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Muertes de extranjeros muestran la cara más sombría del turismo en Medellín

Astrid Surez
Jueves, 22 de febrero de 2024 00:04 EST

A las cinco de la tarde, con el sol por ocultarse, aún transitan decenas de turistas en las estrechas calles de un barrio de Medellín. Ola Aiyedun se detiene junto a sus amigos a tomarse una fotografía en esa zona que hace un par de décadas fue escenario de un cruento conflicto entre cárteles de la droga.

Para el estadounidense de 38 años es toda una novedad. Viene del Bronx, en Nueva York, ávido de ver de primera mano lo que muestran las series de televisión de la segunda ciudad de Colombia.

Medellín recibió el año pasado 1,4 millones de turistas, una cifra récord. Pero con el auge también ha aumentado la preocupación de las autoridades por la explotación sexual a mujeres y menores, el consumo de drogas y los turistas extranjeros que han muerto en extrañas circunstancias: en 2023 murieron ocho, y solo en lo que va de 2024 se han registrado al menos cinco muertes más.

Es el mejor de los tiempos para el turismo en Medellín. Es también el más desafiante para una ciudad que, pese a que dejó atrás la guerra con los cárteles, aún lidia con decenas de pandillas, el tráfico de drogas y la violencia. Con la fama de tener un clima de “eterna primavera”, ser la cuna de reconocidos reguetoneros, llegaron los dólares y los visitantes por miles. Llegó el esplendor, pero llegó con sus sombras.

Aiyedun aterrizó cauto, pero no temeroso. Vio una alerta de seguridad que emitió la Embajada de Estados Unidos sobre los riesgos de usar aplicaciones de citas en línea en Colombia: entre noviembre y diciembre de 2023 murieron en Medellín ocho estadounidenses en casos que parecen estar relacionados con robos, sobredosis y citas online.

Las autoridades han encontrado que las citas con mujeres son una forma de atraerlos.

Las cifras varían según la fuente. La alcaldía de Medellín contabilizó tres muertes de estadounidenses, mientras la fiscalía habla de seis extranjeros: cuatro de Estados Unidos, uno de Perú y un británico. En todo caso, representan un incremento, dado que en 2022 hubo dos crímenes.

En varios casos, “contactaron a mujeres a través de aplicaciones o redes sociales solicitando servicios sexuales y en el transcurso de esas actividades pues terminaron siendo asesinados”, indicó a The Associated Press el secretario de Seguridad de la ciudad, Manuel Villa.

Turistas y colombianos utilizan aplicaciones móviles de citas como Tinder o Bumble, tanto para relaciones románticas como para buscar sexo. En esas aplicaciones legales, se esconden victimarios.

Solo entre enero y lo que va de febrero de 2024, las autoridades investigan ya cinco sucesos similares. A inicios de febrero, un turista holandés fue encontrado sin signos vitales en la habitación de un hotel ubicado en la zona más exclusiva y turística de Medellín, que se suma a la muerte de otros tres estadounidenses y un lituano, este último por posible suicidio.

“Creo que las alertas son importantes, así la gente puede estar consciente de qué está pasando. Pero creo que la gente que quiere viajar, todavía lo hará, porque no tiene miedo”, dijo Aiyedun a AP. “Muchos lugares del mundo son peligrosos, vayas a Colombia, Haití o Nigeria... Nueva York es peligrosa en algunos aspectos”, agregó.

Sobre las citas en línea con mujeres no se preocupa, porque no son de su interés. “Colombia tiene más que ofrecer que sólo mujeres”, dice y luego continúa su camino por la Comuna.

En el punto más famoso de la vida nocturna en Medellín, el parque Lleras, hay bares alrededor y se ha convertido en el lugar neurálgico tanto del turismo como de la prostitución, que no está penalizada ni tampoco regulada en Colombia.

Pese a ser un espacio público, está cercado por vallas de seguridad con las que agentes hacen control para impedir la entrada de menores de edad. Buscan evitar que sean explotadas sexualmente, como parte de un problema creciente en la ciudad: el turismo sexual.

No ocurre sólo en Colombia. La República Dominicana es considerada el centro neurálgico del turismo sexual en el Caribe, seguida en menor medida por islas como Cuba, Jamaica, Barbados y el territorio caribeño holandés de San Martín.

Llegan atraídos por la idea de buscar mujeres y sus servicios sexuales. Pero pueden verse inmersos en varias conductas de tipo penal: acceso carnal a menores de 14 años, trata de personas o explotación sexual, que en Colombia pueden dar penas entre 12 y 30 años dependiendo del delito.

En 2023, se registraron 1.259 casos de posible explotación sexual comercial de menores de edad en la ciudad, mientras que en 2022 fueron 792, según datos recolectados por el Observatorio de Turismo de la Personería de Medellín.

Un par de jóvenes son retenidas y conducidas a una patrulla de la policía de infancia y adolescencia. Sus padres tendrán que ir a buscarlas.

“Esta zona se salió de control”, dijo el alcalde Federico Gutiérrez, señalando el turístico parque y sus calles aledañas. Allí, una mujer busca, como cada fin de semana, un cliente dispuesto a pagar en dólares por sus servicios sexuales.

“Un gringo puede pagar 100 o 200 dólares por un rato, la amanecida 300. Un colombiano nunca paga eso”, contó a la AP la mujer, migrante, que pidió reservar su nombre por seguridad.

Ha oído de los casos de extranjeros muertos, pero ante las dudas se defiende: “Algunos creen que uno les va a hacer algo (malo) y no todas somos así”.

El pasado 5 de febrero los trabajadores de un hotel notaron que un estadounidense no salía de su habitación y fueron a ver qué ocurría. Lo encontraron muerto y llamaron a la policía. El caso está bajo investigación y la policía indicó que el hombre no parecía tener signos de violencia. Según medios locales, horas antes habían entrado mujeres a su habitación.

Las investigaciones de la fiscalía han encontrado que en todas las muertes de turistas extranjeros ocurridas el año pasado hubo primero un hurto. En tres de los casos fueron imputados cargos por homicidio.

Yiri Milena Amado Sánchez, la directora de fiscalías de Medellín, explicó cómo los visitantes terminan siendo víctimas de la violencia: contactan a personas a través de redes sociales o aplicaciones para tener algún tipo de encuentro, luego pueden recibir sustancias como la escopolamina, les roban y, en algunos casos, pierden la vida.

Ese fue el destino de Tou Ger Xiong, activista y comediante asiático-estadounidense, que salió a encontrarse una mujer a la que contactó por redes sociales y fue retenido contra su voluntad el 10 de diciembre en un apartamento de Medellín. Durante el cautiverio fue atado, torturado, golpeado y despojado de sus pertenencias. Aunque sus familiares y amigos pagaron una extorsión, Xiong fue asesinado.

Las autoridades colombianas no han sugerido que estuviera implicado en la prostitución. Dijeron que Xiong salió varias veces con la mujer, que ha sido capturada en el caso, junto con dos hombres.

“Realmente hay una red: la persona que lo contacta, adónde lo llevan, la persona que genera el hurto y donde se terminan perdiendo sus pertenencias”, señaló Sánchez.

Un vocero de la embajada estadounidense en Bogotá señaló que recibe regularmente informes de incidentes en Medellín, Cartagena y Bogotá y que ha habido un aumento en el último año. Sin embargo, explicó que “este tipo de delitos no se denuncian habitualmente” e instó a los ciudadanos estadounidenses a ponerse en contacto si necesitan ayuda de emergencia.

El secretario de Seguridad de la ciudad también es consciente del subregistro de casos. “No denuncian porque no saben cómo hacerlo, o les da miedo o incluso hasta les da pena (vergüenza)”, señaló Villa.

También hay extranjeros que resultaron sospechosos de algunos casos de violencia. A inicios de febrero fue hallado en una maleta el cuerpo sin vida de Laura Lopera, de 20 años. Las autoridades señalaron como presunto responsable a un canadiense que habría sido su pareja después de conocerlo por redes sociales y que luego huyó de Colombia. Tiene orden de captura.

La Embajada de Canadá en Bogotá dijo a la AP que tiene conocimiento del caso pero declinó dar más detalles por consideraciones de privacidad.

A finales de la década de 1980 y principios de 1990, Medellín fue la ciudad más violenta del mundo, admite Villa, quien ahora invita a consolidar el turismo, pero de manera positiva.

“Queremos que vengan a disfrutar de la gastronomía, el medio ambiente, pero no que vengan a explotar sexualmente a nuestros menores, mujeres ni simplemente a consumir droga”, defendió.

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