Los luteranos en Minnesota procuran no discutir sobre política y otros temas divisivos

R. Giovanna Dellorto
Lunes, 23 de septiembre de 2024 22:56 EDT

Mientras sirve café después del culto dominical en el exterior de la iglesia luterana Holden, Jeff Davidson dijo que continúa anclado en la congregación que sus antepasados noruegos ayudaron a fundar entre campos de maíz en 1857 porque está “llena de gente muy solidaria”.

A una hora en auto hacia el norte, en un barrio difícil de Minneapolis, Lizete Vega compartió el mismo sentimiento mientras ayudaba a su esposo a preparar un almuerzo de tacos después del culto en la iglesia luterana San Pablo, “un lugar donde me siento que yo pertenezco”.

El agricultor de sexta generación, la inmigrante mexicana y muchos otros habitantes de Minnesota describen, con su característico tono de modestia, que su fe tiene sus cimientos en una comunidad acogedora y de mente abierta. Ha estado en el centro de la atención política nacional desde que el gobernador Tim Walz, un luterano que fue criado en el catolicismo, llevó su historial legislativo progresista a la candidatura demócrata como compañero de fórmula de la vicepresidenta Kamala Harris.

Pero las formas en que los luteranos del centro-norte de Estados Unidos viven esa fe en la esfera pública —en temas sociales y políticos polémicos, desde la integración de los inmigrantes hasta los derechos de las personas LGBTQ+— pueden ser tan diferentes como lo es un plato caliente cubierto de malvaviscos con respecto a una ensalada de nopales.

Y eso es cierto incluso dentro de la Iglesia Evangélica Luterana en Estados Unidos (ELCA, por sus siglas en inglés), la denominación luterana más liberal y por mucho la más grande del país, con unos 3,3 millones de miembros. Walz ha hecho referencias ocasionales a su asistencia a una iglesia de la ELCA en Saint Paul, la capital de Minnesota, aunque su portavoz declinó hablar sobre detalles de su fe.

En las congregaciones, por el contrario, los fieles prefieren hablar de fe y de divulgación de la misma que de política.

“No vienes a tomar un café después de la iglesia para iniciar una conversación sobre política u otros temas candentes, ¿sabes?”, dijo Davidson mientras servía galletas con chispas de chocolate y rebanadas de queso para las ofrendas voluntarias que la iglesia utilizará en la compra de regalos de Navidad para familias necesitadas. “Creo que todos debemos simplemente poner algo de eso de lado, y dejarlo ahí”.

Los pastores también mantienen el partidismo alejado del púlpito, conscientes de que sus feligreses están divididos ideológicamente.

“La gente escucha su perspectiva sobre las cosas, como: ‘¿Esa oración fue conservadora o liberal?’. La gente siempre está tratando de descifrar: ‘Oh, ¿qué está diciendo realmente la pastora?’, o, ya sabes: ‘¿Está de mi lado o no?’”, dijo la reverenda Elise Pokel, de la iglesia luterana de la Transfiguración en el suburbio de Bloomington, en el que ella estima que sus habitantes están divididos en partes iguales en lo que respecta a opiniones políticas. “Y bueno, yo juro mi lealtad a Jesús”.

El luteranismo llegó al norte de la región centro-norte de Estados Unidos con los colonos escandinavos y alemanes del siglo XIX, y todavía es la fe predominante junto con el catolicismo. Las “potlucks” —comidas en las que cada persona trae algo para compartir, las cuales suelen combinar un tipo de carne, de vegetal y una sopa en lata—, y el “lutefisk” —bacalao seco curado en lejía—, un alimento tradicional de la región centro-norte, siguen siendo parte de la vida rural de la iglesia.

Las agencias de servicios sociales luteranos, especialmente los programas de reasentamiento de refugiados, también trajeron a Minnesota grandes comunidades hmong y somalíes, esta última más conocida en la política a través de la representante estadounidense Ilhan Omar de Minneapolis, integrante musulmana del llamado “escuadrón” de demócratas progresistas de la Cámara de Representantes.

Los luteranos están relativamente subrepresentados en la política, tal vez debido a su enfoque teológico de “dos reinos”, dijo Mark Granquist, profesor de historia en el Seminario Luterano en Saint Paul.

Inspirados por la visión de que la vida política y social está regida por conjuntos de principios diferentes a los de la vida religiosa, los luteranos tienden a estar menos dispuestos a aplicar conceptos religiosos a las instituciones seglares.

Y también están divididos ideológicamente. Una encuesta reciente del Public Religion Research Institute —una organización sin fines de lucro y apartidista que realiza encuestas de opinión pública, sobre todo en cuestiones políticas en relación con los valores religiosos— encontró que el 68% del clero de la ELCA dice ser liberal, mientras que sólo el 23% de los feligreses protestantes blancos tradicionales dicen eso. El liderazgo de la ELCA ha emitido declaraciones de enseñanza que se inclinan hacia posiciones liberales en temas que van desde la justicia racial hasta los derechos de la comunidad LGBTQ+.

Eso puede generar tensiones, especialmente en congregaciones “púrpuras” —con opiniones políticas mixtas—, dijo Jen Nagel, obispa electa del Sínodo del Área de Minneapolis, uno de los 65 sínodos de la ELCA en todo el país.

Nagel, los pastores y los feligreses tratan de navegar esta temporada electoral acremente divisiva al aceptar los desacuerdos con humildad mientras dilucidan cómo responder al llamado de Jesús a servir a los demás, los principios de “libertad y servicio” de la teología de la reforma de Martín Lutero.

Al igual que Pokel, el reverendo Dustin Haider, quien presta sus servicios tanto en Holden como en otra congregación en las tierras agrícolas alrededor de la aldea de Kenyon, sabe que la gente en las bancas podría estar escuchando frases con lo que han llegado a ser palabras clave polarizadas; incluso la predicación en favor de la “justicia social” puede dar la impresión de ser un tema del que hablan los demócratas.

“¿En qué (aspectos) de nuestra sociedad necesitamos justicia?”, es la manera en que Haider aborda la labor de divulgación.

Desde hace tiempo una tradición en Holden, en la iglesia luterana San Pablo se ha iniciado un club de colchas hechas con retazos de tela, y la primera colcha que hicieron fue donada en un servicio dominical reciente a un joven inmigrante latino que acaba de mudarse a Minneapolis.

La congregación —iniciada por inmigrantes suecos a finales del siglo XIX— se ha vuelto predominantemente latina, y su misa es bilingüe en inglés y español. Un nuevo mural en la entrada presenta dos tradicionales caballos de Dalecarlia suecos entre las palabras en español “sanación” y “resiliencia”.

Una bandera del orgullo LGBTQ+ también cuelga en el santuario, un indicio de que San Pablo se ha convertido recientemente en una congregación “Reconciliándose en Cristo”, que da la bienvenida a miembros de la comunidad LGBTQ+ y la celebración de matrimonios entre personas del mismo sexo. La ELCA permitió que personas homosexuales con pareja fueran pastores y pastoras en 2009, mucho antes de que la Corte Suprema de Estados Unidos legalizara el matrimonio entre personas del mismo sexo en todo el país.

El hecho de que San Pablo sea inclusivo es satisfactorio para Vega, la presidenta del consejo, quien junto con sus nueve hermanos fue criada en el catolicismo en un pequeño pueblo mexicano. Después de que su padre emigrara solo a Estados Unidos, ante lo cual su madre decidió divorciarse, Vega y sus hermanos se sintieron señalados en el templo, por lo que se introducían a rezar sólo cuando estaba vacío.

“Todos tenemos derecho a pertenecer a algún lugar; no puede la gente hacerte sentir de menos”, dijo Vega. “La fe es amor. Es querer a todos como somos”.

El pastor de la iglesia luterana San Pablo, nacido en Nueva Jersey después de que su familia huyera de la guerra civil en El Salvador y casado con otro pastor, ha hecho de la pertenencia un tema central para la iglesia. Pendones de casi 4 metros (13 pies) de largo con retratos de feligreses cuelgan del costado de la iglesia, junto a la pregunta: “¿Cuándo te has sentido parte de una comunidad?”.

“He experimentado lo que se siente ser rechazado y despreciado”, dijo el reverendo Hierald Osorto. “Sirvo a un Dios que dice que todos pertenecen. Y si de verdad lo creemos, tenemos que vivirlo de formas prácticas”.

La de la Transfiguración también es una congregación de “Reconciliándose en Cristo”, y aunque no todos los miembros adoptaron ese proceso, han permanecido en la iglesia, reportó Pokel. La madre de dos hijos nativa de Fargo, Dakota del Norte, se convirtió en su pastora principal después de servir en congregaciones rurales y de Minneapolis.

En una reciente “feria de ministerios” dominical, su vestíbulo presentaba todos los clubes de la Transfiguración, con uno a cargo de confeccionar “osos de la memoria” con retazos de tela para familias en duelo, junto a otro que distribuía pulseras y cuentas del orgullo de la diversidad sexual.

“(Jesús) amaba a todos, y todos debería significar todos", dijo Ryan Hanish, líder del grupo “Reconciliándose en Cristo” en la comunidad de la Transfiguración. También participan en la celebración anual del orgullo gay que lleva a cabo el suburbio, donde muchos se sorprenden de ver la presencia de una iglesia.

“Ellos pueden entender que no todas las iglesias van a ser críticas”, agregó Hanish.

Más allá de las diferencias geográficas, étnicas y políticas, el pegamento que parece mantener unidas a estas congregaciones luteranas podría ser precisamente esa disposición a no juzgar.

“No debes juzgar. Debes estar atento a las personas que necesitan tu ayuda”, dijo Patrick Leehey, quien junto con su esposa ha sido miembro de San Pablo durante más de 12 años.

“No tenemos que estar insistiendo siempre en que nuestro camino es el único camino”, hizo eco Davidson. “Estas opiniones marcadamente resueltas no siempre te llevan a donde quieres estar”.

Y ahí radica una lección política, pero apartidista.

“La Iglesia puede ser un modelo así para Estados Unidos”, opinó Pokel. “Tenemos un lugar para todos: el llamado no es a ser iguales, sino a amar”.

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La cobertura religiosa de The Associated Press recibe apoyo a través de la colaboración de la AP con The Conversation US, con financiamiento de Lilly Endowment Inc. La AP es la única responsable de este contenido.

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