Madre cubana deportada pide al presidente Trump que le permita reunirse con su familia en EEUU
Diez veces al día Heidy Sánchez Tejeda camina dos cuadras desde la casa de sus padres en La Habana buscando conexión a internet para hacer una videollamada con su esposo y cantarle canciones de cuna a su hija de un año. Lo ha hecho por dos semanas y siempre termina llorando.
Sánchez, asistente de enfermería que residía hasta ahora en Florida con su marido estadounidense, acudió el 22 de abril con su hija lactante en brazos a una cita de rutina ante el Servicio de Inmigración y Control de Aduanas (ICE) como lo había hecho por cinco años.
Dos días después, aterrizó en La Habana junto a otros 81 deportados que, como ella, fueron subidos a un avión encadenados y vestidos con un mameluco gris. La niña se quedó en Estados Unidos.
El presidente estadounidense, Donald Trump, “dice que cree en Dios, yo también creo en Dios y (le pediría) que se pusiera la mano en el corazón, que por favor nos ayudara a reunir a nuestra familia, a mi bebé que es pequeña, me necesita”, implora entre lágrimas la mujer de 44 años durante una entrevista con The Associated Press.
El de Sánchez es uno de los casos que ha suscitado cuestionamientos de abogados y activistas sobre quiénes están siendo deportados desde Estados Unidos y las razones legales detrás de ello, en medio de la ofensiva de la administración Trump contra la inmigración irregular.
The Associated Press consultó sobre su caso al Servicio de Control de Inmigración y Aduanas sin obtener una respuesta al momento.
La administración de Trump ha convertido en una prioridad máxima la deportación de 1,4 millones de personas, a las que un juez ordenó dejar el país, bajo el argumento de que se han agotado todas los recursos legales independientemente de sus circunstancias individuales.
“Cuando nos montaron en el avión fue horrible, porque mientras más se alejaba el avión, más me alejaba de mi niña, de mi vida, de todas las cosas que había construido con mi esposo...”, relató Sánchez, quien no tenía antecedentes penales, trabajaba formalmente y, por estar casada con un estadounidense, ya tenía iniciado el trámite de residencia.
Sentada en un sillón rojo y rodeada de fotografías de su hija y esposo, tuvo que inhalar profundo para poder hablar.
“Mi mundo se cayó, se derrumbó, mi vida se acabó”, aseguró. “Ella me esperaba todas las tardes a las 3:00 en la ventana, ahora son las 6:30 y todavía está en la ventana llamando a mamá. ¿Y quién le va a explicar por qué mamá no va a venir?”.
Llegó a Estados Unidos, como cientos de miles de cubanos, a través de la frontera sur en 2019. Compareció ante un juez una vez sin problemas, pero no llegó a tiempo a la segunda cita.
Cuando finalmente pudo ver al magistrado, éste había firmado una orden de deportación por incumplimiento. Aun así, se le permitió quedarse en Estados Unidos luego de pasar nueve meses en un centro para migrantes.
Una vez afuera, estudió para cuidar a niños autistas y como asistente de enfermería. Se casó en 2021 con Carlos Yuniel Valle —un pequeño emprendedor cubanoamericano de Tampa— y en 2023 fueron padres de Kailyn.
“Éramos muy felices”, recordó Sánchez.
En Florida, el esposo de Sánchez lidia con haberse convertido de la noche a la mañana en padre en solitario.
“Mi día a día es un infierno; tenía muchos planes que se fueron todos por la borda”, dijo el hombre de 40 años en una entrevista en línea con AP.
“Ya hoy no trabajé, la semana pasada muy poquitos días… y cuando me saquen el trabajo voy a perder mi casa, el carro, porque todo se está pagando. Soy yo solo. Mi mamá (ayuda) cuidando la niña, pero es una mujer enferma también. Si me pongo a pensar, me vuelvo loco”, señaló Valle.
Sánchez fue parte de la avalancha migratoria de cubanos que llegaron principalmente a Estados Unidos en el último lustro, un fenómeno que se agudizó por la fuerte crisis económica en la isla.
Las autoridades estadounidenses reportaron que desde 2022 y hasta el año pasado han encontrado a unos 641.000 cubanos en los pasos limítrofes. A ellos se suman más de 100.000 que ingresaron con un permiso temporal humanitario autorizado por el entonces mandatario Joe Biden en 2023 que al año les permitía pedir su residencia.
El vuelo en el que llegó Sánchez a Cuba fue el cuarto con deportados desde que Trump asumió en enero.
La isla rechazó sumarse a la campaña de deportaciones masivas de Trump aunque aseguró que continuará aceptando vuelos con migrantes como lo ha hecho desde 2023 en el marco de acuerdos migratorios bilaterales.
“No es justo ni realista proponerse una deportación masiva de cubanos que se encuentran en Estados Unidos”, dijo a AP en una entrevista por escrito el vicecanciller Carlos Fernández de Cossío. “La mayoría ha hecho vida allí, tienen empleos, propiedades, familiares y no es justo deportarlos por un cambio de opinión”, agregó el funcionario.
En Estados Unidos, el esposo de Sánchez lanzó una campaña de recolección de firmas para que se le otorgue a la cubana una visa mientras la representante demócrata por Tampa, Kathy Castor, pidió a Trump un permiso humanitario.
Valle dijo que no pierde la esperanza de tocar los corazones de los gobernantes y representantes estadounidenses.
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