Cónclave: el ritual secreto para elegir al próximo papa
El método utilizado por la Iglesia católica para elegir a sus dirigentes es prácticamente el mismo desde hace 800 años
Tras la muerte del papa Francisco, la Iglesia Católica se prepara para elegir a su nuevo líder mediante un proceso que ha cambiado muy poco en más de 800 años.
Este sistema, conocido como cónclave papal, es un proceso de votación que se repite en múltiples rondas hasta lograr un consenso claro.
Según las normas actuales, solo pueden votar los cardenales menores de 80 años.
De forma oficial, cualquier hombre católico puede ser elegido papa; sin embargo, en la práctica, desde hace siglos, los pontífices han sido elegidos exclusivamente entre los cardenales.
No existe un límite de edad para convertirse en papa, aunque Francisco asumió el cargo a los 76 años y lo ocupó hasta su muerte, a los 88.
Antes que él, Benedicto XVI fue elegido a los 78 años y ocupó el papado durante solo ocho años, hasta su sorpresiva renuncia a los 85.
¿Cuándo comenzará el cónclave?
El funeral del papa se llevó a cabo el sábado 26 de abril, marcando el inicio de los nueve días oficiales de luto, conocidos como novemdiales, que concluyeron el 5 de mayo.
De acuerdo con las normas del Vaticano, el proceso para elegir a un nuevo pontífice debe comenzar entre 15 y 20 días después de la muerte del papa. El Vaticano confirmó que el cónclave iniciará el miércoles 7 de mayo.
El encargado de organizar el proceso electoral del cónclave es el camarlengo, un cardenal designado previamente por el propio papa.

El actual camarlengo es el cardenal Kevin Farrell, un prelado católico estadounidense de origen irlandés que ocupa el cargo desde 2019.
Entre sus responsabilidades también se encuentra sellar con la tradicional cinta roja la puerta del estudio y del dormitorio del papa.
¿Cómo funciona el cónclave?
Para iniciar el proceso del cónclave, se celebra una misa especial por la mañana. Luego, los 135 cardenales con derecho a voto se reúnen en el interior de la Capilla Sixtina, un espacio exquisitamente decorado que ha sido sede de todos los cónclaves papales desde 1858.
Las normas para la elección papal fueron establecidas en 1996 por el papa Juan Pablo II y, desde entonces, el proceso ha cambiado muy poco. Tras la muerte del pontífice, los cardenales se reúnen en congregaciones generales para discutir el rumbo de la Iglesia.

De los 252 cardenales en funciones, solo 133 tienen menos de 80 años y están en condiciones de viajar y participar en el cónclave.
Una vez reunidos, se pronuncia la frase tradicional “extra omnes” (todos fuera), momento en que los no autorizados deben abandonar la sala. Los cardenales, que ya han jurado mantener el secreto, quedan encerrados hasta que se elija al nuevo pontífice.
No hay garantías de que la primera ronda de votaciones se revele el mismo día. Mediante una mezcla de discursos, oraciones, reflexiones e intensos forcejeos políticos, los cardenales van reduciendo los candidatos en sucesivas rondas de votaciones.
Los propios cardenales se sientan a ambos lados de la Capilla Sixtina.

Se eligen al azar los nombres de nueve cardenales que van a oficiar y organizar la votación. Tres se convierten en escrutadores, cuyo trabajo es supervisar la votación. Otros tres recogen los votos y otros tres los revisan.
Un papa solo es elegido cuando un único candidato obtiene una mayoría de dos tercios. A veces, la elección del papa ocurre con rapidez cuando surge un candidato con amplio apoyo. Sin embargo, a partir de la trigésima cuarta votación, el Cónclave solo puede elegir entre los dos candidatos que hayan recibido la mayor cantidad de votos en la ronda anterior.
El cónclave papal más largo se llevó a cabo a finales del siglo XIII y duró casi tres años, marcado por intensas luchas políticas internas. Durante ese extenso proceso, murieron tres cardenales electores.
El voto secreto fue implementado en 1621 por el papa Gregorio XV para evitar presiones externas y maniobras demasiado visibles. Aun así, el cónclave sigue siendo un terreno fértil para las alianzas, tensiones y rivalidades entre facciones que buscan imponer a su candidato.

En cada votación, los cardenales escriben el nombre de su elección, de ser posible con letra distorsionada para ocultar su identidad.
A continuación, las papeletas se queman en una pequeña hoguera dentro de la Capilla Sixtina. El humo negro producido por el incendio indica a la multitud que espera fuera que aún no se ha elegido un nuevo papa.
Cuando un candidato logra dos tercios de los votos, se lo declara oficialmente como el nuevo papa. A continuación, el cardenal decano llama al candidato al frente de la capilla y le pregunta si está dispuesto a aceptar. Si la respuesta es afirmativa, se pide al nuevo papa que elija su nuevo nombre papal.
Aunque el papa es considerado el sucesor de San Pedro, ninguno ha elegido “Pedro” como nombre papal. Esto se debe, en parte, a que se evita cualquier comparación directa con el fundador de la Iglesia Católica. Además, existe una antigua profecía que sostiene que un nuevo papa llamado Pedro marcaría el inicio del fin del mundo.

Una vez elegido el nuevo papa, las papeletas de votación se queman nuevamente, esta vez con un aditivo especial que hace que el humo sea blanco, señal para el mundo de que ya hay un nuevo pontífice.
En las semanas previas al cónclave, los sastres vaticanos se ponen manos a la obra para crear tres túnicas papales de tamaño pequeño, mediano y grande. El nuevo papa es conducido a la “Sala de las Lágrimas”, adyacente a la Capilla Sixtina, donde se pone su nueva túnica blanca y sus zapatos rojos.
Finalmene, el papa se presenta a la multitud congregada en el Vaticano desde el balcón principal de la Basílica de San Pedro con las famosas palabras: “Annuntio vobis gaudium magnum: Habemus papam! (Les anuncio con gran alegría que tenemos un nuevo papa)”.
Traducción de Leticia Zampedri