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Refugiados de todo el mundo son excluidos de EEUU por nuevas políticas de Trump

Rebecca Santana,Dake Kang,Gisela Salomn
Viernes, 05 de diciembre de 2025 13:06 EST
EEUU-INMIGRACIÓN-REFUGIADOS
EEUU-INMIGRACIÓN-REFUGIADOS (AP)

Cuando el presidente Donald Trump suspendió el programa de refugiados el primer día de su actual mandato, miles de personas en todo el mundo, quienes estaban a punto de comenzar una nueva vida en Estados Unidos, se encontraron abandonadas.

Muchos ya habían vendido sus posesiones o rescindido sus contratos de arrendamiento para prepararse para viajar. Habían presentado montones de documentos que respaldaban sus casos, habían sido entrevistados por funcionarios estadounidenses y, en muchos casos, ya tenían boletos para volar a Estados Unidos.

Como parte de la ofensiva de Trump contra la migración legal e ilegal, el presidente republicano ha trastocado drásticamente el programa de refugiados de décadas de antigüedad que ha sido un faro para quienes huyen de la guerra y la persecución. En octubre, reanudó el programa, pero estableció un mínimo histórico de admisiones de refugiados: sólo 7.500 —en su mayoría sudafricanos blancos.

Una serie de nuevas restricciones fue anunciada luego que un ciudadano afgano se convirtiera en sospechoso de disparar contra dos miembros de la Guardia Nacional la semana pasada. El gobierno de Trump también planea una revisión de los refugiados que fueron admitidos durante el gobierno del demócrata Biden. El gobierno de Trump ha alegado preocupaciones económicas y de seguridad nacional para justificar sus cambios de política.

Alrededor de 600.000 personas ya eran procesadas para venir a Estados Unidos como refugiados en todo el mundo cuando el programa fue suspendido, según el gobierno. Se permitió la entrada de decenas de sudafricanos blancos este año. Pero apenas unos 100 más han sido admitidos como resultado de una demanda presentada por activistas que buscan reiniciar el programa de refugiados, dijo Mevlüde Akay Alp, abogado que defiende el caso.

“Es importante que no abandonemos a esas familias, y que no abandonemos a las miles de personas que confiaban en la promesa de venir aquí como refugiados”, expresó Akay Alp, del International Refugee Assistance Project (Proyecto Internacional de Asistencia a Refugiados).

The Associated Press habló con tres familias cuyas vidas se han visto golpeadas por el cambio de políticas.

Una familia separada por mayores restricciones

Los Dawood habían esperado años por la oportunidad de venir a Estados Unidos. Tras huir de la guerra civil en Siria, se asentaron en el norte de Irak. Esperaban encontrar un hogar que brindara mejor atención médica para su hija, quien cayó del cuarto piso del edificio de apartamentos donde vivía la familia.

Tras ser aceptados como refugiados en Estados Unidos, su hijo Ibrahim y su hermana Ava se mudaron a New Haven, Connecticut, en noviembre de 2024. Sus padres y uno de sus hermanos tenían previsto volar en enero.

Pero sólo dos días antes de embarcar, su madre, Hayat Fatah, se desmayó durante un chequeo médico y su partida se pospuso.

Mohammed, su otro hermano, no quería dejar atrás a sus padres.

“Dije: ‘Se acabó. La oportunidad se fue’. Pero tenía que quedarme con mi padre y madre”, manifestó Mohammed.

Casi un año después, él y sus padres siguen en espera. Sin tarjeta de residencia, Mohammed no puede trabajar ni viajar fuera de su hogar en la ciudad de Irbil. La familia sobrevive con el dinero que le envían sus familiares en el extranjero.

Mohammed soñaba con su nueva vida en Estados Unidos: emprender un negocio o terminar sus estudios para convertirse en ingeniero petrolero, casarse y formar una familia.

“Ya sea ahora, dentro de un año, dos años o cuatro años, aguardaré con la esperanza de ir”, agregó.

En Estados Unidos, Ibrahim madruga para dar clases particulares en línea antes de ir a su trabajo como profesor de matemáticas en una escuela privada, y luego cuida de su hermana cuando regresa a casa. Dijo que su madre a menudo llora cuando hablan porque desearía estar en Estados Unidos para ayudar a cuidar a su hija.

Ibrahim añadió que la bienvenida que ha recibido en Estados Unidos ha sido un consuelo. Voluntarios han intervenido para llevarlos a él y a su hermana a sus citas médicas frecuentes y los han ayudado a adaptarse a su nueva vida.

“Realmente aprecio la amabilidad de la gente de aquí”, recalcó.

Tras una década en el limbo, un pastor chino se pregunta cuándo llegará su turno

El cristiano chino Lu Taizhi huyó a Tailandia hace más de una década por temor a ser perseguido por sus creencias. Desde entonces, ha vivido en un limbo legal, a la espera de reasentarse en Estados Unidos.

Lu dijo que siempre ha admirado a Estados Unidos por lo que él llama su carácter cristiano —un lugar donde siente que él y su familia “pueden buscar la libertad”—. Agregó que estaba decepcionado de que personas como él y su familia, quienes solicitaron el estatus de refugiado por la vía legal, se enfrenten a tantas dificultades para llegar a Estados Unidos.

“Me opongo a la migración ilegal. Muchos son refugiados falsos o migrantes sin autorización. Nunca han sufrido opresión. Me opongo a esto”, expresó Lu. “Pero espero que Estados Unidos pueda aceptar a personas como nosotros, refugiados verdaderos que sufrieron una opresión real... Es de verdad decepcionante”.

Lu proviene de un largo linaje de disidentes. Nació en una familia calificada como “elementos hostiles” por el Partido Comunista chino debido a que son propietarios de tierras y a sus vínculos con un partido político rival. Profesor y poeta, Lu se interesó por la historia prohibida por el estado chino, y escribió homenajes a las protestas prodemocráticas en la plaza de Tiananmén, Beijing, de 1989, que fueron reprimidas de manera sangrienta.

En 2004, Lu fue arrestado después de que la policía encontrara poemas y ensayos suyos —que publicó en secreto— en los que criticó tanto la política como el sistema educativo chinos. Tras su liberación, Lu se convirtió al cristianismo y comenzó a predicar, lo que generó el escrutinio de las autoridades locales. Año tras año, los agentes llamaban a su puerta para advertirle que no organizara protestas ni publicara comentarios que criticaran al partido.

Con el ascenso al poder del presidente chino Xi Jinping, los controles se endurecieron. Cuando Beijing arrestó a cientos de abogados de derechos humanos en 2015, Lu se llevó a su familia y huyó, temeroso de que la policía fuera por él. Tras cruzar el sudeste asiático, Lu y su familia se establecieron en Tailandia, donde solicitaron el estatus de refugiado ante Naciones Unidas.

Ocho años después, la ONU notificó a Lu que Estados Unidos había aceptado su solicitud. Pero su primer vuelo, en abril de 2024, se pospuso porque los pasaportes de los hijos de Lu habían expirado. Un segundo vuelo, programado para el 22 de enero de 2025, fue cancelado sin explicación, y el más reciente, programado para el 26 de febrero, se canceló poco después de la investidura de Trump. Su solicitud ha quedado en suspenso indefinidamente, refirió Lu.

Hoy, se gana la vida a duras penas como profesor y pastor en el norte de Tailandia. Está separado de su esposa e hijos en Bangkok, la capital del país, pero dice que no tiene otra opción si quiere ganar dinero y mantener a su familia.

“Apoyo firmemente todas las políticas de Trump porque creo que sólo él puede desmantelar al PCCh”, informó Lu, quien utilizó un acrónimo del Partido Comunista chino. “Así que no tengo ninguna queja. Sólo espero en silencio”.

“No quiero perderla”

Louis llegó a Estados Unidos como refugiado en septiembre de 2024. Dejó a su esposa y a sus dos hijos en África Oriental, con la esperanza de que pronto se reunirían con él en Estados Unidos.

Pero ese sueño se desvaneció unos meses después con el regreso de Trump a la presidencia.

A Louis, quien insistió en ser identificado sólo por su nombre de pila por temor a que hablar públicamente pudiera complicar su caso, le informaron en enero que una solicitud que había presentado para traer a su familia a Estados Unidos había sido congelada debido a cambios en las políticas de refugiados.

Ahora, los miembros de la familia viven a miles de kilómetros de distancia sin saber cuándo se reunirán. Su esposa, Apolina, y sus hijos, de 2 y 3 años, se encuentran en un campamento de refugiados en Uganda. Louis está en Kentucky.

“No quiero perderla, y ella no quiere perderme a mí”, dijo Louis, quien se reasentó en Kentucky con la ayuda del International Rescue Committee (Comité Internacional de Rescate).

“La esperanza que tenía se desvaneció poco a poco. Pensé que no nos volveríamos a reunir”, agregó sobre el momento en que recibió la notificación.

Las familias de Louis y Apolina solicitaron el estatus de refugiado tras huir de la guerra en la República Democrática del Congo.

La solicitud de Louis, iniciada por sus padres, fue aprobada; la de Apolina, presentada por separado por los padres de ella, no lo fue. Esperaban que si Louis solicitaba la reunificación familiar en Estados Unidos, eso facilitaría el proceso para traer a Apolina y a sus dos hijos.

Ella creía que, como esposa de un refugiado, no tomaría más de un año reunirse con su marido, quien ahora trabaja en una fábrica de electrodomésticos y ya solicitó la residencia permanente.

La separación no ha sido fácil para ella ni los niños, y viven en una tienda de campaña en el campamento de refugiados. El menor, quien tenía 7 meses cuando Louis se fue, llora cada vez que ve a su padre en una videollamada. El mayor no deja de preguntar dónde está Louis y cuándo lo verá.

Apolina teme que, con el paso del tiempo, los niños olviden a su padre.

“Me siento fatal porque extraño mucho a mi esposo”, dijo Apolina en una entrevista telefónica desde Uganda. “Rezo por él para que Dios le posibilite ser paciente hasta que nos reunamos de nuevo”.

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Santana reportó desde Washington, Kang desde Beijing y Salomón desde Miami. Los periodistas de The Associated Press Evelyne Musambi, en Nairobi, Kenia, y Salar Salim, en Irbil, Irak, contribuyeron a este despacho.

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