India: Pastores de Ladakh laboran para salvar su futuro
Enclavada entre la India, Pakistán y China, la región de Ladakh no sólo ha enfrentado disputas territoriales, sino también los marcados efectos del cambio climático
El nómada Tsering Angchuk se ha comprometido a quedarse en su remota aldea de la región de Ladakh en la India.
Sus dos hijos y la mayor parte de los otros aldeanos han emigrado a un asentamiento urbano cercano, pero Angchuk está decidido a pastorear su rebaño de cabras que producen fina lana de cachemira en la localidad de Kharnak, carente de árboles, en un desierto conmovedoramente hermoso pero implacable, frío y montañoso.
El hombre de 47 años pastorea 800 corderos y cabras y un rebaño de 50 yaks del Himalaya en Kharnak. En 2013 emigró a Kharnakling, un asentamiento urbano en las afueras de un poblado regional llamado Leh, pero regresó al año siguiente, no porque su vieja vivienda hubiese mejorado en nada, señaló, “sino porque los centros urbanos están empeorando y allí sólo hay trabajos serviles para la gente como nosotros”.
Enclavada entre la India, Pakistán y China, Ladakh ha enfrentado disputas territoriales y los marcados efectos del cambio climático. Las localidades poco pobladas de la región han sido testigos de patrones climáticos cambiantes, que ya han alterado la vida de las personas por medio de inundaciones, deslaves y sequías.
Miles de nómadas de Ladakh, conocidos por su estilo de vida único en uno de los paisajes más hostiles del mundo, han estado en el corazón de estos cambios, exacerbados por conflictos fronterizos y la disminución de las tierras de pastoreo. Los cambios han obligado a cientos de personas a emigrar a asentamientos urbanos en su mayor parte, mientras que otras laboran para hacer que la región sea un sitio más habitable.
Los hijos de Angchuk no volvieron —no quieren ser pastores, señaló_, y se establecieron en Leh. Uno se convirtió en contratista de la construcción y el otro trabaja en una agencia de viajes, parte del floreciente sector turístico de la región.
Con más de 300 días soleados al año, el desierto se ubica en la sombra orográfica del Himalaya y sólo recibe unos 100 milímetros (4 pulgadas) de precipitación anual.
Ubicado a una altitud de 4.750 metros (15.000 pies) sobre el nivel del mar, las temperaturas pueden descender a 35 grados Celsius bajo cero (31 grados Fahrenheit bajo cero) durante los largos meses de invierno. Pero está volviéndose más cálido.
En el idioma ladakhi local no existe una palabra para nombrar a un mosquito, pero ahora hay gran cantidad de estos insectos en la región, dijo Sonam Wangchuk, un ingeniero que trabaja en soluciones de sustentabilidad en el Instituto de Alternativas del Himalaya, en Ladakh.
“Todos estos están viniendo debido a que el clima es viable para ellos”, señaló.
Los miles de glaciares de Ladakh, que ayudan a darle a esta región agreste su título de ser uno de los depósitos de agua potable del mundo, están retrocediendo a un ritmo alarmante, lo que amenaza el suministro de agua para miles de personas.
“Este año tuvimos un derretimiento de glaciares sin precedente”, dijo el profesor Shakil Romshu, destacado glaciólogo y científico de la Tierra.
Romshu dijo que su equipo ha estado estudiando siete glaciares en el Himalaya de Cachemira y Ladakh durante nueve años, pero “este año muestra la máxima ablación”, refiriéndose a la cantidad de nieve y hielo que ha desaparecido.
Drung-Drung, el segundo glaciar más grande de Ladakh, se derritió cinco metros (197 pulgadas) en su espesor este año, en comparación con un promedio de un metro (39 pulgadas) anualmente en los últimos años.
El derretimiento, dicen los expertos, ha sido exacerbado por un incremento en la contaminación local, que ha empeorado debido a la militarización de la región. El negro de humo u hollín que cae sobre los glaciares y es generado por la quema de combustibles fósiles absorbe la luz solar y contamina los cursos de agua, amenazando la seguridad alimentaria, de agua y energía de la región.
La contaminación es “una enorme agresión ambiental”, manifestó el ingeniero Wangchuk. “La mayor parte se debe a los refugios para calentarse, los cuales pueden ser reemplazados fácilmente con sistemas de calefacción que no sean a base de carbón”.
Dijo también que en la actualidad Ladakh es “probablemente la zona con mayor densidad de militarización, donde la proporción entre civiles y soldados es de 1:2”.
Las actuales fricciones fronterizas entre la India y China han derivado en el emplazamiento de decenas de miles de soldados adicionales a la región, ya de por sí militarizada.
“El cambio climático es una mala gestión global, mientras que la contaminación es un mal manejo local. Estamos siendo testigos de los efectos devastadores de esa mezcla sobre Ladakh”, hizo notar Wangchuk.
“No es sólo un pequeño conflicto cualquiera, es mucho más que eso, y quienquiera que gane, todos perdemos”, aseveró.
Los pastores dicen que, debido a que las fuerzas armadas de ambos bandos han bloqueado el acceso a los terrenos usuales de reproducción y alumbramiento, las cabras y corderos recién nacidos están muriendo bajo el frío extremo de altitudes más elevadas.
Desde hace siglos, los pastores han deambulado por estas tierras de pastizales en el techo del mundo a lo largo de las fronteras no marcadas con China, donde los ásperos vientos provocan que las cabras desarrollen su lana super suave.
La lana de cachemira toma su nombre de la disputada región de Cachemira, donde artesanos tejen la tela para producir fino estambre y espléndidos artículos de vestir, los cuales alcanzan precios muy elevados en una amplia industria de exportación de artesanías.
“Ninguno de los otros productos obtiene tantos ingresos como lo que ellos producen, y son los verdaderos generadores de riqueza en Ladakh”, dijo Wangchuk acerca de los nómadas de Kharnak. “Son la parte más preciosa, pero la más desatendida”.
Los nómadas llevan una vida extenuante y siguen una estricta rutina las 24 horas. Ordeñan y esquilan a sus animales dos veces al día, dan mantenimiento a corrales hechos con muros de piedras, tejen alfombras, y recolectan estiércol y lo ponen a secar al sol para encender fogatas y cocinar. Los pastores también trasladan a sus animales de un sitio a otro con mayor frecuencia de la usual en busca de áreas más verdes para pastar.
Pero casi no hay atención médica, escuelas ni un sistema de irrigación adecuado.
“Aquí se trabaja todo el año, sin vacaciones. Incluso si estás enfermo tienes que atender a los animales”, señaló Angchuk, el nómada. “Creo que en más o menos una década ya no va a haber ningún nómada de Kharnak, aunque nuestra gente seguirá por aquí. Seremos historia”.
Las autoridades dicen que están haciendo todo lo que pueden para detener la emigración de los nómadas. En la actualidad la aldea tiene paneles solares para generar electricidad, chozas prefabricadas erigidas por el gobierno y llaves para agua corriente. Algunas partes cuentan con cobertura de telecomunicaciones.
Pero los pastores consideran que es insuficiente.
Tundup Namgail, director del departamento de cría de ovejas del distrito de Leh, dijo que no obstante todos los servicios, los nómadas necesitan “ser atraídos de vuelta con base en condiciones prácticas, no a través de idealizar su vida”.
“La única forma de mantenerlos allí es mejorar su rentabilidad. Hacerlos ricos de alguna forma”, señaló.
Están surgiendo otras soluciones. Los estupas de hielo, un glaciar artificial hecho por pobladores y que lleva el nombre de una estructura budista sagrada, están convirtiéndose en una fuente alterna de agua.
Durante el invierno, los aldeanos almacenan agua en forma de pilas de hielo con forma cónica que van derritiéndose a medida que la temperatura se incrementa.
En el poblado Kulum de la región este método ha funcionado parcialmente.
Unas ocho de cada 11 familias de esa localidad agrícola emigraron a otras áreas después de que una sequía catastrófica siguió a inundaciones letales en 2010 y Kulum se quedó sin agua.
Una década después, algunos aldeanos y un equipo de activistas ambientales, entre ellos Wangchuk, formaron un estupa de hielo en la montaña cercana. El año pasado, algunas familias regresaron luego de que un hilillo de agua proveniente del glaciar artificial irrigaba algunas parcelas del campo del poblado.
De todas formas, los expertos dicen que las inundaciones repentinas inducidas por el cambio climático y las sequías han trastocado el sistema hidrológico de muchas localidades.
“Es una especie de bendición disfrazada que menos personas estén dedicándose a la agricultura ahora”, hizo notar Wangchuk. “La gente que no está trabajando la tierra está de alguna forma ayudando a los que sí lo hacen al poner a su disposición la poca agua que llega ahora”.
De todas formas, a Paljor Tundup, un pastor de Kharnak, le preocupa que él pudiera formar parte de la última generación de pastores en la región.
“Nuestros hijos no quieren esta vida”, dijo mientras recogía una madeja de lana para pasársela a su hija, que tejía una alfombra cerca de allí. “Francamente, tampoco tenemos muchos argumentos qué darles en favor de este tipo de vida”.
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Aijaz Hussain está en Twitter como: twitter.com/hussain_aijaz
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