La vida estadounidense de Nigel Farage: una mezcla de estadista y guerrero cultural
En la Conferencia de Acción Política Conservadora en Orlando, Florida, Richard Hall habla con el exlíder del UKIP
Nigel Farage camina a grandes zancadas por el vestíbulo de un deslumbrante hotel en Orlando cuando sus admiradores lo interrumpen, no una sino tres veces. El hotel es la sede de la CPAC (Conferencia de Acción Política Conservadora) anual, una reunión de activistas extremistas en línea de todo EE.UU., en la que Farage es un orador estrella.
El exlíder del UKIP, defensor del Brexit y ahora presentador de televisión en un pequeño canal de noticias de derecha, ha dejado de ser un pilar de la política británica. Ya no disfruta de una presencia constante en las páginas de los periódicos británicos. Irónicamente, fue su ambición de toda la vida y su mayor logro, la salida de Gran Bretaña de la Unión Europea, lo que le privó de esa atención.
Aquí en Florida, sin embargo, entre los partidarios de Donald Trump, los luchadores de las hordas comunistas imaginarias y los opositores a la enseñanza de la historia negra, su popularidad no ha disminuido. Se presenta regularmente en la CPAC, y este año sube al escenario después del ex secretario de Estado Mike Pompeo, de Ben Carson y del exjefe de inteligencia de EE.UU. Richard Grenell.
Quería averiguar qué hay detrás de su duradera popularidad entre la derecha estadounidense. ¿Qué ve en ellos, y ellos en él?
Me acuerdo de una de las historias secundarias de la comedia romántica Love Actually, en la que un joven que no puede tener sexo en el Reino Unido decide mudarse a Estados Unidos, donde, dice, “las chicas realmente me desearían por mi lindo acento británico”. ¿Está Farage intentando el equivalente político de ese viaje?
Cuando pregunto a algunos de los asistentes a la CPAC sobre “Mr. Brexit”, como se le conoce en el Reino Unido, sus respuestas van desde una vaga afición por su sentido del humor hasta extensas comparaciones entre su batalla con la Unión Europea y la lucha entre los estados gobernados por la derecha y el gobierno federal de EE.UU.
“He visto vídeos muy divertidos en los que se burla del parlamento [europeo]”, dice Diana Castillo, residente de Palm Beach. “Él se enfrenta a la mayoría. Su sentido del humor es asombroso”.
“Él defiende las mismas cosas que nosotros defendemos”, agrega.
“Creo que reconoce cómo la Unión Europea le quitó a Inglaterra la oportunidad de ser independiente”, me dice John Brunner, otro de los asistentes. “Debido a nuestra idea de la autonomía de los estados y de los derechos de los estados, y al contar con la capacidad de tomar esas decisiones a nivel local, creo que ahí es donde nosotros reconocemos la falacia de la UE. Creo que Nigel tenía mucha razón al impulsar eso”.
Me reuní con Farage en una zona tranquila del vestíbulo del hotel unas horas antes de que subiera al escenario. Cuando le pregunto qué piensa sobre el origen de su popularidad, me da una respuesta bastante simple.
“Todo esto es gracias a YouTube. Nada de eso hubiera sucedido, en el sentido de que probablemente me habría alejado de la política en 2010. Pero de repente apareció YouTube”, comenta.
Fueron sus discursos ante el Parlamento Europeo, donde reprendió al cuerpo electo en grandiosos monólogos diseñados para socavarlo, los que lo hicieron famoso. Esos vídeos con frecuencia se volvieron virales entre los conservadores de derecha en EE.UU. y llamaron la atención de algunas figuras republicanas poderosas.
Su primer contacto con la política estadounidense fue gracias a Jeff Sessions, entonces senador republicano de Alabama, quien después se convertiría en el fiscal general de Trump. Sessions lo vio en YouTube y lo invitó a Washington D. C. para hablar con un grupo de senadores en 2010.
Unos años más tarde, en 2014, otro admirador se pondría en contacto. Donald Trump aún no había decidido postularse para presidente, pero reconoció en Farage un espíritu afín.
“Una vez más, él había visto mis discursos en el parlamento. Él había visto que yo estaba, ya sabes, causando un poco de revuelo, y me dijeron que se sentó durante horas a ver mi material”, relata Farage.
Fue su asociación con Trump lo que lo catapultaría al estrellato aquí en Estados Unidos. Asistía habitualmente a los mítines: Trump una vez presentó a Farage en un mitin como “uno de los hombres más poderosos de Europa”.
Trump también hizo comparaciones entre el Brexit y su propia campaña.
“Lo ves en toda Europa y en muchos otros casos en los que quieren recuperar sus fronteras. Quieren recuperar su monetario [sic]. Quieren recuperar muchas cosas. Quieren volver a tener un país. Creo que esto va a ocurrir cada vez más. Realmente creo eso. Y está sucediendo en Estados Unidos”, aseguró en una visita a Escocia poco después de conocerse el resultado del Brexit.
Ambos también compartieron la misma estrategia para atraer la atención de los medios, dice Farage. “Pienso en la idea de decir algo que causaría indignación, y en lugar de disculparte por ello, reafirmarlo e incluso ir más allá; que es lo que siempre hice”, expresa. “Eso fue muy deliberado”.
Farage vuelve a estar en las noticias el día que nos encontramos debido a un escándalo de hace años. Han pasado pocos días desde que Vladimir Putin ordenó una invasión rusa de la vecina Ucrania en un intento de derrocar al gobierno elegido democráticamente en ese país. Hay un recuento en los medios de comunicación sobre los admiradores de Putin, y han resurgido unos comentarios que Farage hizo en una entrevista de 2014, en la que se le preguntó a qué líder mundial admiraba más.
“Como operador, pero no como ser humano, diría que Putin”, respondió en ese momento. “La forma en que manejó todo el asunto de Siria. Brillante. No es que lo apruebe políticamente. ¿Cuántos periodistas hay en prisión actualmente?”.
Le pregunto si ahora se arrepiente de esos comentarios, a la luz de los recientes acontecimientos. Farage contesta que sus comentarios fueron sacados de contexto.
“Dije que era uno de los malos. No me gustaría vivir en Rusia. Pensé que la forma en que la gente desaparece... Dije todas esas cosas. Pero como líder mundial, como jugador de ajedrez, en 2014, lo admiré más que a los demás en cuanto a su habilidad. Debo decir que en las últimas 72 horas lo he reconsiderado ligeramente. Me pregunto ahora, con lo que está haciendo, si todavía tiene una función racional”.
“No pensé que haría lo que ha hecho”, agrega.
Si bien su opinión sobre Putin ha cambiado, su relación con Trump no. Pero Trump es una persona completamente diferente del hombre que Farage conoció como candidato. En los últimos días de su presidencia, Trump emprendió un enorme esfuerzo para anular los resultados de las elecciones presidenciales, y difundió mentiras sobre la integridad de la votación. Esas mentiras finalmente llevaron a un ataque violento por parte de sus partidarios en el Capitolio de EE.UU. durante la certificación de las elecciones. Todo el tiempo posterior a su cargo, ha seguido impulsando esas mismas mentiras y socavando las próximas elecciones presidenciales. ¿No es esto un ataque a la democracia?
“Esta es otra área en la que me siento muy fuerte”, dice Farage. Recuerda una participación en el podcast de Steve Bannon donde predijo que Trump “ganaría ese día. Y para el tercer día, habrá perdido”.
Le pregunto qué quiso decir con eso.
“Votos por correo”, dice. “Era obvio lo que iba a pasar. Así como he visto la absoluta corrupción de las votaciones en las ciudades de Gran Bretaña, están completamente corrompidas”.
Pero no ha habido evidencia de un fraude generalizado en las elecciones estadounidenses, respondo, a pesar de que hubo docenas de investigaciones y sondeos. Él contesta con un largo ataque al concepto del voto por correo.
“Estados Unidos, por supuesto, no tenía antecedentes de esto. Así que quién puede decir exactamente lo que pasó. Y, de hecho, probablemente la verdad es que lo que sucedió no fue ilegal, porque no había reglas establecidas”, explica.
Tengo la sensación de que él no cree en las afirmaciones de Trump de que las elecciones fueron robadas, pero no está dispuesto a decirlo inequívocamente por temor a dañar esa relación. Es el tipo de amago por el que se ha hecho famoso. Pero es mucho más difícil evitar una conversación sobre su amistad con Steve Bannon, un exaliado de Trump que está bajo investigación por su rol en el ataque al Capitolio y que regularmente usa lenguaje violento en su podcast. ¿Cómo un británico que dice creer en la democracia justifica una relación con un extremista?
“Creo que hay algunas áreas en las que sobrepasa los límites para muchos británicos. Es la política y los argumentos expresados en modo de guerra”, señala.
“Todo se tata de las trincheras. Y luego ves su discurso de Oxford Union y piensas, wow, educado, bien informado, erudito. Es realmente raro; A Steve le gusta ser el chico malo. Quiere que se le considere el villano que acaricia al gato blanco en la película de James Bond”.
Pero ese tipo de discurso tiene efectos en el mundo real, argumento. Fomenta la violencia, y los disturbios del 6 de enero fueron un perfecto ejemplo de ello.
“Solo piensa en lo que los demócratas han dicho sobre Black Lives Matter”, responde Farage. “La gente quemaba los centros de las ciudades, y los demócratas lo toleraban. En general, ha habido una verdadera debilidad en esto, y nunca se me podrá acusar de eso”.
En EE.UU., Farage parece estar constantemente rodeado de personas con puntos de vista más extremos que los suyos, y es admirado por personas que creen en oscuras conspiraciones y alientan la violencia, a la que él dice aborrecer. Se distancia lo suficiente para no parecer loco, pero no tanto como para que dejen de devolverle las llamadas.
Sin embargo, hay otros momentos en los que parece estar completamente convencido de que existen las guerras culturales estadounidenses que tienen poco sustento en la realidad. Habla del “enemigo interno” aquí en EE.UU., haciendo eco del lenguaje exagerado sobre el “horrible virus del marxismo que está intentando destruir nuestras identidades, nuestras historias, y envenena las mentes de nuestros hijos a través de la educación”.
A veces parece estar dividido entre estas dos personalidades. ¿Realmente cree que Estados Unidos está envenenado por el marxismo?, pregunto. ¿Biden es marxista?
“Algunas de esas cosas son tontas”, reconoce. “Estoy hablando del intento de desprestigiar a los padres fundadores y el trabajo que hicieron, cuando comparan nuestros valores de hoy en día con sus valores de entonces. La remoción de estatuas. Esa es una forma de marxismo. Es una forma de querer derribarlo todo. Así que hay un enemigo externo, hay un enemigo interno, y estas son verdaderas batallas civilizatorias para Occidente”.
Cuando se desvía hacia esos temas, la apariencia de caballero británico cortés desaparece y él comienza a encajar un poco mejor aquí en la CPAC, un evento donde los vítores más fuertes siguen a las terribles advertencias de que los comunistas están en la puerta y vienen a quitarle a la gente sus armas/hijos/pensiones.
Es el tipo de ideología mixta que se ha vuelto cada vez más común con el auge de los medios en línea de la derecha alternativa y el rechazo de las noticias en los medios tradicionales. Es una burbuja dentro de la cual todo es una guerra cultural, y el miedo impulsa a la acción. Farage es un componente tan importante aquí como lo fue en casa, donde alimentó el sentimiento antiinmigrantes y antirrefugiados con propaganda extravagante y mentiras para ayudar a su campaña para que Gran Bretaña saliera de la UE.
La misma propaganda en línea que impulsó a Trump al poder también le dio protagonismo a Farage en Estados Unidos. Ese ecosistema se arraigó aquí de una manera en la que aún no lo ha hecho en el Reino Unido.
Pero no se puede negar que su posición entre los conservadores estadounidenses es única. ¿Qué otro político británico podría comandar una multitud en la CPAC? ¿Y cómo usa exactamente esa influencia?
Él dice que su discurso ante la CPAC hoy será diferente.
“Normalmente hablaría en tono de broma, sería divertido, intentaría que la multitud vitoreara y abucheara. Eso es lo que hago normalmente en la CPAC. Hoy no. De hecho, voy a ser muy serio hoy”.
Unas horas más tarde veo a Farage salir a grandes zancadas entre aplausos entusiastas en el escenario de la CPAC. Lo que sigue es una mezcla familiar de afirmaciones sin sentido sobre la guerra cultural y un intento de racionalidad. Después de varios días llenos de oradores con la única intención de atacar a la multitud que exagera con su actitud políticamente correcta, su discurso de hecho destaca. Aborda dos temas que ningún republicano que dependa de activistas conservadores para ser elegidos se atrevería a tocar: elogia a la OTAN e insta a la multitud a dejar atrás las elecciones de 2020.
“¿Tiene sentido que el Partido Republicano siga hablando de las elecciones robadas?”, Farage le pregunta a la multitud, que en los últimos días ha escuchado solo discursos que los insta a no superar la elección.
Luego lanza una advertencia a la multitud aislacionista creyente del lema “America First” que está frente a él, y les pide que Estados Unidos vuelva a ser un líder en el mundo y que vuelva a comprometerse con la OTAN para detener a Putin y China.
“Esta notable alianza que ha funcionado desde fines de la década de 1940, cuando se estableció allá para garantizar la paz, prácticamente ha hecho un muy buen trabajo durante esos años”, dice sobre la OTAN.
“Entonces, debe haber un gran debate público en Estados Unidos en este momento sobre... si desean continuar liderando la OTAN. Y si lo hacen, ese mensaje debe anunciarse alto y claro para Vladimir Putin. Porque, sabes, si no es así, si ese mensaje no se envía, creo que Putin bien podría continuar. He llegado a esa conclusión en los últimos días”, añade.
Y luego la máscara cae de nuevo.
“Son los enemigos a los que nos enfrentamos, pero también nos enfrentamos a enemigos internos. Nuestras universidades se han convertido en redes del marxismo, empeñadas en adoctrinar y envenenar a nuestros jóvenes. Decididos a volver a la población contra nosotros mismos. Mientras ocurren estas grandes amenazas, estas grandes amenazas globales de las que estoy hablando, seguimos ocupados enseñándole a la gente a sentirse culpable por ser blanca”, dice entre vítores.
En este intento de ser tanto un estadista como un guerrero de la cultura, se pierde. Pero tal vez así es como él se ve a sí mismo: en algún lugar entre Winston Churchill y Marjorie Taylor Greene.