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El juicio de Wagatha Christie concluye: es la cuenta de Rebekah Vardy. Siempre lo fue

Los tres años completos de locura continua de Vardy al intentar demandar a Coleen Rooney por difamación bien podrían ser la mayor derrota autoinfligida en toda la historia vagamente deportiva

Tom Peck
Sábado, 30 de julio de 2022 16:43 EDT
Caso Wagatha Christie: Coleen Rooney gana el juicio por difamación presentado por Rebekah Vardy
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Aquella volea de 2016 desde fuera del área contra el Liverpool fue, con diferencia, el gol más espectacular jamás marcado por los Vardy... pero ya no. Rebekah ha dejado a su marido en evidencia, con la única salvedad de que su golazo de ₤3 millones (US$3,65 millones) en el Tribunal Superior de Londres entró en la portería equivocada.

En términos legales, y citando a Martin Tyler de Sky Sports, te juro que nunca más verás algo así. Así que míralo. Disfrútalo.

Es ......... la cuenta de Rebekah Vardy. Siempre lo fue. Y ahora también es la cuenta bancaria de Rebekah Vardy la que está en apuros por un caso judicial de siete cifras que fue idea suya.

Durante bastante tiempo, una nación cautivada se ha inclinado por las complejidades legales. “Ahh, pero ella no dijo ‘Rebekah Vardy’, sino ‘la cuenta de Rebekah Vardy’. Ahhh, pero incluso si ella definitivamente lo hizo, ¿sabía Coleen Rooney que definitivamente lo hizo? Sí, pero Coleen es la acusada... tiene que demostrar que lo sabía...”.

Ninguna de estas preguntas importaba un ápice, al final. A lo que se redujo fue que la jueza Steyn se sentó y escuchó a Rebekah Vardy dando testimonio durante casi dos días enteros, y llegó a la misma conclusión que absolutamente todo el mundo - que ella no creía una palabra que estaba diciendo.

Se había especulado que Vardy podría ganar en el Tribunal Superior, pero que no habría mucha diferencia porque ya había perdido en el tribunal de la opinión pública. Pero no, ha perdido en ambos, y de forma realmente sorprendente.

El juez llegó a las conclusiones que los jueces suelen hacer. Que las “pruebas de Vardy eran manifiestamente inconsistentes con las pruebas documentales contemporáneas”. Este es un giro de la frase que tiende a ser acortado en la imaginación del público a una sola palabra que comienza con D[errota].

Tres años enteros de esta saga verdaderamente disparatada han traído consigo una acumulación de lecciones morales que quizá tenga más sentido considerar ahora en orden cronológico.

La primera podría ser la de no vender historias a los periódicos sobre tus amigos. Una subsección de esta lección podría ser no hacerlo en especial si el periódico en cuestión es The Sun, y tu amigo es un orgulloso Scouser (nativo de Liverpool) cuya vida gira en torno al fútbol.

La segunda sería no demandar a tu (ahora ex) amigo por difamación, cuando te ha acusado de algo que sabes que has hecho.

Tras no haber hecho caso a la primera y a la segunda, la tercera sería no negarse sistemáticamente a llegar a un acuerdo extrajudicial, y permitir así que los costos de una disputa que nunca debió salir de Instagram aumenten hasta unos ₤3 millones (US$3,65 millones), que ahora tendrás que pagar casi en su totalidad.

¿La cuarta? Tal vez sería no destruir pruebas cruciales que han sido solicitadas por el tribunal, dejando caer “accidentalmente” un teléfono al mar desde la borda de un barco en un crucero turístico casi después de que se haya hecho la solicitud. Es probable que un juez considere que ese tipo de cosas fueron “deliberadas y no accidentales”.

Y la quinta, realmente, es la más importante. Y es que si tienes miles y miles de mensajes de WhatsApp en tu teléfono, que muestran con todo detalle el hecho de que tú y tu agente están tan confabulados con la redacción de espectáculos de The Sun que eres en realidad un reportero freelance para ellos.

Y si también tienes mensajes en los que discutes exactamente cómo vas a mentir para librarte de la cosa por la que estás demandando; entonces sin duda, en definitiva, no deberías hacer como Rebekah Vardy, y compartir por accidente esos mensajes con los abogados de la otra parte.

Uno busca analogías deportivas, pero encuentra el armario casi vacío. Recordar ahora los dos días de testimonio de Vardy -en los que siguió aferrándose a una versión de la realidad que estaba siendo simultáneamente socavada en tiempo real por sus propios mensajes de WhatsApp contemporáneos- es considerar ese rarísimo suceso en el fútbol, en el que se han utilizado todos los suplentes y un jugador lesionado no tiene más remedio que seguir cojeando hasta el final con una pierna rota.

Todo ello sin tener en cuenta que toda esta camaradería con The Sun fue en gran parte para construir una carrera mediática que depende de ser conocido y querido. Ahora, sin duda, es una de ellas. Será conocida, posiblemente para siempre, por los estudiantes de derecho de los medios de comunicación. Sin embargo, parece improbable que sea muy querida.

En 2006, un defensa de una liga inferior llamado Chris Brass intentó despejar el balón, pero solo consiguió que el balón rebotara en su cara y se me metiera en su propia portería, y además se rompiera la nariz en el proceso.

No muchos pensaron que su esfuerzo sería superado. Al menos, el suyo fue un accidente insólito. Los tres años completos de locura de Rebekah Vardy bien podrían ser la mayor derrota autoinfligida en toda la historia vagamente deportiva. Y es muy probable que también sea la más costosa.

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