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Santiago, el santo más venerado, va en procesión con traje militar a orillas del Titicaca en Bolivia

Associated Press
Viernes, 25 de julio de 2025 21:02 EDT

El Apóstol Santiago, llevado a las tierras altas de los Andes bolivianos por los colonizadores españoles, es el santo católico más adorado y temido por sus devotos, que lo visten con traje militar, y cada 25 de julio es el centro de un tradicional ritual en Guaqui.

A orillas del Titicaca, el lago navegable más alto de mundo, miles de devotos del “Tata” Santiago celebraron el viernes la fiesta del patrono que tiene fama de milagroso y renegón.

En angostas balsas de juncos que crecen en las orillas, varios bailarines navegaron en una laguna interior ataviados de coloridos trajes típicos de una danza llamada morenada. La creencia popular dice que si una persona cae a las aguas “le irá mal”, afirma Verónica Jauregui, una funcionara pública que baila hace 26 años. “Si no muestras mucha fe al santo, algo malo te puede pasar”, dice convencida.

Los fieles navegan en procesión en las angostas y adornadas balsas. En las orillas, se alza una figura de concreto de un bailarín.

La llamada “balseada” cierra tres días de procesiones, baile y jolgorio en este pequeño pueblo aymara a 90 kilómetros al oeste de La Paz, saturado de devotos y turistas llegados de todas partes del país y del vecino Perú para honrar al santo patrón.

Santiago, uno de los doce apóstoles de Cristo que evangelizó en España según la tradición católica, es representado en estas tierras montado a caballo, blandiendo una espada y en uniforme militar. También es patrono de las Fuerzas Armadas de Bolivia junto a la Virgen María.

El santo inspira “respeto y temor” porque es asociado en estas tierras con Illapa, el dios del rayo y el trueno en la cosmovisión andina, que “se fundió en un rico sincretismo” con la religión traída por los colonizadores, dice el antropólogo Milton Eyzaguirre.

El santo montado a caballo es sacado en andas de un templo de 500 años cada 25 de julio, día de su fiesta según el santoral, para encabezar la procesión por las calles del pueblo. Detrás, cientos de bailarines y músicos hacen su paso en su honor.

“Sobre todo le pido salud y por eso le bailo con fe y devoción a nuestro tata”, dice Ruth Alipaz, mientras menea sus polleras al son de una atronadora banda.

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