Las bacterias intestinales podrían ayudar a diagnosticar el COVID prolongado y el síndrome de fatiga crónica
Se estima que 404.000 personas en el Reino Unido padecen síndrome de fatiga crónica o encefalomielitis miálgica, según la organización Action for ME
Las bacterias intestinales podrían ayudar a diagnosticar el COVID prolongado y el síndrome de fatiga crónica.
El síndrome de fatiga crónica es una enfermedad debilitante que puede provocar cansancio extremo, trastornos del sueño, mareos y niebla mental. A menudo pasa desapercibida porque no existe una prueba específica para detectarla. Esto obliga a los médicos a descartar otras condiciones antes de llegar al diagnóstico.
Sin embargo, una investigación publicada en la revista Nature Medicine analizó bacterias intestinales, respuestas inmunológicas y metabolismo con el objetivo de encontrar una forma confiable de diagnóstico.
Los hallazgos, potencialmente relevantes también para el COVID prolongado debido a su similitud clínica con el síndrome de fatiga crónica, provienen del análisis de 249 personas mediante una nueva plataforma de inteligencia artificial que identifica biomarcadores de la enfermedad a partir de muestras de heces, sangre y otros estudios clínicos rutinarios.

“Con nuestro estudio, alcanzamos una precisión del 90 % al identificar casos de síndrome de fatiga crónica, algo muy importante porque hoy en día los médicos no cuentan con biomarcadores confiables para diagnosticarla”, explicó la doctora Derya Unutmaz, inmunóloga del Laboratorio Jackson, en Estados Unidos.
“Algunos médicos todavía dudan de que sea una enfermedad real, justamente porque no hay pruebas de laboratorio claras, y a veces terminan atribuyéndola a causas psicológicas”.
Se estima que 404.000 personas en el Reino Unido padecen síndrome de fatiga crónica o encefalomielitis miálgica, según la organización Action for ME. Se estima que alrededor de la mitad de los 1,9 millones de personas que padecen COVID prolongado en el Reino Unido también presentan síntomas similares a los de la encefalomielitis miálgica (EM), conocida también como síndrome de fatiga crónica.
Aunque aún no se conoce con certeza la causa de esta enfermedad, existen evidencias de que ciertas infecciones, incluidos algunos virus, podrían desencadenarla.
Esta nueva investigación, dirigida por la doctora Julia Oh, exintegrante del Laboratorio Jackson y actualmente microbióloga y profesora en la Universidad Duke, en Carolina del Norte, fue realizada por un equipo de investigadores que explora cómo interactúan el microbioma intestinal (las bacterias presentes en el intestino) y el sistema inmunológico en pacientes con síndrome de fatiga crónica.
Para desarrollar el estudio, el equipo utilizó datos recogidos en el Bateman Horne Center, uno de los principales centros de investigación sobre EM/SFC, COVID prolongado y fibromialgia en Salt Lake City, Utah. La doctora Ruoyun Xiong, también autora principal del trabajo, desarrolló una herramienta de análisis llamada BioMapAI.

Esta herramienta permitió comparar las bacterias intestinales, las células inmunitarias, los análisis de sangre y los síntomas clínicos de 153 pacientes y 96 personas sanas a lo largo de cuatro años.
Los investigadores descubrieron que el análisis de las células inmunitarias fue el método más preciso para predecir la gravedad de los síntomas, pero también hallaron que los datos del microbioma intestinal ayudaban a anticipar síntomas emocionales y trastornos del sueño.
Asimismo, encontraron que las personas con fatiga crónica presentaban niveles más bajos de butirato, un ácido graso beneficioso producido en el intestino, junto con otros nutrientes clave para el metabolismo, la regulación de la inflamación y la producción de energía.
“A pesar de la diversidad en la recolección de datos, encontramos patrones comunes de la enfermedad en los ácidos grasos, los marcadores inmunitarios y los metabolitos”, afirmó la doctora Julia Oh.
“Eso nos dice que no se trata de algo aleatorio. Es una desregulación biológica real. Nuestro objetivo es construir un mapa detallado de cómo interactúan el sistema inmunitario, las bacterias intestinales y las sustancias químicas que estas producen. Al conectar estos elementos, podemos empezar a entender qué impulsa la enfermedad y acercarnos a una medicina verdaderamente precisa, que ha estado fuera de nuestro alcance durante mucho tiempo”.
Traducción de Leticia Zampedri