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Una startup israelí dice que su nueva tecnología salvará al planeta, pero científicos tienen dudas

Helen Wieffering
Jueves, 03 de julio de 2025 14:26 EDT
CAMBIO CLIMATICO EMPRESA ISRAELI
CAMBIO CLIMATICO EMPRESA ISRAELI (AP)

La startup Gigablue anunció este año con bombo y platillo que alcanzó un hito histórico: la venta de 200.000 créditos de carbono para financiar lo que describe como una tecnología pionera en la lucha contra el cambio climático.

Fundada hace tres años por un grupo de emprendedores en Israel, la empresa dice que diseñó partículas que, cuando son liberadas en el océano, atraparán el carbono en el fondo del mar. Al “aprovechar el poder de la naturaleza”, puntualiza Gigablue, su trabajo no hará nada menos que salvar al planeta.

No obstante, científicos externos, frustrados por la falta de información publicada por la compañía, reportan que aún hay serias dudas sobre si la tecnología de Gigablue funciona como la empresa describe. Sus preguntas ponen de manifiesto las tensiones en una industria que se basa en una escasa regulación y grandes promesas —y la tentadora oportunidad de obtener ganancias.

Jimmy Pallas, organizador de eventos con sede en Italia, llegó a un acuerdo con Gigablue el año pasado. Expuso que confía en que la empresa cumpla lo que le prometió: garantizar que la huella de carbono del transporte, las comidas y la electricidad de un evento reciente para 1.000 personas se compense con partículas en el océano.

El servicio de Gigablue es como “un cubo de basura adicional” donde él puede desechar sus emisiones indeseables, dijo.

“De la misma forma que uso mi cubo de basura, no sigo a dónde lleva mi basura el camión que viene y la recoge”, agregó. “Creeré en lo que ellos me dicen”.

“Cientos de miles de créditos de carbono”

Gigablue tiene una visión enorme para el futuro de la eliminación de carbono. Fue nobrada originalmente “Gigatón” en referencia a los 1.000 millones de toneladas métricas de dióxido de carbono que la mayoría de los científicos sostienen que es necesario eliminar de la atmósfera anualmente para reducir la velocidad del calentamiento global.

La empresa inició pruebas en el océano Pacífico Sur el año pasado y refiere que trabajará con las autoridades nacionales para crear un “campo de secuestro” —una parte específica del océano donde se liberarán “pulsos” de partículas con base en las estaciones.

Gigablue agrega que su solución es, además, asequible —con un precio que atrae a los inversores.

“Cada vez que vamos al océano, generamos cientos de miles de créditos de carbono, y esto es lo que haremos continuamente durante los próximos años y hacia el futuro, en cantidades más y más grandes”, manifestó Ori Shaashua, cofundador de la empresa.

Los créditos de carbono, que han ganado popularidad en la última década, son unidades que representan la eliminación de una tonelada métrica de dióxido de carbono de la atmósfera. En teoría, las empresas que compran créditos alcanzan una huella de carbono menor sin necesidad de reducir sus propias emisiones —por ejemplo, al pagar a un proveedor para que plante árboles o capture dióxido de carbono del aire.

Solo unos pocos países exigen a las industrias locales que compren créditos de carbono. La mayoría de las empresas que los adquieren, incluidas Microsoft y Google, lo hacen de forma voluntaria.

Los créditos han ayudado a financiar a varias startups como Gigablue, que están deseosas de enfrentar la crisis climática, pero que también están reguladas de forma desigual, son científicamente complejas, y, en algunos casos, han sido vinculadas a fraudes.

Los 200.000 créditos de Gigablue están comprometidos con SkiesFifty, una empresa de reciente creación que invierte en prácticas más ecológicas para la industria de la aviación. Es la mayor venta hasta la fecha de una startup climática que opera en el océano, según el sitio web de monitoreo CDR.fyi, y representa más de la mitad de todos los créditos de carbono relacionados con el mar que se vendieron el año pasado.

Y eso podría impulsar una rápida aceleración del trabajo de la empresa. Gigablue espera alcanzar este año la meta de capturar 10 toneladas métricas de dióxido de carbono por cada tonelada de partículas que libera, informó Shaashua. A ese ritmo, Gigablue dispersaría al menos 20.000 toneladas de partículas en el océano.

Gigablue no reveló cuánto ganó con la venta y el equipo de SkiesFifty declinó ser entrevistado para este artículo. La mayoría de los créditos se venden por unos pocos cientos de dólares cada uno —pero un gráfico en el sitio web de Gigablue sugiere que sus precios son más bajos que casi cualquier otra forma de captura de carbono en el mercado.

Una misión para salvar al mundo

La startup es la creación de cuatro emprendedores provenientes de la industria tecnológica. Según sus perfiles en LinkedIn, el director general de Gigablue trabajó previamente para una startup de comestibles en línea, mientras que su director de operaciones fue vicepresidente de SeeTree, una empresa que recaudó 60 millones de dólares para proporcionar a los agricultores información sobre sus árboles.

Shaashua, quien a menudo es también la cara de Gigablue, dijo que se especializa en el uso de inteligencia artificial (IA) para lograr resultados positivos en el mundo. Cofundó una empresa de minería de datos que rastreó los riesgos de exposición durante la pandemia de COVID-19, y dirigió una startup automotriz que negociaba datos sobre el kilometraje de los automóviles y los patrones de tráfico.

“Hace tres años, decidí aplicar la misma fórmula, por así decirlo, al clima”, dijo Shaashua.

Bajo su dirección, añadió, Gigablue creó un “gemelo digital” del océano impulsado por IA, con base en decenas de métricas para determinar dónde liberar las partículas.

Sapir Markus-Alford, la directora de tecnología, se licenció en Ciencias de la Tierra y Ambientales en la Universidad Ben-Gurion, de Israel, en 2021, poco antes de la fundación de Gigablue.

Markus-Alford refirió que comenzó sus estudios y su posterior trayecto hacia Gigablue tras observar arrecifes de coral blanqueados y otros impactos del calentamiento de las aguas en una serie de viajes de buceo alrededor del mundo.

“Comprendí que lo mejor que podíamos hacer por el océano era eliminar el CO2”, agregó Markus-Alford.

Un portavoz de Gigablue no respondió si los demás cofundadores tienen títulos de posgrado en oceanografía o ciencias ambientales, pero mencionó que el equipo de la empresa cuenta con un total de 46 personas con doctorado y experiencia en biología, química, oceanografía y ciencias ambientales. Markus-Alford afirmó que esa cifra incluye a expertos y académicos externos, así como a “todos los que nos apoyan”.

El personal de la empresa se ha expandido desde Israel hasta centros en Nueva York y Nueva Zelanda, añadió Shaashua.

En publicaciones en redes sociales que anuncian vacantes, los empleados de Gigablue animan a los solicitantes: “¡Únete a nuestra misión para salvar al mundo!”.

Atrapar carbono en el fondo del mar

Las partículas que Gigablue ha patentado están diseñadas para capturar carbono en el océano al flotar y provocar que crezcan algas durante varios días, antes de hundirse rápidamente al fondo marino.

“Somos un elevador de carbono”, apuntó Shaashua. “Exportamos el carbono de la superficie al fondo”.

Las algas —a veces denominadas fitoplancton— han sido atractivas para los científicos del clima desde hace mucho tiempo porque absorben dióxido de carbono del agua circundante a medida que crecen.

Si las algas se hunden en las profundidades marinas o en el fondo del océano, Gigablue prevé que el carbono quede atrapado allí durante un periodo de cientos a miles de años.

El objetivo final es reducir los niveles de dióxido de carbono de una manera tan drástica que el océano se reequilibre con la atmósfera al absorber más CO2 del aire. Es una hazaña que ayudaría a frenar el cambio climático, pero una que aún se encuentra en estudio activo por parte de los climatólogos.

Los fundadores de Gigablue han expuesto que el trabajo de la empresa está inspirado en la naturaleza y es “muy, muy seguro para el medio ambiente”. Las partículas y los métodos de hundimiento de la startup simplemente recrean lo que la naturaleza ha hecho “desde siempre”, añadió Shaashua.

Gigablue realizó su primera prueba de hundimiento de partículas en el Mediterráneo en marzo del año pasado.

Posteriormente, en dos viajes al Pacífico Sur, la empresa liberó 60 metros cúbicos —dos contenedores de carga marítima, aproximadamente— de partículas frente a las costas de Nueva Zelanda.

Materiales mantenidos en secreto

Si bien Gigablue ha cerrado varios acuerdos comerciales, todavía no revela de qué están hechas sus partículas. Esto se debe, en parte, a que la empresa asegura que producirá partículas diferentes adaptadas a las estaciones y las distintas zonas del océano.

“Es un secreto comercial”, dijo Markus-Alford.

Los documentos ofrecen una idea de los posibles ingredientes. Según la información del permiso, el primer ensayo de Gigablue en Nueva Zelanda el año pasado consistió en liberar partículas de vermiculita pura, una arcilla porosa que se utiliza con frecuencia en tierra para macetas.

En el segundo ensayo en Nueva Zelanda, la empresa liberó partículas de vermiculita, roca molida, una cera vegetal, además de manganeso y hierro.

Una patente publicada el año pasado sugiere que las partículas también podrían estar hechas de muchos otros materiales incluidos algodón, cáscara de arroz o de yute, así como ingredientes sintéticos como fibras de poliéster o pelusa. Las partículas contienen una gama de posibles agentes aglutinantes y hasta 18 sustancias químicas y metales diferentes, desde hierro hasta níquel y vanadio.

Sin especificar diseños futuros, Markus-Alford explicó que las partículas de Gigablue cumplen ciertos requisitos: “Todos los materiales que utilizamos son naturales, no tóxicos, no peligrosos y se pueden encontrar en el océano”. No quiso hacer comentarios sobre el posible uso de algodón o arroz, pero añadió que las partículas no incluirán ningún tipo de plástico.

Al preguntarle sobre la vermiculita, que típicamente se extrae en tierra firme y se calienta para que se expanda, Markus-Alford argumentó que los ríos y la erosión transportan la mayoría de los materiales, incluida la vermiculita, al mar. “Básicamente, casi todo lo que existe en tierra firme se puede encontrar en el océano”, dijo.

La empresa declaró que había encargado a un instituto ambiental que verificara que las partículas son seguras para miles de organismos, incluidos los mejillones y las ostras. Cualquier material presente en futuras partículas, subrayó Gigablue, será aprobado por autoridades locales.

Shaashua ha informado que las partículas son tan inocuas que no tienen ningún impacto en el océano.

“No estamos modificando la química ni la biología del agua”, mantuvo Shaashua.

Ken Buesseler, científico sénior del Woods Hole Oceanographic Institution (Instituto Oceanográfico Woods Hole), quien ha dedicado décadas al estudio del ciclo biológico del carbono del oceáno, dijo que, si bien le intriga la propuesta de Gigablue, la idea de que las partículas no alteran el océano es “casi inconcebible”.

“Tiene que haber una relación entre lo que introducen al océano y el dióxido de carbono que se disuelve en el agua de mar para que esto, cito textualmente, funcione”, recalcó Buesseler.

Buesseler codirige un grupo de científicos sin fines de lucro que espera aprovechar el poder de las algas en el océano para capturar carbono. El grupo organiza foros periódicos sobre el tema, y Gigablue realizó una presentación en abril.

“Me fui con más preguntas que respuestas”, destacó Buesseler.

Científicos plantean interrogantes

Varios científicos no afiliados a Gigablue, quienes fueron entrevistados por The Associated Press, dijeron que les interesaba saber cómo una empresa con tan poca información pública sobre su tecnología pudo cerrar un acuerdo por 200.000 créditos de carbono.

El éxito del método de la empresa, expusieron, dependerá de la cantidad de algas que crezcan en las partículas y de la cantidad que se hunda a las profundidades del mar. Hasta el momento, Gigablue no ha publicado ningún estudio que demuestre esas tasas.

Thomas Kiørboe, profesor de ecología oceánica en la Universidad Técnica de Dinamarca, y Philip Boyd, oceanógrafo de la Universidad de Tasmania —quien estudia el papel de las algas en el ciclo del carbono de la Tierra—, manifestaron sus dudas sobre si las algas recibirían suficiente luz solar como para crecer dentro de las partículas.

Es más probable que las partículas atraigan bacterias hambrientas, opinó Kiørboe.

“El fitoplancton típico no crece en superficies ni coloniza partículas”, explicó Kiørboe. “Para la mayoría de los ecólogos del fitoplancton, esto sería, pienso yo, absurdo”.

La velocidad a la que Gigablue manifiesta que sus partículas se hunden —hasta 100 metros (109 yardas) por hora— podría desprender las algas de dichas partículas durante su rápido descenso, añadió Boyd.

Y es probable que algunas partículas también sean ingeridas por peces —lo que limitaría la captura de carbono y plantearía dudas sobre cómo dichas partículas podrían afectar a la vida marina.

Boyd está ansioso por conocer resultados de campo que muestren el crecimiento de algas y quiere ver pruebas de que las partículas de Gigablue hacen que el océano absorba más CO2 del aire.

“Estos son problemas increíblemente desafiantes para los que no creo —ciertamente en lo que respecta a la parte biológica— que nadie en el planeta tenga soluciones para resolverlos”, puntualizó.

James Kerry, científico marino y climático sénior del grupo de conservación OceanCare (Cuidado del Océano) e investigador sénior de la Universidad James Cook, en Australia, ha seguido de cerca el trabajo de Gigablue.

“Lo que tenemos es la situación de una empresa —una startup— que vende por adelantado grandes cantidades de créditos por una tecnología que no ha sido comprobada”, expresó.

En un comunicado, Gigablue sostuvo que las bacterias sí consumen las partículas, pero que el efecto es mínimo —y que sus mediciones contabilizarán cualquier pérdida de algas o partículas al hundirse.

La empresa señaló que un importante instituto científico de Nueva Zelanda ha dado a Gigablue su aprobación. Gigablue contrató al National Institute of Water and Atmospheric Research (Instituto Nacional de Investigación del Agua y Atmosférica), una empresa propiedad del gobierno, para revisar varios borradores de su metodología.

En una carta reciente publicada en el sitio web de Gigablue, el principal científico oceánico del instituto declaró que su personal tenía confianza en que el trabajo de la empresa es “científicamente sólido” y que las mediciones propuestas para el secuestro de carbono son robustas.

Por ahora, si los métodos de Gigablue se consideran exitosos, no lo determinarán reguladores sino otra empresa privada.

Un mercado nuevo

Puro.earth es una de las varias empresas conocidas como registros que prestan servicios al mercado de los créditos de carbono. Ante la falta de regulación y la posibilidad de que las startups climáticas exageren su impacto, los registros buscan verificar cuánto carbono se eliminó realmente.

La empresa finlandesa Puro.earth ha verificado más de un millón de créditos de carbono desde su fundación hace siete años. Sin embargo, la mayoría de estos créditos se originaron en proyectos climáticos en tierra firme. Solo recientemente la compañía se ha propuesto establecer estándares para el océano.

En parte, esto se debe a que los créditos de carbono marino son de los más recientes que se comercializan en el mercado. Decenas de startups relacionadas con el mar se han incorporado al sector, y las ventas de créditos se han disparado de 2.000 en 2021 a más de 340.000 el año pasado —incluido el acuerdo con Gigablue.

No obstante, el océano todavía es un lugar hostil y costoso para operar un negocio o supervisar investigaciones. Algunas startups oceánicas han vendido créditos y luego han quebrado antes de completar su trabajo. Running Tide, una startup con sede en Maine que buscaba eliminar carbono de la atmósfera mediante el hundimiento de astillas de madera y algas marinas, cerró abruptamente el año pasado a pesar del respaldo de 50 millones de dólares de inversores, lo que dejó sin cumplir el objetivo de su venta de unos 7.000 créditos de carbono.

En junio, Puro.earth publicó un borrador de metodología que se utilizará para verificar el trabajo de Gigablue, el cual diseñó en consulta con la misma Gigablue. Una vez finalizado, Gigablue pagará al registro por cada tonelada métrica de dióxido de carbono que declare que eliminó.

Marianne Tikkanen, directora de estándares de Puro.earth, informó que, si bien esta metodología fue diseñada con Gigablue, su equipo espera que otras startups adopten el mismo enfoque.

“Esperamos que haya muchas que puedan hacerlo y que esto estimule al mercado”, expresó.

El camino a futuro

Queda por ver si los funcionarios neozelandeses autorizarán el permiso para ampliar el “campo de secuestro” que Gigablue ha propuesto crear, o si la empresa buscará otros países donde establecerlo.

Hasta ahora, la autoridad ambiental neozelandesa ha considerado el trabajo de Gigablue como investigación —una designación que no requiere un proceso formal de revisión ni consultas públicas—. La agencia declaró en un comunicado que no podía comentar sobre cómo gestionaría una futura solicitud comercial de Gigablue.

No obstante, al igual que muchas startups climáticas, Gigablue estuvo involucrada en la venta de créditos de carbono durante sus expediciones de investigación —no solo al firmar un acuerdo importante, sino también otros más pequeños.

Pallas, el empresario italiano, notificó que solicitó 22 créditos de carbono a Gigablue el año pasado para compensar las emisiones asociadas a su evento de noviembre. Añadió que Gigablue se los dio gratis, pero que pagará por más en el futuro.

Pallas buscó créditos de carbono porque ve las señales del cambio climático a su alrededor, dice, y prevé más requerimientos en Italia para que las empresas reduzcan sus emisiones de carbono en los próximos años.

Eligió Gigablue porque es uno de los proveedores más grandes: “Tienen cantidad”, añadió.

La evaluación de las autoridades sobre la creciente actividad comercial de Gigablue podría ser importante en el contexto de un tratado internacional que ha prohibido ciertas operaciones climáticas en el océano.

Hace más de una década, docenas de países, incluido Nueva Zelanda, acordaron que no deben permitir ningún proyecto climático comercial que implique la liberación de hierro en el océano, una técnica conocida como “fertilización férrica”. Eso solo se debería permitir como parte de investigaciones, acordaron, sin perspectivas de beneficio económico.

El hierro se considera un ingrediente clave para estimular el crecimiento de las algas y estaba incrustado en las partículas que Gigablue dispersó en octubre en el océano Pacífico. Varios artículos científicos han expresado preocupación de que estimular la proliferación de algas mediante hierro a gran escala agote nutrientes importantes en el océano y perjudique a las pesquerías.

La startup niega cualquier vínculo con el vertido de hierro con el argumento que sus partículas no liberan hierro directamente al agua y no crean una proliferación descontrolada de algas.

“No estamos fertilizando el océano”, dijo Markus-Alford.

“De hecho, consideramos la fertilización con hierro como una inspiración de algo que evitar”, agregó Shaashua.

Pero el borrador de la metodología que Puro.earth utilizará para verificar el trabajo de Gigablue resalta muchas de las mismas preocupaciones que se han planteado sobre la fertilización con hierro, incluida la alteración de la red trófica marina.

Otros científicos que hablaron con la AP ven una conexión clara entre el trabajo de Gigablue y esta práctica controvertida. “Si están utilizando hierro para estimular el crecimiento del fitoplancton”, declaró Kerry, el científico de OceanCare, “entonces se trata de fertilización con hierro”.

Por ahora, las preocupaciones científicas no parecen haber inquietado a los compradores de Gigablue. La empresa ya planeó su próxima expedición de investigación en Nueva Zelanda y espera liberar más partículas este otoño.

“Tienen buenas intenciones, y yo también”, expuso Pallas sobre su apoyo a Gigablue. “Tarde o temprano, tomaré un avión, iré a Nueva Zelanda y abordaré un barco para ver qué han hecho”.

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Este artículo contó con el apoyo de fondos de la Walton Family Foundation. La AP es la única responsable de su contenido. ___

Contacte al equipo de investigación global de la AP en Investigative@ap.org o en https://www.ap.org/tips/

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