Stay up to date with notifications from The Independent

Notifications can be managed in browser preferences.

En el corazón del conflicto en Congo, un centro de traumatología narra el horror y la supervivencia

Ruth Alonga
Sábado, 20 de septiembre de 2025 21:22 EDT
REPÚBLICA DEMOCRÁTICA DEL CONGO-CONFLICTO ARMADO
REPÚBLICA DEMOCRÁTICA DEL CONGO-CONFLICTO ARMADO (AP)

En una sala de rehabilitación soleada, Jerome Jean Claude Amani ofrece una ligera sonrisa. Por primera vez desde que perdió a su esposa e hijos en un ataque de rebeldes en el este de la República Democrática del Congo, el hombre de 35 años puede ponerse de pie nuevamente con una pierna propia y la otra de plástico.

“Me siento en paz”, dijo Amani, quien vive en las afueras de Goma, la capital de la provincia de Kivu del Norte. “No considero esta pierna como plástico, sino como una segunda oportunidad”.

La esposa de Amani y sus cuatro hijos murieron cuando fueron atacados por grupos armados en abril. Gravemente herido y en busca de ayuda para empezar de nuevo, llegó a Shirika la Umoja, un centro ortopédico en Goma —en el corazón del conflicto, en el este de la República Democrática del Congo— que se encuentra desbordado por el creciente número de víctimas.

El oriente del país, rico en minerales, se ha visto azotado desde hace mucho tiempo por combates en los que están involucrados más de 100 grupos armados, incluidos rebeldes del M23, respaldados por Ruanda. Los rebeldes lograron un avance sin precedentes en enero y tomaron el control de dos ciudades clave, incluida Goma, lo que profundizó aún más una de las mayores crisis humanitarias del mundo.

Unas 7 millones de personas habían sido desplazadas por el conflicto, que ya era una de las crisis humanitarias más grande del mundo antes de su escalada este año. Si bien los combates han disminuido en gran medida como resultado de los esfuerzos de paz, aún existen focos de enfrentamientos y todavía se producen muertes de civiles. Shirika la Umoja ha producido prótesis para los heridos en Goma desde hace mucho tiempo, con apoyo del Comité Internacional de la Cruz Roja desde 2005. No obstante, la escalada de los combates ha aumentado la demanda de prótesis de extremidades para amputados.

“Cada semana recibimos nuevos pacientes que perdieron extremidades por balas perdidas, minas terrestres o explosiones”, dijo Gisèle Kantu, fisioterapeuta del centro.

Desde principios de 2025, el centro ha tratado a más de 800 amputados y a otros pacientes con lesiones graves.

El número de extremidades protésicas proporcionadas por la clínica se disparó de 422 en todo 2024 a 326 tan solo en el primer semestre de 2025. No hay indicios de que la demanda disminuya pronto.

El centro cuenta actualmente con casi tres docenas de profesionales. A diferencia de la mayoría de los demás lugares, las prótesis se fabrican a mano, cada una tallada, moldeada y ensamblada individualmente.

Y hay una historia de horror y supervivencia por cada paciente.

Melisa Amuli, viuda y madre de tres hijos, perdió su medio de vida

Melisa Amuli, de 30 años, sobrevivió a un bombardeo cerca de un puesto de control en la ciudad de Mubambiro, en la provincia de Kivu del Norte, en enero.

“Estaba tendida entre los muertos. Empecé a rezar mi última oración”, recordó al secarse las lágrimas. Horas después, unos motociclistas la rescataron de entre los escombros. Gravemente herida, Hamuli se libró de amputaciones, pero sus piernas ya no funcionaban como debían.

Hoy, con la ayuda de una órtesis especial proporcionada por el centro, puede ponerse de pie nuevamente. Obligada a cerrar su negocio de venta de patatas, ahora depende del apoyo de otros para su manutención, pero espera con ilusión volver a trabajar mientras su recuperación continúa, sesión tras sesión de fisioterapia.

Violetta Nyirarukundo fue abandonada tras perder una pierna

Para los heridos, las consecuencias del conflicto armado perduran mucho más allá de los combates.

Violetta Nyirarukundo, de 27 años, vio su vida desmoronarse en abril cuando hombres armados le dispararon durante un ataque. Esta madre de cuatro hijos se adaptaba a su nueva realidad cuando su esposo los abandonó a ella y a sus hijos.

“Cuando mi marido supo que había perdido una pierna, me dejó”, reveló Nyirarukundo. “No quería vivir con una mujer ‘incompleta’”.

Violetta intenta mantenerse fuerte. “Lo he perdido todo, pero sigo viva”, dijo, y agregó que planea mudarse con su padre para criar a sus hijos.

Faustin Amani vio a su amigo perder su vida; casi pierde la suya

Faustin Amani, de 20 años, se sienta en silencio en una banca de madera en la clínica, con la mirada fija en el patio. Su pierna derecha, amputada por encima de la rodilla, está cuidadosamente vendada. Sin embargo, el dolor parece extenderse más allá de la herida física.

El pasado marzo, un vehículo militar a toda velocidad los atropelló a él y a su amigo cuando vendía tiempo aire para celulares no lejos de casa. Eso le costó ambas piernas a él y su amigo murió instantáneamente.

Aunque agradecido por haber sobrevivido, habla de sentirse atrapado en un cuerpo que apenas reconoce.

“Me pregunto si alguna vez tendré una vida normal. … ¿Quién me querrá? ¿Quién pagará mis estudios? Mi padre empuja carretillas y mi madre transporta cargas pesadas en el mercado. Todos mis amigos tienen dos piernas”, expresó.

En los pasillos del centro, Amani se cruza con otros jóvenes amputados —víctimas de minas, balas y bombas. Él no era combatiente, sólo un vendedor ambulante que soñaba con comprarse una motocicleta algún día para expandir su negocio.

“Si pudiera, vengaría mi pierna”, dijo con los ojos llenos de lágrimas.

Ayudarse mutuamente para recuperarse

Mientras los heridos se recuperan, un taller ofrece a los lugareños la oportunidad de ayudar a fabricar las prótesis con materiales proporcionados por la Cruz Roja.

Han pasado de fabricar unas pocas al día a unas 10, con el propósito de satisfacer la creciente necesidad.

“Queremos devolver la movilidad a quienes la han perdido”, dijo Julienne Paypay, una técnica protésica de 35 años quien perdió una pierna de niña. “Yo sé lo que significa volver a caminar”.

En el taller, el olor a yeso se mezcla con el zumbido de los generadores y de las sierras.

Los trabajadores tallan, moldean y ensamblan cuidadosamente las prótesis una por una.

Los desafíos son enormes.

“Todos los materiales son importados. Con la inseguridad, la falta de un aeropuerto funcional y las nuevas regulaciones aduaneras, todo es más difícil”, afirmó Sylvain Kambale, administrador del centro. “Sólo tenemos dos técnicos calificados para cientos de pacientes que aún esperan”.

La Cruz Roja asegura que mantendrá su colaboración con el centro para incorporar a más profesionales y satisfacer la creciente necesidad.

Para Jerome Jean Claude Amani, su nueva prótesis simboliza un nuevo comienzo y una nueva esperanza.

“Lucharé por mis hijos. Quiero reabrir mi tienda”, dijo. “No veo mi prótesis como una debilidad, sino como una victoria”.

___

The Associated Press recibe apoyo financiero para la cobertura de salud y desarrollo en África de la Gates Foundation. La AP es la única responsable de todo el contenido.

Thank you for registering

Please refresh the page or navigate to another page on the site to be automatically logged inPlease refresh your browser to be logged in