El calor y la sed llevan a familias en Gaza a beber agua que las enferma
Tras madrugar para hacer fila durante una hora bajo el calor de agosto, Rana Odeh regresa a su tienda con un garrafón de agua turbia. Se seca el sudor de la frente y calcula cómo racionarla para sus dos hijos pequeños. Tan solo por su color, sabe perfectamente que probablemente esté contaminada.
La sed supera al miedo a enfermarse.
Llena botellas pequeñas para su hijo y su hija y sirve un sorbo en una taza de té para ella. Lo que sobra lo guarda en un bidón para después.
“Nos vemos obligados a dársela a nuestros hijos porque no tenemos otra alternativa”, dijo sobre el agua Odeh, quien fue expulsada de su hogar en Jan Yunis. “Nos provoca enfermedades a nosotros y a nuestros hijos”.
Estas escenas se han convertido en la desalentadora rutina en Muwasi, un extenso campo de desplazados en el centro de Gaza, donde cientos de miles de personas deben aguantar el calor abrasador del verano. Empapados de sudor y cubiertos de polvo, padres e hijos persiguen los camiones cisterna que llegan cada dos o tres días y llenan botellas, bidones y cubos que luego llevan a casa, a veces en carretas tiradas por burros.
Cada gota está racionada para beber, cocinar, limpiar o lavar. Algunos reutilizan lo que pueden y mantienen unos centímetros de agua turbia en sus bidones para lo que traiga —o no— el mañana.
Cuando el agua no llega, dijo Odeh, ella y su hijo llenan botellas del mar.
A lo largo de los 22 meses transcurridos desde que Israel lanzó su ofensiva, el acceso al agua se ha restringido progresivamente. Las limitaciones a la importación de combustible y de electricidad han dificultado el funcionamiento de las plantas de desalinización, a la vez que los cuellos de botella en la infraestructura y los daños en las tuberías han limitado el suministro de agua a un mínimo exiguo. Los acuíferos de Gaza están contaminados con aguas residuales y escombros de los edificios bombardeados.
Los pozos son en su mayoría inaccesibles o están destruidos, reportan grupos de ayuda humanitaria y la empresa de servicios públicos local.
Mientras tanto, la crisis del agua ha contribuido a la propagación desenfrenada de enfermedades, que se suma a la creciente hambruna en Gaza. La Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados de Palestina en Oriente Medio (UNRWA, por sus siglas en inglés) informó el jueves que sus centros de salud atienden ahora a un promedio de 10.300 pacientes a la semana con enfermedades infecciosas, principalmente diarrea causada por agua contaminada.
Se realizan esfuerzos para aliviar la escasez de agua, pero para muchos, la perspectiva aún se ve eclipsada por el riesgo de lo que pueda suceder antes de que llegue el nuevo suministro.
Y la sed no hace más que aumentar a medida que una ola de calor se cierne sobre la región. La humedad y la temperatura en Gaza alcanzaron los 35 grados Celsius (95 grados Fahrenheit) el viernes.
Calor abrasador y agua contaminada
Mahmoud al-Dibs, un padre desplazado de Ciudad de Gaza a Muwasi, se echó agua sobre la cabeza desde una frágil bolsa de plástico —uno de los recipientes típicos utilizados para transportar agua en los campamentos.
“Afuera de las tiendas hace calor y dentro de las tiendas hace calor, así que nos vemos obligados a beber esta agua a donde sea que vayamos”, comentó.
Al-Dibs fue una de las muchas personas que dijeron a The Associated Press que saben que beben agua no potable.
Las pocas personas que aún tienen cisternas en sus tejados no pueden reunir suficiente agua para limpiarlas, por lo que la que sale de sus grifos es amarilla e insalubre, comentó Bushra Khalidi, funcionaria de Oxfam, una organización humanitaria que trabaja en Gaza.
Antes de la guerra, los más de 2 millones de habitantes del enclave costero obtenían el agua de un mosaico de fuentes: parte provenía por tuberías de Mekorot —la empresa nacional de agua de Israel. Una parte provenía de plantas desalinizadoras. Otra se extraía de pozos con alta salinidad y una parte más se importaba embotellada.
Todas las fuentes se han visto en peligro.
Los palestinos dependen cada vez más del agua subterránea, que hoy representa más de la mitad del suministro de Gaza. El agua de pozo ha sido históricamente salobre, pero es utilizable para la limpieza, bañarse o la agricultura, según funcionarios palestinos del agua y grupos de ayuda.
Ahora la gente tiene que beberla.
Los efectos de beber agua contaminada no siempre se manifiestan de inmediato, dijo Mark Zeitoun, director general del Geneva Water Hub, un instituto de investigación y políticas hídricas.
“Las aguas residuales sin tratar se mezclan con el agua potable, y si la bebes o lavas tus alimentos con ella, estás ingiriendo microbios y puedes contraer disentería”, explicó Zeitoun. “Si te vez obligado a beber agua salada y salobre, te daña los riñones y te obliga a estar en diálisis durante décadas”.
Las entregas promedian menos de 3 litros (12,5 tazas) por persona al día —una fracción de los 15 litros (3,3 galones) mínimos que, según los grupos humanitarios, se necesitan para beber, cocinar e higiene básica. En febrero, la diarrea acuosa aguda representó menos del 20% de las enfermedades reportadas en Gaza. Para julio, aumentó al 44%, lo que incrementa el riesgo de deshidratación grave, según el Fondo de Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF).
Fallo del sistema
Al principio de la guerra, los residentes reportaron que el suministro de agua de la compañía israelí Mekorot se vio restringido —una afirmación que Israel ha negado. Los ataques aéreos destruyeron algunas tuberías de conducción, así como una de las tres plantas de desalinización de Gaza.
Los bombardeos y el avance de las tropas dañó o cortó el suministro de agua a los pozos hasta el punto de que hoy sólo 137 de los 392 pozos de Gaza son accesibles, según UNICEF. La calidad del agua en algunos pozos se ha deteriorado —contaminada por aguas residuales, escombros de edificios destruidos y residuos de municiones utilizadas.
La escasez de combustible ha sobrecargado el sistema, lo que ha lentificado las bombas en los pozos y a los camiones que transportan agua. Las dos plantas desalinizadoras restantes han operado muy por debajo de su capacidad o incluso se han paralizado en ocasiones, reportan organizaciones humanitarias y funcionarios.
En las últimas semanas, Israel ha tomado algunas medidas para revertir los daños. Provee agua a Gaza a través de dos de las tres tuberías de suministro de Mekorot y reconectó una de las plantas desalinizadoras a la red eléctrica israelí, informó Sharren Haskel, viceministra de Relaciones Exteriores, a la AP.
No obstante, el abasto de las plantas es mucho menor que antes de la guerra, refirió Monther Shoblaq, director de la Empresa de Agua de los Municipios Costeros de Gaza, a la AP. Esto lo ha obligado a tomar decisiones imposibles.
La empresa de servicios da prioridad a suministrar agua a los hospitales y a las personas. Pero eso significa a veces retener agua necesaria para el tratamiento de aguas residuales, lo que puede provocar atascos y desbordamientos del alcantarillado en los vecindarios y aumentar los riesgos para la salud.
El agua no ha provocado la misma indignación mundial que las restricciones a la entrada de alimentos a Gaza. Pero Shoblaq advirtió sobre una relación directa entre la crisis y la pérdida potencial de vidas.
“Es obvio que se puede sobrevivir varios días sin comida, pero no sin agua”, dijo.
El futuro del suministro
El acceso al agua se estabiliza tras las medidas de Israel. Los trabajadores humanitarios tienen la esperanza de que la situación no empeore y que incluso mejore.
El sur de Gaza podría recibir más ayuda de una planta de desalinización financiada por Emiratos Árabes Unidos, justo al otro lado de la frontera, en Egipto. COGAT, el organismo militar israelí a cargo de la ayuda humanitaria a Gaza, reportó haber permitido la entrada de equipos al enclave para construir una tubería de suministro desde la planta, y que el abasto podría comenzar en unas semanas.
La planta no dependería de Israel para obtener energía, pero dado que Israel controla los cruces, controlará la entrada de agua a Gaza en el futuro previsible.
No obstante, los grupos humanitarios advierten que el acceso al agua y a otras ayudas podría verse interrumpido de nuevo por los planes de Israel de lanzar una nueva ofensiva en algunas de las últimas áreas fuera de su control militar. Esas zonas incluyen la ciudad de Gaza y Muwasi, donde se encuentra actualmente gran parte de la población de Gaza.
En los campamentos de Muwasi, la gente hace fila para la llegada esporádica de camiones cisterna.
Hosni Shaheen, cuya familia también fue desplazada de Jan Yunis, ya considera el agua que bebe como un último recurso.
“Causa calambres estomacales a niños y adultos sin excepción”, dijo. “No te sientes seguro cuando tus hijos la beben”.
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Metz reportó desde Jerusalén. Alon Berstein contribuyó a este despacho desde Kerem Shalom, Israel.