Cómo se vende al ICE la ubicación de tu celular sin que lo sepas
Los teléfonos móviles recopilan datos de ubicación porque la ley lo exige
Si usas un teléfono móvil con los servicios de ubicación activados, es muy probable que exista información a la venta sobre tus movimientos diarios: dónde vives y trabajas, dónde compras comida, qué iglesia frecuentas, qué médico consultas e incluso a dónde fuiste en vacaciones. Entre los posibles compradores de esos datos figura el Servicio de Inmigración y Control de Aduanas de Estados Unidos (ICE).
El gobierno estadounidense no necesita recolectar directamente estos datos: tu teléfono ya lo hace por él. Si bien en algunos casos la ubicación se obtiene con fines legítimos —como usar un GPS o consultar el pronóstico del clima—, en la mayoría de las ocasiones se recopila en segundo plano, sin que el usuario lo note.
Como investigador en temas de privacidad, analizo cómo las personas entienden y toman decisiones en torno a los datos que se recogen sobre ellas. También exploro nuevas formas de ayudar a los consumidores a recuperar cierto control sobre su información personal. No obstante, al autorizar a una aplicación o a un sitio web a acceder a tu ubicación, se pierde visibilidad y control sobre el uso y la distribución de esos datos, incluso sobre quién puede llegar a comprarlos o acceder a ellos.
¿Por qué los teléfonos móviles recopilan datos de ubicación?
Los teléfonos móviles obtienen datos de ubicación por dos razones principales: como parte de su funcionamiento normal y porque así lo exige la ley.
De forma constante, los dispositivos buscan torres de telefonía cercanas para garantizar que, al momento de realizar una llamada o enviar un mensaje, el teléfono ya esté conectado a la antena más próxima. Esta conexión previa permite una respuesta más rápida y eficiente al usuario.
Para asegurar la calidad del servicio, los teléfonos móviles suelen conectarse simultáneamente a varias torres. La señal de cada torre puede imaginarse como una burbuja de radio con la antena en el centro. Al detectar el punto donde se superponen esas burbujas, es posible calcular la ubicación del dispositivo mediante un proceso conocido como triangulación.

Además de la triangulación con torres de telefonía, desde 2001 las compañías móviles están obligadas por ley a proporcionar la latitud y la longitud de los teléfonos utilizados para llamar al 911. Esta medida permite que los servicios de emergencia respondan con mayor rapidez y precisión en situaciones críticas.
¿Cómo se comparte la información de ubicación?
Cuando los usuarios permiten que una página web o aplicación acceda a los datos de ubicación generados por su teléfono móvil, esa información puede compartirse de forma amplia sin necesidad de una autorización adicional. En muchos casos, son las propias aplicaciones las que venden o intercambian esos datos, a través de acuerdos directos entre sus desarrolladores y corredores de datos.
Cada vez con más frecuencia, las aplicaciones y páginas web que contienen publicidad comparten datos de ubicación a través de un mecanismo conocido como “puja en tiempo real”. Este proceso determina qué anuncios se muestran a cada usuario. Para ello, intervienen terceros contratados por los anunciantes, que realizan ofertas automáticas con el objetivo de alcanzar a personas que encajen con el perfil deseado.
Para identificar al público objetivo, el software integrado en la aplicación o en la página web comparte con terceros la información recopilada sobre el usuario, incluida su ubicación. Estos intermediarios pueden conservar esos datos y utilizarlos libremente, incluso venderlos a corredores especializados en ubicación, sin importar si ganan o no la subasta del espacio publicitario.
¿Qué ocurre con los datos una vez que se comparten?
Los datos que obtienen los corredores de información de ubicación suelen venderse ampliamente, incluso a empresas conocidas como proveedores de servicios basados en localización. Estas compañías reorganizan la información y ofrecen acceso a herramientas diseñadas para monitorear los movimientos de las personas. Algunas de estas herramientas tienen fines benignos, como brindar asistencia en carretera. Sin embargo, otras son utilizadas por fuerzas policiales, agencias gubernamentales y actores privados para localizar individuos con alta precisión.
En octubre de 2025, varios medios revelaron que el Servicio de Inmigración y Control de Aduanas de Estados Unidos (ICE) adquirió una herramienta de vigilancia de ubicación desarrollada por la empresa Penlink. Dicha tecnología, permite rastrear los movimientos de dispositivos móviles específicos a lo largo del tiempo y dentro de zonas geográficas determinadas. Además, soluciones como esta ofrecen acceso a los datos de ubicación de “cientos de millones de teléfonos móviles”, sin que se requiera una orden judicial.
¿Por qué importa?
La recolección, venta y redistribución silenciosa de datos de ubicación plantea un problema serio porque esta información es extremadamente sensible y, en la práctica, no puede anonimizarse. De hecho, los dos lugares que una persona visita con mayor frecuencia suelen ser su casa y su lugar de trabajo. Con solo esos datos, resulta sencillo identificar a alguien y vincular su identidad con el resto de la información que estas empresas ya han recopilado sobre sus movimientos.
Acerca de la autora
Emilee Rader es profesora de Ciencias de la Información en la Universidad de Wisconsin-Madison. Este artículo se publicó originalmente en ‘The Conversation’ y se distribuye bajo licencia Creative Commons. Puedes leer el artículo original aquí.
Además, la mayoría de las personas no advierte que los datos de ubicación que autorizaron para un fin específico —como navegar o consultar el clima— pueden exponer información personal sensible que preferirían no compartir con un corredor de datos. Por ejemplo, en un estudio que publiqué sobre dispositivos de ejercicio, encontré que, aunque los usuarios emplean la ubicación para registrar sus rutas, no consideran que esa información puede revelar fácilmente su dirección.
Esta falta de conciencia impide que muchas personas anticipen que los datos recopilados durante el uso cotidiano de sus teléfonos pueden terminar, por ejemplo, en manos del Servicio de Inmigración y Control de Aduanas de Estados Unidos.
En este contexto, establecer límites más estrictos sobre cómo las compañías móviles y las aplicaciones pueden recopilar y compartir datos de ubicación —así como sobre cómo el gobierno puede acceder y utilizar esa información— contribuiría a reforzar la protección de la privacidad. Sin embargo, los esfuerzos de la Comisión Federal de Comercio para frenar la venta de datos por parte de estas compañías han tenido resultados dispares en los tribunales. Además, solo unos pocos estados han impulsado leyes para abordar este problema de forma directa.
Traducción de Leticia Zampedri






