‘Tron: Ares’ podría ser la peor película del año y marca un nuevo fondo para Disney
La música es sobresaliente, pero esta entrega protagonizada por Jared Leto representa un punto bajo para la franquicia: mal escrita, éticamente cuestionable y vacía de propósito
Un escenario poco común: la mejor banda sonora del año fue escrita para la peor película del año y el resultado es un bucle psíquico agotador. Tron: Ares lanza ráfagas de tecnopalabrería sin sentido y giros narrativos tan vacíos como su protagonista, mientras el cerebro intenta resistir. Pero justo cuando uno empieza a desconectarse, otra pista de Nine Inch Nails sacude el asiento y lo arrastra de vuelta a la consciencia. Es un vaivén entre el éxtasis y la desesperación, una montaña rusa emocional que no lleva a ningún lado.
Trent Reznor y Atticus Ross, miembros permanentes de Nine Inch Nails, han compuesto bandas sonoras juntos desde Red social, en trabajos con David Fincher y también con Luca Guadagnino (Challengers, 2024). Tron: Ares es la primera partitura que firman bajo el nombre de Nine Inch Nails. En ella toman el relevo de los desaparecidos Daft Punk, cuyo pulso electrónico definió el sonido de Tron: Legacy en 2010.
En la medida en que puede percibirse, esta sí es una banda sonora de Nine Inch Nails, no solo una colaboración entre Reznor y Ross. Los vocales angustiados de Reznor aparecen en una secuencia clave de acción, pero más allá de eso, toda la composición emite la energía cruda y erótica de la banda: una base industrial intensa que se cruza con motivos delicados e intrincados, entrelazados como líneas de código o una doble hélice genética.
Estás escuchando todo esto, sí, pero mientras ves lo que probablemente sea el contenido más desechable que una franquicia haya producido. Tron: Ares tiene el atractivo visual de un videojuego para celular y una profundidad temática tan limitada que hace que la premisa de la película original de 1982 —Jeff Bridges siendo absorbido por una computadora— parezca escrita por filósofos.
En un momento en que Disney ha perdido terreno crítico y comercial, la compañía opta por revivir una saga sin verdadero peso cultural más allá de una montaña rusa, y pone al frente a Jared Leto, un actor históricamente polémico que este verano fue acusado por nueve mujeres de conducta sexual inapropiada, varias de ellas cuando eran menores de edad. Un vocero de Leto negó “categóricamente” las acusaciones en un comunicado difundido en ese momento.

Leto interpreta a Ares, el “defensor de la red”, una inteligencia artificial que, junto a Athena (Jodie Turner-Smith), se encarga del trabajo sucio digital para Julian Dillinger (Evan Peters), director ejecutivo de tecnología y nieto de Ed Dillinger, el personaje interpretado por David Warner en la Tron original. Leto parece entender su rol como una licencia para actuar sin expresión alguna. Turner-Smith, al menos, merece crédito: domina el paso robótico y transmite una amenaza fría, precisa y contenida.
La incomodidad se profundiza cuando el guion de Jesse Wigutow intenta ilustrar el “despertar” emocional de Ares con bromas forzadas y, en una escena especialmente torpe, una parodia del monólogo de American Psycho que Christian Bale le lanza al propio Leto, aunque aquí el tema es Depeche Mode… y no hay asesinato después.
Ares no deja de ser otra versión del viejo relato de Pinocho: el androide que quiere convertirse en humano. Pero la gran pregunta —qué significa ser “más humano que lo humano”— aparece despojada de todo conflicto real, mientras que la tensión entre creador y criatura, padre e hijo, queda reducida a una línea recta sin fuerza ni fricción. Al final, Ares se reconcilia sin esfuerzo con su rival, la directora ejecutiva Eve Kim (Greta Lee), quien tomó el control de ENCOM tras la desaparición de Kevin Flynn (Jeff Bridges) y la salida de su hijo Sam (Garrett Hedlund), protagonista de Legacy.
Se supone que el público debe apoyar a Eve, lo que le da a la película un matiz inquietante. Su primera aparición la muestra afirmando que “lo que emerge de lo desconocido no es tan aterrador”, justo antes de entusiasmarse con la idea de usar inteligencia artificial para resucitar a familiares muertos. Tanto ella como Dillinger buscan acceder al llamado “Código de Permanencia”, un programa capaz de transferir entidades digitales como Ares al mundo físico, ya sea como máquinas o en cuerpos humanos.

En la práctica, Tron: Ares pasa sorprendentemente poco tiempo dentro del mundo de Tron. El clímax de una persecución en lightcycles —esas motocicletas icónicas de la saga— termina con los vehículos estrellándose contra pilas de papel reciclado en el centro de Vancouver. El futuro, según Disney. No hay ningún interés real por explorar el potencial visual o conceptual del mundo digital. Por momentos, uno llega a extrañar la secuencia del club nocturno en Legacy, que al menos intentaba algo. Aquí solo hay un breve guiño a la estética ochentera, lo justo para que Leto diga “clásico” y Jeff Bridges haga un cameo.
Dillinger es el más inquietante de los dos directores ejecutivos. Tiene en mente el uso militar de la tecnología, pero la idea de que Eve sea nuestra heroína, en una película producida por un estudio con un largo historial de “nigromancia digital”, no resulta precisamente fácil de digerir. Claro, se nos ha regalado un nuevo álbum de Nine Inch Nails en 2025… ¿pero a qué precio?
Director: Joachim Rønning. Reparto: Jared Leto, Greta Lee, Evan Peters, Jodie Turner-Smith, Hasan Minhaj, Arturo Castro, Gillian Anderson, Jeff Bridges. Apta para mayores de 12 años, 119 minutos.
‘Tron: Ares’ se estrena en cines el 10 de octubre.
Traducción de Leticia Zampedri