La ciencia todavía dice que la salud de las mujeres no es tan importante como la de los hombres
Creencias y actitudes arraigadas se interponen en el camino para que las mujeres obtengan la atención médica que necesitan
Por fin, el gobierno británico ha reconocido la desigualdad de género en la salud al nombrar a una embajadora de la mujer, Maria Caulfield, ministra responsable de la salud de la mujer. Esto sigue a una consulta sobre el tema a principios de este año, en la que se recibieron más de 100.000 respuestas que revelaron cuán endémico es el problema. Las respuestas se dividieron en dos categorías amplias: primero, los distintos problemas de salud que enfrentan las mujeres, y segundo, su experiencia en el sistema de salud al buscar apoyo para estos problemas.
Maria Caulfield declaró que estaba “conmocionada” y que estos problemas deben abordarse. Por desgracia, la mayoría de las mujeres que lean las respuestas no se sorprenderán tanto como la ministra, muchos de los problemas planteados les serán muy familiares. Por ejemplo, los tabúes y el estigma asociados con la salud de las mujeres les impiden buscar ayuda y, también dañino, refuerzan la idea de que los síntomas debilitantes de las mujeres son “normales”; en otras palabras, ¿de qué se quejan?
Esta no fue una experiencia aislada, ya que casi una de cada tres mujeres dijeron que se sentían sin apoyo con un problema de salud, y más de las tres cuartas partes sintieron que no las habían escuchado quienes trabajaban en el área de la salud. Esto le resultará familiar a cualquier mujer que experimente endometriosis o menopausia, por ejemplo. El diagnóstico puede llevar tiempo y eso si se llega a diagnosticar, pero el problema no termina ahí, asegurar un tratamiento eficaz y consejos sobre cómo manejar el problema de salud puede ser una verdadera batalla. Esta es una lucha innecesaria, ya que tenemos formas efectivas de evaluar y diagnosticar afecciones como la endometriosis y formas establecidas de tratarlas basadas en la evidencia. No es evidencia de lo que carecemos, son creencias y actitudes arraigadas que se interponen en el camino de aliviar lo que puede ser una condición paralizante.
Ha sido evidente desde hace algún tiempo que la salud y el tratamiento de las mujeres han sido inferiores a los de los hombres. Esta desigualdad de género en la investigación es tan grave que las principales revistas científicas acordaron y redactaron una declaración para alentar a los investigadores a informar sobre los resultados para hombres y mujeres. Conocido como el acuerdo Consort, reconoció que con demasiada frecuencia, cuando las mujeres participaban en ensayos de salud, no se informaban sus resultados. Esta omisión significa que la evidencia emergente de la investigación no se puede utilizar para informar la evaluación y el tratamiento de las mujeres. Esencialmente, la ciencia estaba orientada hacia los hombres. Por desgracia, a pesar de este acuerdo, los ensayos aún no desglosan los datos masculinos y femeninos; es un desperdicio y una oportunidad perdida de obtener información vital sobre la salud de las mujeres.
La mayoría de los medicamentos de los que dependemos hoy para una variedad de problemas de salud se desarrollaron sin haber sido probados en mujeres, sobre todo mujeres en edad fértil. Las compañías farmacéuticas ven a las mujeres en edad fértil como demasiado riesgosas para incluirlas en el desarrollo de nuevos medicamentos. Puede ser que no haya ninguna diferencia si el medicamento solo se ha probado en hombres, pero seguramente es incorrecto esperar hasta que un medicamento sea aprobado y comercializado antes de establecer qué tan bien lo tolerarán las mujeres. En esencia, es más suerte que rigor científico si las mujeres no desarrollan una reacción adversa grave a los medicamentos.
Para comprender por qué persiste la desigualdad de género en la salud en 2021, es necesario analizar cómo está organizado el mundo de la investigación. Los equipos de investigación están dominados por profesores varones, aunque sus equipos están compuestos por más mujeres jóvenes que hombres. Del mismo modo, los hombres dominan las posiciones editoriales de las principales revistas científicas. Esto crea una perspectiva masculina sobre la salud de la mujer, no importa qué tanto estos hombres piensen que no son parciales, pueden perder el matiz de la experiencia de las mujeres, ya que no tienen una experiencia de primera mano.
Si bien es bueno ver que la salud de la mujer es reconocida como deficiente por parte del gobierno, se necesitará mucho más que nombrar a una embajadora para lograr un cambio significativo en este tema. Necesitamos mujeres líderes en investigación y ciencia si queremos ir más allá de reconocer un problema y brindar algunas soluciones tangibles, algo en lo cual hay muchísimo retraso.