en blanco y negro de los tractocamiones y su carga que parecen dibujos al carboncillo. La CBP tendrá cuatro máquinas más de este tipo para octubre, y las utilizará en la mayoría del tráfico comercial.
“¿Puedo tomarme el día libre?”, le pregunta el oficial a Flores. La sala llena de oficiales de la CBP estalla en risas.
“Ya te avisaré”, responde Flores.
La reciente disminución de las detenciones de migrantes no ha frenado el flujo de drogas a través de la frontera. Los cárteles mexicanos están en el corazón de lo que la DEA, la agencia antidrogas estadounidense, llama una crisis de drogas sintéticas mortales, con sustancias químicas originarias de China que se mezclan en México y son transportadas a través de la frontera con Estados Unidos a menudo por ciudadanos estadounidenses. Las estadísticas federales muestran que el 46% de las incautaciones de drogas a nivel nacional ocurrió en esta frontera en los años fiscales 2021-2023.
Las mayores incautaciones de fentanilo, heroína, metanfetamina y cocaína se realizan en los cruces fronterizos de Arizona y California, pero Flores reporta que la metanfetamina y la cocaína suelen pasar por Laredo. La DEA dice que una facción del cártel de Sinaloa llamada “Los Chapitos” prefiere un cruce en El Paso para el contrabando de narcóticos.
La metanfetamina se examina con un pequeño dispositivo portátil dentro de una instalación de almacenamiento refrigerado con muelles de carga. No hubo arrestos en el incidente, que está bajo investigación, pero las drogas fueron confiscadas, dijo un portavoz de la CBP.
Otros camiones dirigidos a un lado para una inspección más detallada incluyen uno lleno de vasos de plástico para la popular cadena de comida rápida Whataburger, con sede en Texas, y otro con latas de atún. Una pastor alemán de la K-9 —la unidad canina—, llamada Magi, inspecciona uno lleno de baldosas de mármol.
Los otros puentes internacionales de Laredo canalizan visitantes, estudiantes y viajeros en automóvil y a pie, un elemento vital de la economía local aquí y de otras ciudades fronterizas. Pero Laredo se destaca porque no tiene muro fronterizo como resultado de la oposición de los terratenientes privados. Y la violencia relacionada con los cárteles en Nuevo Laredo ha hecho que la ciudad sea poco atractiva para los migrantes que buscan cruzar.
Mónica Ochoa, quien esperaba con su hija de 5 años en la histórica Plaza de San Agustín a que su madre las recogiera, dice que sus condiciones de vida son “muy complicadas”, ya que ella trabaja como maestra de escuela en México mientras sus hijas, ambas ciudadanas estadounidenses, asisten a la escuela en Laredo. Aunque agrega que los retratos de la violencia mexicana en los medios son exagerados con frecuencia, reportó que la seguridad es una de las razones por las que quiere que sus hijas vivan en Estados Unidos.
Viernes, 11:30 a.m.
La jueza del condado Webb, Leticia L. Martinez, está por terminar una sesión matutina que comenzó en Zoom con 49 pantallas diminutas. Los migrantes y sus abogados llenaron la sala del tribunal virtual mientras Martinez revisa los cargos penales presentados contra los migrantes en el marco de la Operación Estrella Solitaria. El estado anunció ese día que ha realizado más de 45.000 arrestos desde que comenzó la campaña en 2021, y presentado casi 40.000 cargos por delitos graves, a menudo por allanamiento en propiedad privada.
Algunos acusados llaman desde Latinoamérica con conexiones irregulares que interrumpen las comunicaciones para presentarse ante el tribunal a pesar de que ya han abandonado el país. Otros de quienes han sido deportados no se presentan y sus abogados dicen que no se los pudo localizar. Quienes se presentan a menudo están confundidos.
Un hombre está acostado cuando Martinez comienza a llamar sus nombres. Otro está de pie frente a frondosos árboles verdes.
Un intérprete judicial le pide a un hombre que se quite la gorra de béisbol cuando se llama a su caso. El hombre gira la gorra hacia atrás y solo se la quita después de que el intérprete levanta la voz para repetir la orden con impaciencia.
Mientras la jueza revisa la lista, desestima el caso de otro migrante después de que un fiscal reconoce que el estado no tiene pruebas para acusarlo.
“Muchas gracias”, dice una voz al otro lado con una cámara que solo muestra la parte trasera de una camioneta.
La jueza dice a dos hombres que aparecen en cámara vestidos con monos naranjas de una prisión en Edinburg que serán entregados a las autoridades federales para su deportación. Uno de ellos pide un traslado urgente tras alegar que ha sido amenazado por bandas violentas en la prisión.
“Tengo miedo”, dice en vano. “Yo quiero llegar a México a ver a mis hijos, a mis nietitos que tengo chiquitos".
Continuó: “Yo no sé leer, no sé escribir. Yo vine así nomás sin saber que es lo que iba a pasar. Discúlpenme por favor. Nunca más lo hago".
La jueza le dice al hombre que probablemente lo sacarán de la cárcel y lo entregarán al gobierno federal al día siguiente.
Antes de levantar la sesión, la jueza escucha al abogado de un hombre quien aparentemente ha sido secuestrado. El fiscal Steven Todd dice que el caso no debe continuar porque el hombre no se presentó, pero Martinez no está de acuerdo.
“Bueno, no se ha fugado. Lo han secuestrado. (Hay) una gran diferencia”, dice la jueza.
Viernes, 12:30 p.m.
En la cocina de una iglesia de El Paso, una mujer cocina carne con chile rojo, frijoles y arroz mientras un hombre guatemalteco de 22 años en silla de ruedas pone las mesas. El hombre dijo que sufrió una lesión cerebral por inhalación de humo en un incendio el año pasado en un centro de detención de migrantes en Ciudad Juárez que mató a 40 personas, lo que afectó su capacidad para caminar y hablar.
La iglesia es parte de una red de refugios para inmigrantes llamada Annunciation House, un grupo fundado en 1978 por Rubén García, un conocido humanitario católico local quien ha trabajado con funcionarios federales de inmigración para albergar a migrantes recién llegados. Un juez estatal desestimó recientemente una demanda contra Annunciation House presentada por Ken Paxton, la procuraduría de Texas, que acusó al grupo de albergar ilegalmente a inmigrantes y negarse a entregar registros. A pesar del resultado, los cargos hicieron olas en toda la comunidad de defensores de inmigrantes a lo largo de la frontera. Mediante acusaciones similares, Paxton ha denunciado a otros, incluida la organización Catholic Charities of Rio Grande Valley.
Temprano esa mañana, García recibió su mensaje de texto diario de un agente de la Patrulla Fronteriza: la agencia liberaría a 25 personas en El Paso ese día. García respondió que podía recibirlas.
Esa es la cifra diaria más baja que García ha visto en cuatro años. La mayor cantidad que la Patrulla Fronteriza ha enviado a los refugios fue de 1.100 en un solo día; a principios de este año, García reportó que aceptaron a 600 en un día. “Este febrero, habré estado haciendo esto durante 47 años”, dijo sentado en una silla en la iglesia. “Mi experiencia me dice que esto nunca termina”.
La procuraduría de Texas dijo en documentos judiciales que la Annunciation House parece “estar involucrada en el negocio del tráfico de personas”, operando una “casa de escondite ilegal” y alienta a los inmigrantes a ingresar al país ilegalmente porque brinda orientación legal. El estado pidió registros de los nombres de los clientes, una solicitud de subvención que el refugio presentó al gobierno federal, materiales que proporcionó a los inmigrantes y una lista de todos los refugios que opera García.
La oficina de Paxton apeló el caso ante la Corte Suprema de Texas. García dice que algunos voluntarios decidieron no ayudar por temor a que pudieran procesarlos a ellos.
“Yo esperaría que, en cambio, esto galvanizara a la gente para que dijera: ‘No me voy a hacer de la vista gorda. Voy a ir y ofrecerme para trabajar con refugiados y ser parte del proceso de brindar lo que es inminentemente una respuesta humanitaria’”, agregó.
Viernes, 1:30 p.m.
Shelby Park, en Eagle Pass, es la zona cero de la Operación Estrella Solitaria, un desafío sin precedentes de Texas al añejo principio de que la política migratoria es dominio exclusivo del gobierno federal. Texas argumenta que tiene el derecho constitucional de defenderse contra lo que llama una “invasión”, y que la afluencia de inmigrantes perjudica las arcas públicas.
Durante la Operación Estrella Solitaria, Texas ha trasladado en autobús a unos 120.000 inmigrantes a ciudades como Nueva York, Chicago y Denver. Los policías estatales y la Guardia Nacional de Texas se han convertido en una presencia masiva en las ciudades en la frontera del estado con México, que tiene aproximadamente dos tercios de la longitud de la frontera entre Estados Unidos y México.
Andrew Mahaleris, portavoz de Abbott, defendió los esfuerzos del gobernador para hacer cumplir la ley de inmigración —incluido el traslado de migrantes a otras ciudades— y afirmó que los cruces ilegales han disminuido recientemente debido a la Operación Estrella Solitaria.
Maheleris dijo en un comunicado que hasta que Biden y Harris “progresen y hagan su trabajo para asegurar la frontera, Texas seguirá utilizando todas las herramientas y estrategias para responder a la crisis fronteriza Biden-Harris”.
El estado ha colocado alambre de púas en muchas áreas, incluida una barrera de tres capas en Eagle Pass. También instaló un muro flotante conformado de boyas y redes sumergidas cerca de Shelby Park para disuadir los cruces por el río.
El parque, que es una extensión plana de campos de juego y una rampa para botes al final del distrito comercial del centro y está al lado de un campo de golf, está cerrado desde que Texas se lo incautó a la ciudad en enero y lo convirtió en una zona de instalaciones frente al río. A los agentes de la Patrulla Fronteriza, una agencia federal, se les niega la entrada. Las autoridades de Texas no respondieron a las solicitudes para ingresar al parque en este día.
Eagle Pass, una ciudad de 30.000 habitantes llena de almacenes y casas viejas, fue durante gran parte de 2022 el más activo de los nueve sectores de la Patrulla Fronteriza en los límites con México. Los arrestos diarios por cruces fronterizos ilegales en el sector promediaron 255 en junio, frente a los casi 2.300 seis meses antes.
Shelby Park, que alguna vez fue el sitio donde los niños jugaban fútbol y la ciudad realizaba grandes eventos —y más recientemente un lugar donde grandes grupos de migrantes cruzaban la frontera casi a diario— es ahora una base militar improvisada y polvorienta. Soldados armados caminan sobre contenedores y custodian la entrada con armas largas.
Al otro lado de la calle del parque, George Rodriguez, un nativo de Eagle Pass de 72 años, se prepara para enfrentar el calor de la tarde y cerrar su puesto en un mercado de pulgas, donde vende teclados rosados, una aspiradora y un soporte para televisión. Dice que bloquear a la Patrulla Fronteriza de parte de la frontera no tiene sentido.
“De vez en cuando, el gobernador y sus secuaces vienen aquí y arman un gran alboroto”, reportó Rodriguez mientras la música crepitaba en la radio, los muebles raspaban el pavimento y las perchas tintineaban con el viento. “Es sólo un truco político”.
Aproximadamente a 1,6 kilómetros (1 milla) río arriba del río Bravo, dos trabajadores en la planta de tratamiento de agua de la ciudad se topan con una bolsa llena de calcetines. No hay huellas recientes en el camino de arena. Hace unos meses, habrían encontrado pilas de ropa y basura que podrían obstruir las bombas.
Viernes, 3:30 p.m.
Las historias de por qué vienen los migrantes han cambiado poco en los últimos años, y son a menudo una mezcla del deseo de mejorar sus vidas económicamente y el miedo a la violencia en sus países de origen. Lo que sí ha cambiado son las cifras, y quizás en ningún otro lugar más que en el Valle del Río Grande.
Los arrestos en el sector del Valle del Río Grande de la Patrulla Fronteriza, el más activo del país entre 2013 y 2022, se redujeron a un promedio de 133 al día en junio, frente a los más de 2.600 en julio de 2021. Muchas personas son liberadas con órdenes de comparecer ante un tribunal de inmigración, donde una acumulación de 3,7 millones de casos significa que se necesitarán varios años para desahogar las solicitudes de asilo.
En Brownsville, José Castro López, de 32 años, se sentó dentro de la estación principal de autobuses durante más de cuatro horas antes de su viaje a las 8 de la noche a Florida. Con su pareja y sus hijos llegaron después de un viaje de dos meses desde Honduras que los llevó a Ciudad de México, donde solicitó la entrada a través de la app CBP One.
Refirió que el trabajo de construcción en Honduras no pagaba lo suficiente para mantener a una familia.
“Estoy desvelado, estresado”, comentó. “Pero gracias a Dios estamos bien ya. Dios nos dio el privilegio de estar acá. Hay que echarle ganas ahora”.
Otra pasajera en la estación de autobuses, Lilibeth García, de 32 años, dijo que se graduó en 2016 de la escuela de medicina en Venezuela, donde estudió para ser cirujana, pero la caída económica en picada del país hizo que fuera difícil ganarse la vida allí.
García llegó a la estación con su hija de un año y un primo, Robert Granado, tras un viaje de dos meses desde la ciudad de Guárico a través del Tapón del Darién, una travesía selvática de 97 kilómetros (60 millas) que se extiende a lo largo de la frontera entre Colombia y Panamá. García dijo que se sentía culpable por hacer el peligroso viaje junto con su hija, Cataleya, pero la pequeña se mantuvo tranquila y de buen ánimo a pesar de un ataque de fiebre.
“Me siento feliz”, dijo Granado mientras esperaban un autobús a la ciudad de Nueva York. “Ya se acabó esta travesía”.
En el otro extremo de la frontera entre Texas y México, en Ciudad Juárez, un viaje que se ha extendido cinco meses aún no termina para Gloria Lobos, de Guatemala. Lobos informó que huyó de su esposo, quien la maltrataba físicamente, y se instaló en Chiapas, en el sur de México, donde trabajó en una granja y limpió habitaciones en un hotel. En marzo, cuando la familia se dirigía a una tienda de comestibles, refirió que dos hombres en una motocicleta intentaron secuestrar a su hija.
Tras denunciar el intento de secuestro ante la policía, Lobos reportó que los hombres regresaron días después con un arma y le dispararon a su hija, pero la bala no dio en el blanco. Dijo que corrió a la estación de autobuses con sus hijos y otros familiares. Ciudad Juárez fue el primer lugar con boletos disponibles.
Ahora ella y su hija viven en un refugio local dirigido por una iglesia metodista y encabezado por el pastor Juan Fierro García, de 65 años, mientras esperan una cita en CBP One. El refugio tiene 63 migrantes que pasarán allí la noche, en comparación con los 180 que había recientemente.
Sentada en una silla de metal en la iglesia, la mujer dijo que nunca pensó enfrentar este tipo de violencia.
Viernes, 7 p.m.
En Glendale, Arizona, Kamala Harris —en su primera visita a un estado fronterizo desde que se convirtió en la candidata presidencial demócrata— habla sobre inmigración al minuto 20 de un discurso de 30 minutos. Es su cuarto día de campaña con su compañero de fórmula, el gobernador Tim Walz, en estados sin tendencia partidista y que son decisivos para las elecciones presidenciales. Hace referencia a su trabajo como procuradora de California, otro estado fronterizo, y luego repite una frase que los demócratas han defendido durante muchos años.
“Sabemos que nuestro sistema de inmigración está descompuesto y sabemos lo que se necesita para arreglarlo: una reforma integral que incluya una fuerte seguridad fronteriza y un camino ganado hacia la ciudadanía”, dice, lo que provoca aplausos.
Harris ataca a Trump, su rival republicano por la Casa Blanca, al señalar que este año se opuso a un proyecto de ley que, entre otras cosas, habría impuesto límites al asilo, añadido agentes a la Patrulla Fronteriza y cambiado los procedimientos de asilo para acelerar las decisiones.
Poco después, en un mitin en Bozeman, Montana, Trump no pierde tiempo en abordar la inmigración, su tema insignia. Utiliza la palabra “frontera” más de 30 veces durante su discurso de 100 minutos.
Harris, dice a la multitud, “¡quiere permitir que millones de personas ingresen en masa a nuestra frontera mediante una invasión! … Cuatro años más de la loca Kamala Harris significan 50, probablemente significan 50 millones de extranjeros ilegales que ingresarán a nuestro país”. (La Patrulla Fronteriza ha realizado alrededor de 7,1 millones de detenciones desde febrero de 2021 hasta julio de 2024, a menudo de la misma persona más de una vez, mientras que un número desconocido ha eludido la captura).
Trump, quien durante su campaña ha prometido deportaciones masivas, habla varios minutos sobre los “extranjeros ilegales” que son enviados a Estados Unidos desde las cárceles de otros países, una afirmación que carece de pruebas. Relaciona la migración con el aumento de la delincuencia y habla de inmigrantes que se desbandan, invaden, destruyen, arruinan, devastan y depredan.
Después de las 11 de la noche, menciona la frontera por última vez: “El año que viene, las fronteras de Estados Unidos serán fuertes, selladas y seguras. Lo prometo”.
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Esta historia es parte de una colaboración entre The Texas Tribune, una organización periodística sin fines de lucro dedicada a promover el compromiso cívico; FRONTLINE, a través de la Local Journalism Initiative de la serie de la cadena PBS, con fondos la John S. y la Fundación John S. y James L. Knight; y The Associated Press. Berenice Garcia, Uriel J. García, Maurer y Serrano son periodistas del The Texas Tribune; Lozano y Spagat, de la AP.