¿Traidora, superviviente, negociadora? México vuelve a debatir sobre mujer clave en la conquista
La conquista de lo que hoy es México está marcada por una mujer cuyo nombre original se desconoce y cuya labor como traductora e intérprete del español Hernán Cortés fue clave en la caída del imperio mexica (o azteca) en 1521, que detonó un violento proyecto colonial cuyas huellas todavía están presentes en gran parte de América Latina.
Bautizada como Marina por los españoles; Malintzin para los pueblos prehispánicos (que no pronunciaban la “r” y le sumaron el sufijo de respeto -tzin) y renombrada como Malinche, esta mujer generó mitos y leyendas.
¿Fue la traidora de su pueblo? ¿La amante del conquistador? ¿Una esclava tratando de sobrevivir que usó su don de lenguas para influir en los sucesos que le tocó protagonizar? Cinco siglos después, el debate sigue abierto.
Historiadores británicos la incluyen entre las mujeres más importantes de la historia pero sólo se la conoce por terceros. Ella no escribió nada. Lo que cruzó por su cabeza solo puede imaginarse.
Desde este domingo, efeméride de la llegada de Cristóbal Colón a América, habrá actos culturales sobre Malintzin en distintos puntos de México. Para la presidenta Claudia Sheinbaum llegó la hora de reivindicar oficialmente a “este personaje tan importante, tan calumniado”.
De esclava a negociadora
Nació en torno al año 1500 en la zona sur del Golfo de México, aparentemente en un ambiente de cierta nobleza donde se hablaba el náhualt y también el oluteco (lengua casi desaparecida).
Fue vendida por los mexicas a grupos mayas con los que aprendió variantes de esa lengua y luego entregada por éstos a los españoles tras perder una batalla. Era 1519. Ella y otras 19 jóvenes fueron sometidas al bautismo que precedía a la violación.
“Así que ahí estaba ella a merced de los españoles como víctima”, explica la historiadora estadounidense de la universidad de Rutgers, Camilla Townsend, una de las principales estudiosas de Malintzin. “Salvó su vida al ofrecerse para traducir”.
Para alguien que hablaba varios idiomas, no debió ser complicado aprender español y pronto estaría en Tenochtitlan, capital del imperio mexica, frente a su gobernante, Moctezuma, intentando que dos concepciones del mundo radicalmente distintas pudieran entenderse, transmitiendo los deseos de Cortés y, posiblemente, intentando influir en el resultado de las negociaciones.
Algunas fuentes dicen que salvó vidas. Otras cuentan cómo tuvo que recibir a mujeres entregadas por algunos pueblos, vestirlas, decirles qué hacer. “Fue forzada a ser intermediaria entre los españoles y esas otras mujeres que iban a ser violadas”, señala Townsend.
La mayoría de los académicos actuales niegan que fuera una traidora porque los mexicas eran sus enemigos en un escenario marcado por guerras constantes entre pueblos muy distintos que sólo siglos después fueron igualados por un violento sistema colonial bajo la etiqueta de ‘indígenas’.
Poderosa y respetada
Yásnaya Aguilar, linguista mixe, la describe en un libro como “una mujer nativa que pasó de ser una esclava a ser respetada y nombrada con honores por la sociedad de su tiempo”. De hecho, el nombre de Malintzin fue usado también para referirse a Cortés: ambos eran considerados un todo pero ella era la voz.
Recibió hermosos huipiles —blusas o vestidos bordados con la simbología de cada lugar— por respeto o tributo, la ropa que siempre usó y con la que está inmortalizada en los códices de la época al mismo nivel que los jerarcas.
También fue respetada por los españoles. Townsend cree que Cortés aceptó darla en matrimonio a uno de sus principales comandantes —la única forma que ella tenía de no volver a ser esclava— para que accediera a continuar la conquista hacia Honduras.
Murió en torno a los 30 años, aparentemente por una epidemia. Tuvo un hijo de Cortés y una hija de su marido.
Nace la leyenda negra
Muertos quienes la conocieron, su figura se pierde en el olvido hasta principios del siglo XIX, cuando México se independiza de España y cualquier amigo de los españoles se convierte en enemigo.
Según Townsend, fue en una popular novela anónima de 1826 cuando “de golpe y por primera vez aparece Marina como una traidora lasciva e intrigante”, la perfecta villana que el nuevo país necesitaba. Gobiernos de décadas posteriores son los que impondrían el español sobre las lenguas originarias.
La imagen negativa de Malinche se consolida cuando el premio Nobel de Literatura Octavio Paz, en su emblemática obra sobre la identidad mexicana “El Laberinto de la Soledad” (1950), la describe como “una figura que representa a las indias, fascinadas, violadas o seducidas por los españoles" a quien “el pueblo mexicano no perdona su traición” que no deja de buscar quién es.
Su nombre quedó enquistado en el castellano como símbolo del apego a lo extranjero con menosprecio de lo propio y mitificó un amor romántico con Cortés que los historiadores consideran fuera de lugar y Aguilar tacha de creación “patrialcal y machista” para justificar violencias que incluso hoy siguen sucediendo.
“A mí también me llaman Malinche desde la izquierda por aliarme con hombres blancos... con quienes trabajamos para resistir a políticas extractivistas", comenta burlona desde Bolivia Toribia Lero, indígena del pueblo Sura de los Andes, como ejemplo de cómo su mala fama se extendió por el continente y todavía sirve para justificar el porqué no se debe confiar en las mujeres indígenas.
Romper los mitos
Los pueblos originarios mantuvieron su respeto por una mujer que nombró volcanes, cerros y danzas ceremoniales. En algunos pueblos, las niñas todavía son inscritas nada más nacer para poder representarla bailando, escribe Aguilar.
Desde los años 70 comenzó a cuestionarse su imagen negativa entre chicanas feministas de Los Ángeles que sabían que “lo duro es que ser un puente entre dos pueblos" y se apiadaron de ella, señala Townsend.
Comenzó a repensarse así la historia oficial mientras se multiplicaban libros y estudios académicos que abordaban las contradicciones del personaje en su contexto y sin prejuicios.
Pero como dice Federico Navarrete, historiador de la principal universidad de México, la UNAM, es imposible un tratamiento objetivo ni de ella ni de la conquista porque los conflictos generados entonces entre grupos de origen indígena, español, mestizo o africano siguen abiertos y en las escuelas aún predomina una educación “nacionalista” y “maniquea" respecto a estos temas.
Desde el otro lado del Altántico, Izaskun Álvarez, historiadora americanista de la Universidad de Salamanca, lamenta que España desconozca casi por completo la historia colonial de México o personajes como Malinche y que el proceso de conquista esté "plagado de estereotipos y de manipulaciones históricas” agravadas con la polarización política actual en los dos países.
Ambos académicos creen que sería óptimo repensar la conquista conjuntamente pero esa sigue siendo una asignatura pendiente que Álvarez resume en una frase: “España, México y los países latinoamericanos deben superar el hecho colonial para avanzar".