¿Qué son las terapias de conversión o ECOSIG que combatirá el gobierno de Biden?
Las "terapias de conversión" causan profundos traumas físicos y psicológicos a las personas que las sufren, por lo que la ONU concluyó que esas terapias pueden equivaler a tortura u otros tratos crueles, inhumanos o degradantes
El presidente de los Estados Unidos, Joe Biden, firmó este miércoles una orden ejecutiva para perseguir las mal llamadas "terapias de conversión" sexual y asignar más recursos a la salud mental del colectivo LGBTQI+.
"Estamos en una batalla por el alma de esta nación. ¡Una batalla que sé que ganaremos!", exclamó Biden en un acto en la Casa Blanca para celebrar el Orgullo, rodeado de jóvenes del colectivo.
En Estados Unidos, se calcula que unas 700.000 personas lesbianas, gays, trans o de género diverso han sido objeto de estas prácticas en algún momento de su vida. Lo preocupante de esta cifra es que actualmente en 41 estados aún es legal esta práctica, incluido Nueva York.
Según el informe que se presentó al Consejo de Derechos Humanos de la ONU, las "terapias de conversión" tienen como objetivo transformar a una persona no heterosexual en una persona heterosexual, y a una persona trans o de género diverso en una persona cisgénero.
“Estas terapias se llevan a cabo en al menos 68 países, en todos los continentes. Son muy frecuentes en África y bastante frecuentes en América Latina y el Caribe y en Asia”, revela el organismo.
Pero, ¿qué son las terapias de conversión o ECOSIG (Esfuerzos para Corregir la Orientación Sexual e Identidad de Género?
Se trata de procedimientos que, en muchas ocasiones, llegan a caer en la tortura, y son presentados como tratamientos psiquiátricos, psicológicos y hasta espirituales que tienen como finalidad “curar” la orientación, identidad o expresión de género distinta a la heterosexual binaria cisgénero.
En sus visitas de trabajo a varios países, un experto independiente de la ONU recogió numerosos testimonios de personas lesbianas, gays, bisexuales, trans y de género diverso que fueron víctimas de exorcismos por parte de iglesias o curanderos, violaciones "correctivas", tratamientos psicológicos a la fuerza, entre otras atrocidades.
Antes de 1973, surgieron este tipo de “tratamientos”, pues la homosexualidad era considerada como un trastorno mental. Sin embargo, ese año la APA (Asociación Americana de Psiquiatría) la eliminó de su manual de trastornos mentales y aceptó que es parte del desarrollo y expresión normal del ser humano. Desafortunadamente, las terapias de conversión continuaron existiendo hasta nuestros días.
Existen diferentes tipos y son proporcionadas ya sea por instituciones religiosas, que combinan los retiros espirituales con medicamentos, según algunos reportes, como Ludomil y Dogmatil, químicos utilizados para tratar desórdenes psicológicos o neurológicos; como por organizaciones privadas que aplican terapias de “aversión”, utilizadas sobre todo en las décadas de 1970 y 1980, que consistían en inyectar altas dosis de neuroquímicos que desatan la respuesta de miedo en el cuerpo al tiempo que se muestran al sujeto imágenes homoeróticas, para provocar una reacción fisiológica de rechazo.
Existen registros de que los ECOSIG de forma frecuente incluyen maltrato físico, privación ilegal de la libertad, violencia económica y hasta violaciones grupales en menores de edad.
Una de las más extremas es la castración química, que aunque está prohibida y es ilegal, se sigue practicando a través de inyecciones o ingesta de hormonas que disminuyen la líbido del sujeto.
Muchas organizaciones privadas o religiosas promueven pláticas y terapias a través de conferencias y charlas disfrazadas de autoayuda que estigmatizan, adoctrinan y avergüenzan a quienes las reciben.
A pesar de que cada vez son más los países que aprueban leyes para combatir la discriminación, según la ONU, todavía hay 69 países en el mundo que penalizan las relaciones homosexuales entre adultos, esto equivale a 2,000 millones de personas, un tercio de la población mundial.