El invierno más seco en Siria en casi siete décadas causa una grave crisis de agua en Damasco
En el interior de una montaña sobre la capital de Siria, Hassan Bashi caminaba por túneles que solían estar llenos de agua de un manantial famoso por la pureza de sus aguas.
El manantial nace dentro de las ruinas de un templo romano en el valle del Barada y fluye hacia Damasco, a la que lleva miles de años suministrando agua potable. Normalmente, durante la temporada de inundaciones invernales, el agua llena todos los túneles y baña gran parte del templo.
Ahora, tras el invierno más seco en décadas, queda apenas un hilo de agua.
Un video antiguo en el celular de Bashi, quien trabaja como guardia pero también sabe cómo operar las máquinas de bombeo y filtración en ausencia del ingeniero a cargo, mostraba el nivel que solía alcanzar el agua en el interior de las ruinas.
“Llevo 33 años trabajando en el manantial de Ein al-Fijeh y este es el primer año que está tan seco”, afirmó.
El manantial es la principal fuente de agua para cinco millones de personas y suministra a Damasco y sus suburbios el 70% de su agua.
Ante la peor escasez de agua en años, muchos en la ciudad dependen ahora de comprar agua a camiones cisterna privados que se llenan en pozos.
Funcionarios del gobierno advierten que la situación podría empeorar en verano e instan a los residentes a moderar el consumo al ducharse, limpiar o lavar los platos.
“El manantial de Ein al-Fijeh está funcionando ahora en su nivel más bajo”, dijo Ahmad Darwish, jefe de la Autoridad de Suministro de Agua de la ciudad de Damasco, agregando que este año se ha registrado el peor volumen de lluvias desde 1956.
Los canales existentes desde la época de los romanos hace dos milenios fueron mejorados en 1920 y de nuevo en 1980, apuntó.
Darwish señaló que el agua del manantial proviene principalmente de la lluvia y de la nieve derretida de las montañas a lo largo de la frontera con Líbano, pero debido a las precipitaciones por debajo de la media de este año, “nos ha dado cantidades mucho menores de lo normal”.
Hay 1,1 millones de hogares que reciben agua del manantial, y para poder pasar el año, la gente tendrá que reducir su consumo, indicó.
El manantial también alimenta el río Barada que atraviesa la capital. Este año está prácticamente seco.
En el área oriental de Damasco, en los Abasíes, Bassam Jbara nota la escasez. Su vecindario solo recibe agua durante unos 90 minutos al día, cuando otros años siempre había agua al abrir los grifos.
Los cortes persistentes de electricidad están empeorando el problema, añadió, ya que a veces hay agua pero no hay energía para bombearla hasta los tanques en el tejado del edificio. En una ocasión, Jbara tuvo que comprar cinco barriles de agua no potable de un camión cisterna que le costaron a él y a sus vecinos 15 dólares, una gran cantidad de dinero en un país donde muchas personas ganan menos de 100 dólares al mes.
“Por lo que estamos viendo, nos enfrentamos a condiciones difíciles en cuanto al agua”, dijo, temiendo que los suministros se reduzcan a una o dos veces por semana durante el verano. Él ya está economizando.
“La gente de Damasco está acostumbrada a tener agua todos los días y a beber agua del grifo que viene del manantial de Ein al-Fijeh, pero desafortunadamente ahora el manantial es débil", apuntó.
Durante los 14 años de guerra en Siria, Ein al-Fijeh fue bombardeado en varias ocasiones y cambió de manos entre las fuerzas del entonces presidente Bashar Assad y de los insurgentes a lo largo de los años.
A principios de 2017, las fuerzas gubernamentales capturaron la zona y la mantuvieron hasta diciembre, cuando la dinastía de cinco décadas de la familia Assad colapsó en una sorpresiva ofensiva insurgente liderada por el grupo Hayat Tahrir al-Sham, o HTS, del actual presidente, Ahmad al-Sharaa.
Tarek Abdul-Wahed regresó a su hogar cerca del manantial en diciembre, casi ocho años después haberse visto obligado a marcharse con su familia, y ahora trabaja en la reconstrucción del restaurante que tenía. El local fue destruido por las fuerzas de Assad cuanod se fue del lugar.
Abdul-Wahed contempló la zona seca que en verano solía llenarse de turistas y sirios para disfrutar del clima fresco.
“El manantial de Ein al-Fijeh es la única arteria hacia Damasco”, dijo mientras continuaban los trabajos de reconstrucción en el restaurante que ayudaba a 15 familias de las inmediaciones a ganarse la vida, además de los empleados que venían de otras partes de Siria.
“Ahora parece un desierto. No hay nadie”, comentó. “Esperamos que los buenos tiempos regresen y que la gente venga aquí".
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Esta historia fue traducida del inglés por un editor de AP con la ayuda de una herramienta de inteligencia artificial generativa.