La violencia en el centro y noroeste de Nigeria amenaza con desestabilizar aún más el país
Los combates prolongados en Nigeria entre agricultores y pastores se están volviendo más letales
La madre de Christian Jonathan sostenía al niño de 9 meses en sus brazos cuando la mataron a tiros durante un ataque a su aldea en el noroeste de Nigeria. Los asaltantes le cortaron un dedo a Christian y lo abandonaron a un costado de la carretera con una herida de bala en su diminuta pierna.
“Lo dejaron en el suelo junto al cuerpo de su madre”, dijo Joshua Jonathan, el padre de Christian. “Pensaron que el niño estaba muerto”.
El ataque nocturno de abril en Runji, en el estado de Kaduna, dejó 33 muertos, la mayoría de ellos quemados vivos o asesinados a tiros. Muchos más han muerto desde entonces en los continuos enfrentamientos entre pastores de ganado nómadas y comunidades agrícolas en las regiones del noroeste y centro de la nación de África occidental, incluidos más de 100 este mes en el estado de Plateau.
La violencia de décadas se está volviendo más mortal, matando al menos a 2.600 personas en 2021, según los datos más recientes del Proyecto de Datos de Eventos y Ubicación de Conflictos Armados. Una vez armados con palos, los grupos ahora luchan con armas que han sido introducidas de contrabando en el país.
Ambos bandos acusan al gobierno de injusticia y marginación, pero los enfrentamientos también han adquirido una dimensión religiosa, dando lugar a milicias que se ponen del lado de los pastores, mayoritariamente musulmanes, o de los agricultores de comunidades cristianas.
La creciente crisis de seguridad presenta un gran desafío para el presidente entrante de Nigeria, Bola Tinubu, quien llegó al poder en Nigeria, la economía más grande de África y uno de los principales productores de petróleo, prometiendo mejorar las vidas de las comunidades afectadas y abordar las causas profundas de la crisis al proporcionar empleos y garantizar la justicia. Tinubu asume el cargo el lunes.
Si no se frena la violencia, dicen los analistas, podría desestabilizar aún más el país y llevar a más de sus 216 millones de habitantes a la pobreza. Las agencias de la ONU dicen que la violencia afecta principalmente a los niños, que ya están amenazados por la desnutrición, y a las mujeres, que a menudo son secuestradas y forzadas a casarse.
La respuesta de las fuerzas de seguridad puede ser lenta y los arrestos son inusuales, lo que lleva a un número creciente de comunidades a defenderse cuando se encuentran bajo asedio.
“Hay una pérdida sustancial de confianza en el gobierno como protector de los ciudadanos”, dijo Nnamdi Obasi, asesor principal para Nigeria en International Crisis Group. Obasi advirtió que el hecho de que la administración entrante no resuelva rápidamente el conflicto conducirá a “más personas buscando su propia defensa, más proliferación de armas, más grupos criminales y un aumento de los grupos armados organizados”.
En Runji, un pueblo agrario, The Associated Press habló con algunos sobrevivientes en camas de hospital y otros recorriendo una fosa común y sus casas arrasadas. Dijeron que estuvieron bajo ataque durante horas y que los pistoleros huyeron mucho antes de que llegaran las fuerzas de seguridad.
Cada hogar lleva una cicatriz.
La familia de Christopher Dauda trataba de escapar cuando los hombres armados alcanzaron a su esposa y sus cuatro hijos y los mataron a los cinco. Las dos hijas de Danjuma Joshua recibieron disparos en la espalda mientras intentaban huir. En la casa de Asabe Philip —que sobrevivió con quemaduras en todo el cuerpo— los asaltantes quemaron vivos a cinco niños mientras se acurrucaban en una habitación.
La tía de Christian ha tratado de llenar el vacío dejado por el asesinato de su madre. Su padre dijo que el beb llora mucho y apenas duerme, aunque sus heridas físicas se están curando gradualmente.
“Tratamos de arreglárnoslas con lo que nos queda”, dijo Joshua Jonathan.
Del otro lado del conflicto, los pastores dicen que también están siendo atacados. Se quejan de robo de ganado y ejecuciones extrajudiciales por parte de grupos de seguridad locales que trabajan como vigilantes comunitarios.
Abdullahi Bello Bodejo, presidente de la asociación nacional de pastores, negó que alguien del grupo fuera responsable de la violencia. La mayoría de los pastores pertenecen a los fulanis, un grupo étnico.
“Los fulanis no son los asesinos. Cualquier persona que lleve a cabo asesinatos no es nuestro miembro. A veces, cuando las comunidades nos acusan de matar, el 75% no es cierto; ellos tienen su propia crisis, pero siempre culpan a los fulanis”, dijo Bodejo.
Las fuerzas de seguridad de Nigeria dicen que arrestaron a decenas de hombres armados y recuperaron sus armas. Pero se estima que los asaltantes se cuentan por miles y pueden reclutar fácilmente nuevos miembros, según Abdulaziz Abdulaziz, un investigador de conflictos.
“Hay un límite para las operaciones cinéticas (militares), ya que no aborda el problema socioeconómico que dio lugar al bandolerismo en la región en primer lugar”, dijo Oluwole Ojewale, del Instituto de Estudios de Seguridad centrado en África. Dijo que la administración entrante de Tinubu debe trabajar con los gobiernos estatales para abordar el desempleo, la pobreza y la injusticia social.
La violencia reciente ha llevado a la formación de equipos de seguridad comunitarios, estatales y regionales que, según los expertos, podrían crear problemas mayores para la arquitectura de seguridad de Nigeria si no se controlan adecuadamente.
Y sus reclutas son jóvenes.
Felix Sunday, un estudiante universitario de Kaduna, dijo que tenía 16 años cuando se unió a un grupo de vigilantes locales en 2021 y que le cuesta combinar la guardia nocturna con sus estudios.
En gran parte de África occidental y central, las porosas fronteras nacionales facilitan el contrabando de armas. Un informe basado en una encuesta publicado en 2021 por Small Arms Survey, con sede en Ginebra, en colaboración con el gobierno de Nigeria, encontró que al menos 6 millones de armas de fuego podrían estar en manos de civiles en el país en ese momento.
El ejército y la policía recuperaron cientos de armas de fuego en Nigeria el año pasado, pero los traficantes en otros lugares están exacerbando el problema.
“Las cosas han empeorado considerablemente. Algunas son grandes armas militares importadas de otros países”, dijo Confidence MacHarry de la firma de seguridad SBM Intelligence, con sede en Lagos.
Con armas sofisticadas, los atacantes han lanzado audaces asaltos en áreas con una fuerte presencia de seguridad, incluida una base militar y un aeropuerto en Kaduna, lo que indica que el problema puede ser la motivación de las propias fuerzas de seguridad.
Los sobrevivientes del ataque en Plateau le dijeron a AP que la policía llegó hasta el día siguiente, haciéndose eco de los comentarios de las personas que viven en Runji, que tiene un control de seguridad cercano.
“Después de que los atacantes se han ido vienen los soldados. Incluso si escuchamos que (los atacantes) vienen e informamos al gobierno, no toman medidas proactivas”, dijo Simon Njam, un líder de los vigilantes cerca de Runji que usa arcos, flechas y armas de fabricación local para proteger la zona.
Parte del problema es que las fuerzas de seguridad están desorganizadas y no están preparadas para responder a los ataques, según Kabir Adamu, fundador de Beacon Consulting, una empresa de seguridad con sede en la capital de Nigeria, Abuja.
“No tenemos un sector de seguridad coordinado que identifique y contrarreste las amenazas”, dijo. “Necesitan trabajar juntos para proteger vidas y actualmente, no estamos viendo suficiente de eso”.
A medida que más familias lloran la pérdida de sus seres queridos, obligadas a reemplazar las tierras de cultivo por cementerios, su prioridad es exigir justicia.
“¿Cómo puede la gente venir y matar sin que pase nada?”, preguntó Dauda en Runji, recordando su vida con su esposa y sus cuatro hijos. “No puede traer de vuelta a mi familia perdida, pero el gobierno al menos puede reconstruir mi hogar y garantizar la justicia”.