Cónclave: qué significa el humo blanco y los ingredientes secretos que determinan su color
Esto es lo que contiene el humo que anunció la elección del nuevo papa León XIV
Esta semana, 133 cardenales se reunieron en el Vaticano para elegir al nuevo líder de la Iglesia católica. Durante sus deliberaciones, la única señal visible de su progreso son las columnas de humo que emergen periódicamente de una chimenea instalada en el techo de la Capilla Sixtina.
Según la tradición, el humo negro indica que aún no hay consenso, mientras que el humo blanco anuncia que se ha elegido a un nuevo papa.
Pero, ¿qué tipo de humo es exactamente? Pasemos a la parte científica.
La costumbre de quemar las papeletas para mantener el secreto de la votación se remonta, al menos, al siglo XV. Sin embargo, no fue sino hasta el siglo XVIII, cuando se instaló una chimenea en la Capilla Sixtina para proteger los frescos de Miguel Ángel del hollín, que el humo se volvió visible para quienes estaban fuera del recinto.
En aquel momento, el humo no estaba pensado como una señal pública. Sin embargo, al volverse visible, los curiosos comenzaron a interpretarlo como un indicio del resultado de la votación.
En el siglo XIX, se volvió costumbre usar el humo de forma deliberada: si se veía humo, significaba que no se había elegido papa; en cambio, su ausencia indicaba que la elección había sido exitosa. Esta práctica, por supuesto, carecía de claridad y generaba frecuentes confusiones.

Con el tiempo, el Vaticano decidió formalizar el proceso y aclarar su significado mediante el uso oficial de la fumata nera (humo negro) y la fumata bianca (humo blanco). Al principio, para lograr el humo negro, se añadían paja húmeda y alquitrán a las papeletas quemadas. Como sabe cualquiera que haya intentado encender una fogata mojada, un combustible húmedo y aceitoso no arde con facilidad, pero una vez que prende, genera una gran cantidad de humo oscuro.
Esto se debe a una combustión incompleta: la energía del fuego se emplea primero en evaporar el agua, lo que mantiene baja la temperatura de la llama. Como resultado, muchas de las moléculas grandes del alquitrán no se queman por completo, lo que produce hollín y humo denso.
En cambio, cuando ya no hay humedad, el fuego arde con mayor eficiencia y produce principalmente vapor de agua y dióxido de carbono. En ese punto, el humo se reduce y se vuelve mucho más claro.
Esta fumata cambiante, sumada a la interpretación subjetiva del color, causó bastante confusión, especialmente durante los cónclaves de 1939 y 1958. Por ejemplo, no quedaba claro si el humo gris se parecía más al negro o al blanco.
Para la década de 1970, el método con paja fue reemplazado por mezclas químicas más controladas. Desde entonces, el proceso se ha convertido en un sistema claro y sin ambigüedades para generar las señales de humo.

Receta actual
En 2013, el Vaticano confirmó que sus recetas para la fumata ya incluyen una fórmula precisa para generar humo negro: perclorato de potasio (KClO₄), una sustancia oxidante que aporta oxígeno a la reacción; antraceno, un hidrocarburo derivado del alquitrán de hulla que actúa como combustible y produce un humo denso; y azufre, utilizado para regular la velocidad de combustión y la temperatura.
El resultado es una combustión deliberadamente ineficiente, que genera un alto volumen de partículas de carbono sin quemar. Esta abundancia de hollín hace que el humo sea espeso y negro, similar al que se produce al quemar aceite o caucho, materiales con alto contenido de compuestos a base de carbono.
En cambio, el humo blanco se genera con una mezcla de combustibles mucho más limpia y un oxidante más potente. El clorato de potasio (KClO₃), aún más reactivo que el perclorato, garantiza una combustión intensa y caliente. La lactosa actúa como combustible, quemándose rápidamente y de forma limpia para producir vapor de agua y dióxido de carbono.
La rápida combustión del azúcar libera grandes cantidades de gases —vapor y CO₂—, lo que crea una nube blanca y voluminosa. El ingrediente final, la resina de pino, aporta un humo blanco espeso al calentarse, liberando pequeñas gotas y ceniza clara que contribuyen a su color. Además, contiene terpenos que, al arder, generan un humo pálido y visible.
Cuando se combinan, el poder oxidante del clorato de potasio permite que la lactosa y la resina de pino ardan de forma rápida e intensa. El proceso produce principalmente subproductos limpios, además de una nube de vapor y partículas de resina.
En lugar de hollín, el humo contiene gotas microscópicas y sólidos finos de aspecto transparente o blanco. El resultado es una mezcla de vapor y humo blanco o gris claro que contrasta fuertemente con el humo negro, denso y cargado de carbono.
Con el tiempo, la señal de humo del cónclave papal dejó de ser un subproducto incidental de la quema de papeletas para convertirse en una herramienta de comunicación cuidadosamente diseñada.
Hoy, gracias a la química moderna, el mensaje es inequívoco: columnas negras y densas indican votos inconclusos; una pluma blanca brillante, que un nuevo papa ha sido elegido.
Mark Lorch es catedrático de Comunicación Científica y Química en la Universidad de Hull
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation y se reproduce bajo licencia Creative Commons. Lee el artículo original
Traducción de Leticia Zampedri