Terremoto en el este de Afganistán destruye hogares, generaciones y fuentes de sustento

Ahmad Khan Safi tenía una buena vida en Afganistán. El agricultor criaba ganado en el valle de Dewagal, en la provincia de Kunar, y la gente viajaba desde todo el país para visitar la zona. Los turistas se maravillaban con sus paisajes verdes, sus sinuosos caminos y sus impresionantes pendientes. El valle parecía intacto.
Era difícil llegar hasta allí, tan inaccesible, que la gente tenía que cambiar de coche cuatro veces desde la ciudad de Jalalabad, en la vecina provincia de Nangarhar, y recorrer el resto del camino a pie durante varias horas o en mula.
Safi había construido una casa de 10 habitaciones con barro y piedra porque la madera y el cemento eran demasiado caros y su transporte poco práctico. Se derrumbó en cuanto se produjo el potente sismo que mató al menos a 2.000 personas el 31 de agosto. Su conmoción dejó paso rápidamente al miedo y al pánico.
"Estaba atrapado en el barro y no podía respirar", dijo a The Associated Press desde un hospital en Jalalabad. "Luché mucho para salir, pero me golpearon unas rocas y caí con tanta fuerza que me lesioné la pierna". Pasó la noche bajo los escombros, sin saber si su familia estaba viva o muerta.
La ayuda llegó a la mañana siguiente, alrededor de las 10 de la mañana, a pie desde otros distritos.
La lejanía complica las labores de rescate
El devastador terremoto no fue el más potente ni el más letal en la historia reciente de Afganistán. Pero la remota y accidentada Kunar ha sido todo un obstáculo para los esfuerzos de rescate. Las autoridades talibanes gobernantes movilizaron helicópteros y comandos militares para evacuar a los sobrevivientes.
En el valle del Dewagal no hay un lugar donde puedan aterrizar los helicópteros, ni caminos para vehículos, y mucho menos para maquinaria pesada. Muchos de los heridos murieron porque no había forma de llegar a ellos, contó Safi, que fue trasladado a hombros a un lugar seguro. Una fila de camillas improvisadas descendieron lentamente hasta un terreno más accesible.
“No había un solo hogar sin muertos o heridos y no quedó ni una sola casa en pie. Unas 130 personas murieron en nuestra zona. El terremoto mató a 22 miembros de mi familia: niños, sobrinos, sobrinas y mi hermano mayor, y causó 17 heridos”, apuntó.
Familias enteras han desaparecido, agregó.
El número de fallecidos supera los 2.000, aunque la cifra podría aumentar a medida que se recuperen más cuerpos de las aldeas que quedaron reducidas a montones de polvo.
“Ahora que lo pienso, toda la riqueza y ahorros que teníamos desde la época de nuestro abuelo han desaparecido, y ahora no tenemos nada”, indicó Safi. “Mi familia perdió alrededor de 300 vacas, ovejas y cabras en este terremoto. Todos los habitantes del pueblo eran agricultores y ganaderos".
“No tenemos otra fuente de ingresos. No sé qué hacer o adónde ir porque nuestras casas colapsaron. No queda ni una sola pared en pie. ¿Qué vamos a hacer con esta vida?”.
“No podemos seguir pasando la noche en las montañas”
Naciones Unidas estima que el terremoto ha afectado a hasta 500.000 personas, de las cuales más de la mitad son menores, y que entre las comunidades afectadas se encuentran aquellas en las que los afganos devueltos a la fuerza por países vecinos habían comenzado a reconstruir sus vidas.
Carreteras y puentes sufrieron daños. Decenas de fuentes de agua han quedado destruidas, lo que eleva los peligros de salud para los sobrevivientes.
Las lluvias, que causaron deslaves e inundaciones, ha empeorado la situación. Las escuelas e instalaciones sanitarias han desaparecido. Con tantos edificios destruidos, quedan pocos sitios donde refugiarse. La gente vive y duerme al aire libre.
Las empinadas laderas de Kunar se asemejan a una zona de guerra. Las casas que tardaron años en construirse fueron diezmadas en un instante. Una evaluación de la asociación benéfica Islamic Relief apuntó que solo el 2% de las casas en Kunar siguen intactas.
Ghulam Rahman, del distrito de Chawkay, en la parte central de la provincia de Kunar, perdió a su esposa y a cinco de sus hijos a causa del sismo. Estuvo atrapado en los escombros durante media hora, junto a su pareja, mientras ella exhalaba su último suspiro.
“Tenía la boca llena de polvo y piedras pequeñas, por lo que no podía podía hablar correctamente”, recordó. “La escuché rezar”.
Algunos de los cadáveres de su familia fueron recuperados el primer día después del temblor. El resto estuvieron bajo los escombros 24 horas más. Solo dos de sus siete hijos sobrevivieron: uno reside en una escuela religiosa y el otro había estado durmiendo en la azotea.
Las rocas cayeron sobre la vivienda de Rahman desde casas a más altitud y desde la montaña, incluso cuando el suelo se abrió bajo sus pies. Decenas de personas perdieron la vida en su aldea, añadió.
Rahman ofreció parte de las tierras de cultivo de su familia para los entierros.
"Lo teníamos todo y ahora está destruido. Queremos que el gobierno nos dé tierras planas. No podemos seguir pasando la noche en las montañas. No puedo ir allí porque veo a mis familiares muertos, y la vida allí es difícil. Ese lugar me da miedo".
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El periodista de The Associated Press Abdul Qahar Afghan contribuyó a este despacho.
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Esta historia fue traducida del inglés por un editor de AP con la ayuda de una herramienta de inteligencia artificial generativa