Por qué ‘Love Actually’ no es la conmovedora comedia romántica que recordabas
Esta comedia romántica navideña es anticuada y trata a las mujeres como peones en una fantasía masculina, dice Holly Williams
Si hay una película que no merece ser vista desde una perspectiva bondadosa, definitivamente es Love Actually.
Las cosas han cambiado desde 2003, y habiendo vuelto a ver la película, puedo decir: gracias a Dios, porque pocas películas parecen estar tan vergonzosamente fuera de sintonía con el feminismo moderno como Love Actually .
Cada Navidad, millones de personas ven esta película que se ha convertido en una de las principales comedias románticas y que los estadounidenses consideran como un “clásico navideño”. Muchos fanáticos están encantados con la idea de volver a ver a estos personajes. Pero, si usamos una frase que definitivamente no existía en 2003, este favorito es tóxico.
Incluso cuando se estrenó, hubo algunas quejas sobre la preferencia de Curtis por los gestos románticos extravagantes en lugar del desarrollo de los personajes. Pero incluso si mostró ser bastante popular, la película también envejeció rápidamente. Son cada vez más las críticas en Internet que reconocen la espeluznante interpretación del romance que ofrece (la más famosa ha sido la divertidísima descripción de Jezebel).
Todo el poder y la voluntad pertenecen a los personajes masculinos, mientras que las mujeres, a menudo las empleadas más jóvenes, son silenciosas, agradecidas y bonitas. Las mujeres que tienen preocupaciones o responsabilidades más allá de complacer a los hombres parecen ser castigadas sin un amor y teniendo que escuchar a Joni Mitchell.
También parece ser sorprendentemente heteronormativa: nueve historias y todas heterosexuales. Se hace una ligera burla al romance entre personas del mismo sexo, pero nunca se muestra ni se celebra (se filmó una escena lésbica, pero la eliminaron). Obviamente, todos esperan que para la reunión, la envejecida estrella de rock Billy Mack y su devoto manager terminen juntos. Apostaría a que se va a abordar de alguna manera la falta de historias homosexuales, al menos.
¿Qué pasará con la representación de las mujeres? Solo nos queda esperar. Obviamente, Love Actually no es la única película que presenta personajes femeninos como pura satisfacción de deseos. Los hombres siempre han dominado la industria. La mayoría de las películas que vemos las graban desde la perspectiva masculina y ponen a las mujeres como objetos de deseo por adquirir. Pero para una película tan querida, que en realidad no es tan antigua, Love Actually se siente particularmente ofensiva, repleta de ejemplos de mujeres pasivas que satisfacen las necesidades y los deseos de los hombres.
Entonces, en un acto de cinismo despiadado contra esta comedia romántica excesivamente optimista y empalagosa, te presentamos todas las razones por las que las relaciones en Love Actually hacen que ver la película sea de verdad incómodo.
Mark y Juliet
El tipo de hombre que contrata prostitutas “sorpresa” no deseadas para la despedida de soltero de su amigo quizás no sea un hombre lleno de inteligencia emocional. Pero Mark, interpretado por Andrew Lincoln, se convierte en un depravado. Como estaba enamorado en secreto de la prometida (Keira Knightley) de su mejor amigo, solo la graba a ella en la boda. En muchos primeros planos extremos y por supuesto sin decir nada, solo aparecía una cara bonita, una y otra vez. Esta cinta masturbatoria es un ejemplo casi cómico y descarado de la mirada masculina en el cine: la cámara enmarca literalmente su lujuria, el espectador presentó a Knightley a través de sus ojos adoradores. Pero también parece transmitir visualmente algo sobre el control masculino: en las tomas la recorta, la contiene, impone límites al aterrador objeto de deseo.
Porque Mark tiene miedo: miedo de lo mucho que le gusta Juliet. A pesar de que ni siquiera la conoce. Juliet dice “pero nunca me hablas... no te caigo bien”. Mark la puso en un pedestal por su apariencia, sin importar su personalidad o intelecto. Tal vez si se hubiera tomado la molestia de platicar con ella, se habría dado cuenta de que tenían puntos de vista irreconciliables sobre la guerra de Irak o el nuevo disco de Radiohead o cualquier otra cosa de la que la gente hablaba en 2003, y podría haberlo superado.
En cambio, obtuvimos la escena más famosa de la película: Mark aparece para declarar su amor con cartulinas escritas a mano, porque es Navidad y en Navidad decimos la verdad. ¿En serio? ¿No es más bien el momento de las mentiras blancas como “Me encanta, no te hubieras molestado”? Y, después de todo, a quien considera “perfecta” es a la esposa de su mejor amigo. Mejor lo hubieras dejado guardado en tu gorro de Santa, Mark.
Sam y Joanna
Sam (Thomas Brodie-Sangster) es solo un niño, pero está trágicamente enamorado de Joanna (Olivia Olson), la niña más genial de la escuela, que ni siquiera sabe que él existe. Pero nunca eres demasiado joven para empezar a aprender cómo “hacer” que le gustes a una mujer. “Tengo un plan”, dice Sam. “A las mujeres les encantan los músicos”. Entonces decide aprender a tocar la batería.
Esta trama es básicamente la historia de Mark y Juliet en miniatura. ¿Por qué no intentar hablar con ella en lugar de simplemente admirarla de lejos? ¿Quizás platicar sería mejor que fingir que te gusta tocar música para engañarlas y hacer que les gustes? No dejes de ser fiel a ti mismo, pequeño Sam.
Jamie y Aurelia
Al pobre y guapo novelista Jamie (Colin Firth) lo engaña su novia y tiene que ir a Francia a lamerse las heridas. Su ama de llaves es Aurelia (Lucia Moniz), una mujer portuguesa que no habla inglés. Ellos se enamoran a pesar de ser literalmente incapaces de comunicarse. En otro gran gesto romántico (o gesto arrogante de derecho masculino), aparece en Navidad para pedirle a ella, su empleada más joven con quien nunca ha tenido una sola conversación, que se case con él. Esto parece, en el mejor de los casos, superficial y, en el peor, trastornado. Es el sueño hecho realidad para el romántico perezoso: conseguir a la mujer perfecta sin tener que molestarse en conocerla.
La otra cosa que es muy molesta de esta trama es cuando saltan a un lago para salvar las páginas de su libro. Es una toma lasciva en cámara lenta que recorre arriba y abajo el cuerpo de Moniz mientras se quita la ropa y ejecuta un clavado elegante, mientras que a Firth se le permite aventarse completamente vestido y chapotear luciendo como un tonto. Sean serios, Colin es famoso por la escena de la camisa mojada; si vamos a comernos con los ojos, ¿puede al menos haber igualdad de oportunidades para hacerlo?
Sarah y Karl
Sabemos que el personaje de Laura Linney, Sarah, no va a terminar bien: usa faldas desaliñadas y suéteres grandes con terribles broches de mariposas. Tampoco da prioridad al romance y el placer sexual de un hombre por encima de todo.
Después de la fiesta de la oficina, la versión arreglada de Sarah finalmente se involucra con su enamorado de años, el guapo Karl (Rodrigo Santoro, cuyo torso muestra que la película pierde el tiempo en la lujuria femenina). Pero el teléfono de Sarah sigue sonando y ella sigue respondiendo. Para ser justos, es su hermano que padece una enfermedad mental y literalmente suena como si estuviera a punto de suicidarse. Me gusta pensar que la mayoría de los hombres lo entenderían; estarían de acuerdo con verse otro día. O sea, tal vez hasta harían algunas preguntas, verían cómo podrían ayudar...
Pero no Karl. No en Love Actually. En la tierra de las comedias románticas, aparentemente un hombre no puede compartir una mujer con otro hombre, incluso si es su hermano enfermo. Y una mujer no puede tener su propia vida o responsabilidades; ella debe estar disponible en todo momento para atender las necesidades del hombre. Regresarás a la ropa de lana, Sarah.
Colin y todos los “bombones” estadounidenses
Cuando conocemos a Colin (Kris Marshall), él insulta gravemente a una proveedora de comidas de bodas en su cara. En lugar de avergonzarse y disculparse, decide que su problema es que las mujeres británicas son engreídas. Necesita ir a Estados Unidos para ligar.
De inmediato, conoce a tres chicas muy atractivas, que adoran su acento y terminan llevándolo a su casa para una orgía. Por supuesto, son objetos sexuales puros y esta trama es la satisfacción total de los deseos masculinos, pero al menos todo se desarrolla de manera irónica y termina siendo cómico y abiertamente ridículo. O a lo mejor al final de la película estaba demasiado cansada para que me importara.
Harry y Karen
Alan Rickman es el relajado jefe maduro Harry; su sexy y joven secretaria Mia (Heike Makatsch) literalmente abre las piernas enfrente de él. Es tan seductoramente malvada que usa cuernos de diablo en una fiesta de Navidad. ¿Acaso cree que es Halloween? Quién sabe.
No hay duda de que la mujer es la que está a la caza, pero él todavía tiene la ventaja del poder y el estatus. Él es el jefe. Ella lo llama “señor”, por el amor de Dios (¿alguien sí llamó a su jefe “señor” en 2003?). Y luego está el asunto de que ella le pide un buen regalo después de la muy obvia oferta de sexo. Esto da náuseas, en el mejor de los casos.
Finalmente, está la pobre Karen, la esposa de Harry, interpretada por Emma Thompson en la única actuación verdaderamente humana y multifacética de la película. Ella usa terciopelo voluminoso, se preocupa por estar gorda y está un poco agobiada por andar detrás de los niños (no hay señales de que Rickman ayude a hacer sus disfraces de la pastorela, ¿verdad?). Karen es también la única persona que vemos triste en la escena final de parejas felices de la película. ¿Por qué? ¿Porque ella no es un alegre “bombón” de veintitantos? ¿Porque desafía a su esposo por su comportamiento y lo hace sentir mal?
El mensaje sin duda parece ser: solo las mujeres que son sensuales y hacen felices a sus hombres sí tienen sus propios finales felices. Jódete, Richard Curtis. Eso, en serio, no está bien.