‘Merlina’: el éxito de Netflix vuelve con una elegante segunda temporada, pero repite la misma fórmula
Un fantástico Tío Lucas y una brillante Morticia equilibran el exceso de frases ingeniosas y citas forzadas
Si el infierno fuera una adolescente, Merlina lo tomaría como un cumplido. La hija de las trenzas oscuras y la obsesión por la muerte de la familia gótica más querida disfrutaría cualquier comparación con el inframundo. Fue justo en ese cruce entre el drama adolescente y lo sobrenatural donde Merlina encontró un éxito rotundo con su primera temporada en 2022: sumó mil millones de horas de reproducción en solo un mes y se convirtió en uno de los mayores éxitos de Netflix.
Tres años después, está de vuelta.
Merlina (Jenna Ortega, hosca y con tono monocorde) tuvo unas vacaciones bastante productivas —¿para qué sirven si no es para cazar asesinos seriales?—, pero las clases ya comenzaron. Para su desgracia, sus heroicas acciones al salvar a sus compañeros de la maestra maniaca interpretada por Christina Ricci en la primera temporada la dejaron en la cima de la pirámide social de Nunca Más: ahora recibe montones de cartas de fans y miradas dignas de un acosador. La comparación con el propio malestar de Ortega ante su repentina fama es fácil, pero certera; ojalá la actriz pudiera lidiar con sus admiradores intensos del mismo modo mórbido pero efectivo que lo hace su personaje.
En la segunda temporada, los guionistas vuelven a plantear la misma pregunta que en la primera: ¿y si Nancy Drew fuera gótica? ¿Y además tuviera poderes psíquicos? Esta vez, ese segundo elemento adquiere un peso más existencial, ya que las habilidades de Merlina empiezan a fallar sin explicación. Algo parecido le ocurrió, según descubrimos, a su tía y a la hermana desquiciada de Morticia, Ofelia, cuyo trágico destino se convierte en un misterio paralelo al principal: una visión de Merlina que muestra la muerte violenta de su mejor amiga, Enid (Emma Myers).
Preocupada por la posible muerte de Enid, Merlina decide apartarla mientras investiga los extraños sucesos en Nunca Más y en el hospital psiquiátrico de Willow Hill, un lugar para marginados con problemas mentales. Esa decisión probablemente decepcione a los fans de la dupla, que esperaban verlas convertirse en pareja tras haberse acercado tanto en la primera temporada.

Pero otra compañera incontrolablemente entusiasta espera entre bastidores. Interpretada por Evie Templeton, ojos saltones y apariencia de boceto viviente de Tim Burton, Agnes es una aspirante a Merlina, ansiosa por agradar y lista para ayudar. También hay un nuevo director en escena (Steve Buscemi, totalmente desaprovechado), y la salida de un ícono de los noventa (Ricci, revelada como la villana de la primera temporada) da paso a otra figura de la época: Billie Piper, quien se incorpora como la nueva profesora de música, la señorita Capri.
Como Merlina, Ortega hace lo que mejor sabe hacer, que es decir: no mucho. Mira fijo, frunce el ceño y parece estar hirviendo por dentro. El nivel de disfrute del guion, escrito por Alfred Gough y Miles Millar, dependerá de cuánto toleres los chistes sarcásticos y el humor seco. Después de cuatro horas, las citas de Voltaire y los juegos de palabras sobre asesinatos empiezan a cansar.
Por eso, esta segunda temporada se beneficia del mayor protagonismo de la familia Addams, que ahora aparece más en pantalla. Destacan especialmente la Morticia mordaz de Catherine Zeta-Jones y Hester Frump, la dama de la muerte interpretada por Joanna Lumley. Por su parte, Fred Armisen también brilla como el Tío Lucas.
Hay momentos divertidos, como cuando Gómez (Luis Guzmán) confunde el ataque de un zombi hambriento de cerebros con un juego sadomasoquista de su esposa (“Oh, ¿jueguito con hacha?”), o cuando Merlina recibe una carta del editor de su manuscrito: “Busque ayuda, por favor”. Pero en general, la serie se apoya más en el estilo que en el contenido.
Tim Burton, el raro oficial de Hollywood, vuelve a dirigir la mitad de los episodios, y su sello se nota en cada rincón. Hay algo profundamente satisfactorio en ver cómo su universo de inadaptados y monstruos se despliega a lo largo de ocho horas. Aunque, en realidad, ese es el único punto a favor de una duración que se extiende mucho más de lo necesario.
En el fondo, mucho menos oscuro y sangriento de lo que aparenta, Merlina sigue siendo terriblemente predecible: una historia clásica de chica fuera de lugar que atraviesa la adolescencia, con un poco de misterio policial y una pizca de elementos sobrenaturales para darle sabor. Los enredos de telenovela empujan la trama justo hacia donde uno espera, en el momento exacto.
Lo que a simple vista parece original y fresco, en realidad es un monstruo de Frankenstein armado con retazos de éxitos adolescentes: Emily en París, X-Men, Veronica Mars y Riverdale, todo cosido con buen estilo.
Traducción de Leticia Zampedri