Parece “una película distópica”: los habitantes de Islandia describen escenas “apocalípticas” al huir de la amenaza del volcán
Los habitantes de Grindavik se vieron obligados a abandonar sus hogares cuando una serie de terremotos azotó la región y no saben cuándo podrán volver
Los habitantes de un pequeño pueblo islandés amenazado por una erupción volcánica han descrito una situación “apocalíptica” y temen por su futuro.
El pasado viernes, miles de habitantes de Grindavik recibieron la orden de abandonar la localidad, que fue sacudida por cientos de seísmos. La pequeña ciudad pesquera está a 55 km de Reikiavik y alberga la famosa atracción turística de la Laguna Azul.
Muchos no han podido regresar a la “zona de peligro” para buscar sus pertenencias, ya que los seísmos no dejan de sacudir la ciudad.
Andrea Ævarsdóttir, de 46 años y residente en Grindavik, declaró a The Independent: “Todo parece tan irreal que parece que estamos en una película distópica. Lo único que quiero es despertar de esta pesadilla”.
Ævarsdóttir, que es madre de familia, se estaba preparando para viajar a Reykjavík a celebrar el cumpleaños de 16 años de su hijo, Björgvin Hrafnar, cuando su casa empezó a temblar el viernes.
“A veces parecía que un gran camión hubiera pasado cerca de la casa, y cuando había temblores más potentes, era si el mismo camión se hubiera estrellado contra la casa”, relató. “Todo temblaba tanto que el suelo se movía arriba y abajo”.
La familia había planeado pasar la noche en casa de la madre de Ævarsdóttir, pero en el camino les avisaron de que iban a ser evacuados. En ese momento, solo llevaban sus maletas y habían dejado a sus gatos en casa.
Ævarsdóttir tomó la difícil decisión de volver a casa para recoger a sus gatos y la medicación, pero la detuvieron en un puesto de control en la carretera principal de Grindavikurvegur. Afortunadamente, ella obtuvo un permiso especial para volver a buscar sus comprimidos y sus tres mascotas antes de emprender el camino de vuelta.
Al igual que otros residentes de Grindavik, Ævarsdóttir pudo volver a casa el lunes para juntar sus pertenencias, pero tuvo que hacerlo dentro de un límite de tiempo de 10 minutos.
Ahora vive con sus hijos de 16 y 14 años en el pequeño apartamento de una habitación de su madre.
Describió la sensación surreal y la profunda tristeza de dejar su casa. Afirmó: “No paraba de llorar cuando llegamos a Grindavik. Nos dejaron ir a la ciudad en auto. Nos dieron diez minutos. La verdad es no puedes enfocarte cuando te encuentras en este tipo de situación. Yo estaba en modo pánico. Apenas logré agarrar lo tenía a mi alcance. Agarré toda la ropa que pude, pero sin querer, dejé atrás una de las maletas hechas”.
Ævarsdóttir explicó que los niños aún no tienen que volver a la escuela mientras se recuperan de la conmoción, pero aún no está claro dónde irán.
La angustiada madre trabaja como directora de la biblioteca de una escuela local y pública y comentó que “todo lo que tiene mi familia en la vida está en Grindavik”.
Su casa, donde vivió durante ocho años y medio, sigue en pie, pero algunas a su alrededor se han derrumbado debido a los fuertes seísmos.
“Fue muy duro ver el estado de algunas casas y calles. Mi casa parecía estar intacta pero la zona sigue muy inestable”.
Ahora Ævarsdóttir tiene que decidir si quiere volver a vivir en el pueblo, en caso de que no quede destruido por la erupción volcánica.
Afirma que los residentes se han acostumbrado a vivir con terremotos, pero vivir en la fisura de un volcán activo es otra historia.
“Me encanta vivir en Grindavik, es una ciudad muy agradable y unida, pero tenemos miedo de volver, ¿querremos volver?", preguntó. “La zona es muy inestable. ¿Será que queremos volver a pasar por una evacuación?”.
Siggeir Ævarsson, de 38 años, es otro residente de Grindavik que no sabe si podrá volver a su casa familiar.
El profesor había planeado reunirse con su hermano y su cuñada, pero cuando los terremotos azotaron la ciudad el viernes, su cuñado les instó a venir antes.
“He visto muchos terremotos, pero esto es otra cosa. Las fuentes estaban a 2 km de nuestra casa. Las cosas se caían de las estanterías. Yo estaba de pie en la cocina y pensé: ¿será que logro colocar sartenes en la hornalla?”.
Junto a su mujer y su hija menor, Þórgunnur Júlía,de 10 años, agarraron a sus dos gatos y se marcharon.
Siggeir Ævarsson, de 38 años, explica que él y su mujer, Soffía Sveinsdóttir, de 39, han tenido suerte, ya que su cuñada tiene una casa espaciosa con habitaciones libres.
A Ævarsson le permitieron volver el domingo y pudo llenar dos coches con sus cosas.
“Parecía una escena de una película apocalíptica. La ciudad estaba vacía y sin vida. Había grietas por todas partes. Fue muy extraño entrar en la casa. Parecía exactamente igual y las luces seguían encendidas. Otras casas se han partido en dos. La mía estaba bien, pero otras casas cercanas a la nuestra están en ruinas”.
El padre de dos hijos nació en Grindavikiano y vivió en la ciudad toda la vida. Está tratando de mantenerse positivo y “no pensar en la lava fluyendo por [su] casa”.
“Estoy tratando de imaginar que estoy de vacaciones. Estoy viendo películas, bebiendo cerveza, y tratando de mantenerme positivo y evitar pensar en cosas sobre las que no tengo control”.
Traducción de Anna McDonnell