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Jimmy Carter, de hablar franco, pero "nunca irrelevante"

En un momento en que el expresidente estadounidense Jimmy Carter permanece en cuidados paliativos en su casa en Plains, Georgia, mucha gente está reflexionando sobre el impacto que tuvo su vida

Walter Mears
Jueves, 02 de marzo de 2023 18:42 EST
JIMMY CARTER-RECONOCIMIENTO
JIMMY CARTER-RECONOCIMIENTO

Siempre el forastero, Jimmy Carter tuvo un periodo turbulento en la Casa Blanca. Su presidencia se vio asediada por elevadas tasas de interés e inflacionarias, filas en las gasolineras y la crisis de los rehenes en Irán que a la larga derivaron en su derrota al intentar ser reelegido.

Pero ascendió a alturas aún mayores con su carrera posterior a la presidencia, dedicando otras cuatro décadas a trabajar como enviado internacional en pro de la paz y la democracia. James Earl Carter Jr., un granjero de maní que se convirtió en el 39no presidente de Estados Unidos, recibió el premio Nobel de la Paz en 2002.

Vapuleado por Ronald Reagan en los comicios de 1980, Carter era, a los 56 años, un político con sólo un pasado y “una vida potencialmente vacía” por delante. Entonces organizó el Centro Carter en Atlanta en 1982.

Ello lo mantuvo viajando, negociando, al frente de equipos de observación electoral y pronunciándose, con frecuencia para la incomodidad e incluso el resentimiento del gobierno que alguna vez encabezó. El mensaje que acompañó la entrega del Nobel honraba “sus décadas de labor incansable” para solucionar conflictos, promover la democracia y fomentar el desarrollo económico.

El hombre que reconoció que algunos lo consideraban “un presidente fallido” se hizo el exmandatario más activo y con mayor participación internacional. “Mi papel como expresidente probablemente es superior al de otros presidentes”, declaró durante una entrevista televisiva en 2010.

Cuando se postuló a la presidencia luego de haber sido gobernador de Georgia por un periodo, era tan improbable que Carter fuese el candidato que su madre le preguntó: “¿Presidente de qué?”

Para responder eso y para mejorar el prácticamente invisible reconocimiento de su nombre, inició su campaña en forma anticipada. Carter cubrió unos 80.400 kilómetros (50.000 millas) con su maleta de ropa colgando del hombro.

Ganó la nominación demócrata a la presidencia y desafió a Gerald Ford, que había sido vicepresidente de Richard Nixon.

Ford había indultado a Nixon de cualquier delito en el escándalo de Watergate. Luego de Watergate, Carter era el personaje anti-Nixon. “Nunca les mentiré”, les dijo a los electores. Pero Carter ganó por sólo 2 puntos porcentuales de diferencia.

El presidente recién elegido y su esposa Rosalynn no quisieron utilizar la limusina y caminaron desde el Capitolio hasta la Casa Blanca después de que él prestó juramento, e intentaron dejar atrás algo de la pompa que rodea a la presidencia. Pero su estilo solitario y desaires involuntarios lo dejaron corto de aliados políticos cuando necesitara su ayuda.

A pesar de todo ello, el periodo de Carter dejó algunos hitos, tales como el acuerdo de paz entre Egipto e Israel que orquestó en negociaciones personales en Camp David en 1978.

Logró iniciar una política de conservación de la energía. Obtuvo ratificación de los tratados en los que Estados Unidos cedía el control del Canal de Panamá. Abrió las relaciones diplomáticas plenas con China. Se crearon los departamentos de Energía y Educación. Pero su gobierno pasó apuros y Carter reorganizó su gabinete en medio de “una crisis de confianza”.

Y luego las cosas se pusieron peor.

El 4 de noviembre de 1979, manifestantes iraníes invadieron la embajada estadounidense en Teherán, incitados por su ayatola a que tomaran represalias por el hecho de que el sha exiliado había sido admitido en Estados Unidos para recibir tratamiento médico. Cincuenta y dos estadounidenses permanecieron más de un año en calidad de rehenes. Carter intentó negociar, y cuando eso no funcionó, ordenó una tentativa de rescate ejecutada por las fuerzas armadas que fracasó desastrosamente en el desierto en abril de 1980.

Ocho estadounidenses perdieron la vida en ese intento. Fue la hora más sombría del mandatario.

La crisis de los rehenes opacó y en esencia dañó la campaña de reelección de Carter. El senador Edward M. Kennedy lo desafió en las primarias.

Después de eso, todo fue una lucha cuesta arriba frente a Reagan. Carter sólo ganó seis estados y Reagan 44.

Minutos después de que Reagan fuera investido el 20 de enero de 1981, los rehenes fueron liberados tras 444 días en cautiverio. El primer acto de gran envergadura de Carter como expresidente fue ser enviado especial de Reagan para darle la bienvenida a los rehenes en Wiesbaden, Alemania, al día siguiente.

Jimmy Carter, el único presidente investido con su apodo, nació en el pequeño pueblo de Plains, Georgia, donde programó ser sepultado. El padre del que lleva su nombre tenía un negocio de maní, con una granja y un almacén. Su padre, su hermano Billy y sus dos hermanas fallecieron de cáncer pancreático.

Carter se graduó de la Academia Naval de Estados Unidos en 1946, el año en que se casó con Rosalynn Smith, también de Plains. Tuvieron tres hijos y una hija, Amy, la más chica, que vivió con ellos en la Casa Blanca.

Carter pasó casi siete años en la fuerza de submarinos nucleares de la Armada, a la que renunció para hacerse cargo del negocio familiar después de que su padre falleció en 1953. Su primer puesto político fue en el Senado estatal de Georgia. Un demócrata moderado con una imagen del Nuevo Sur —término utilizado por los reformistas para una modernización del sur tras la Guerra Civil_, Carter fue elegido gobernador de Georgia en 1970, sucediendo al segregacionista Lester Maddox y atrayendo por primera vez la atención nacional cuando declaró en su discurso inaugural que “el tiempo para la discriminación racial ha terminado”.

Después de que perdió su intento por reelegirse, un Carter perturbado regresó a Plains, a “un capítulo totalmente nuevo, no deseado” de su vida.

Inició el Centro Carter que, dijo posteriormente, ofrecía “oportunidades superiores para hacer el bien”. Él y Rosalynn también trabajaron con Hábitat para la Humanidad, construyendo viviendas para los pobres en Estados Unidos y el extranjero.

Carter era un conciliador incansable que pasaba por alto los canales diplomáticos usuales y, como dijo en 1994, iba “a donde otros no pisan”, sitios como Etiopía, Liberia y Corea del Norte, donde aseguró la liberación de un estadounidense que había sido encarcelado tras deambular a través de la frontera en 2010.

Ayudó a supervisar elecciones democráticas en Nicaragua y Haití, y los primeros comicios palestinos. En total, él participó en 39 de los 100 viajes del centro para realizar observaciones electorales.

Carter dijo que su centro “llenaba vacíos en el mundo. Cuando Estados Unidos no lidia con áreas problemáticas, nosotros vamos allí”.

Y no siempre calladamente.

Fue a Cuba en 2002, se reunió con Fidel Castro, y luego pronunció un discurso televisado en el que pidió el fin del embargo comercial impuesto por Washington. Equiparó la política israelí hacia los palestinos al apartheid. Denunció la guerra de Irak, diciendo que estaba “fundamentada en mentiras”. Dijo que George W. Bush era el peor presidente en la historia de Estados Unidos en asuntos internacionales.

Ante ello, un portavoz de la Casa Blanca de Bush dijo que Carter era “irrelevante”.

Podía ser entrometido, un diplomático independiente que fastidió a más de un gobierno.

Pero nunca irrelevante.

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NOTA DEL EDITOR — Walter Mears fue un corresponsal especial de The Associated Press que ganó un premio Pulitzer por su cobertura de la campaña presidencial de 1976. Antes de su fallecimiento en 2022, Mears escribió este artículo en reconocimiento de Carter, que empezó a recibir cuidados paliativos el 18 de febrero.

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