“No quiero que se repita”: sobreviviente de Uvalde, de 11 años, declara ante el Congreso
Miah Cerrillo habló ante el Comité de Supervisión de la Cámara de Representantes junto con los padres de las víctimas de Uvalde y Búfalo
Una niña de 11 años, superviviente del tiroteo de Uvalde (Texas), suplicó el miércoles al Congreso que no permitiera que se repitiera otra masacre escolar, detallando cómo se escondió detrás de un pupitre y se cubrió de sangre mientras el hombre armado acechaba su clase.
Miah Cerrillo, de 11 años, estaba en su clase de cuarto año en la Escuela Primaria Robb el 24 de mayo cuando Salvador Ramos, de 18 años, mató a 19 estudiantes y dos profesores después de disparar a su abuela a pocas cuadras de distancia.
En un testimonio grabado en vídeo ante el Comité de Supervisión de la Cámara de Representantes el miércoles, describió que no solo se hizo la muerta, sino que utilizó el teléfono de un profesor herido de muerte para llamar al 911.
“Le dije [a la operadora] que necesitábamos ayuda y que enviara a la policía”, explicó la alumna de cuarto año al comité.
Señaló que su profesor había sido notificado sobre el tirador y pidió a los estudiantes que se escondieran momentos antes de que llegara a la puerta.
“Estábamos viendo la televisión, y entonces ella recibió un correo electrónico, y luego fue a cerrar la puerta, y él estaba en el pasillo”, dijo la niña de 11 años. “Y establecieron contacto visual”.
La profesora volvió al salón y “fuimos a escondernos detrás del escritorio de mi profesor y detrás de las mochilas, y entonces él disparó a la ventanita” de la puerta, relató.
“Luego disparó a algunos de mis compañeros y al pizarrón blanco... disparó a mi amigo que estaba a mi lado, y pensé que iba a volver al salón, así que tomé la sangre y me la eché encima”.
Dijo el miércoles que ya no se sentía segura y que le aterraba que volviera a producirse un tiroteo de este tipo.
Su padre, hablando en persona ante el Comité de Supervisión de la Cámara de Representantes, declaró que “no es la misma niña con la que solía jugar, pasar el rato... porque era la niña de papá”.
“Tengo cinco hijos, y ella es la del medio, así que no sé qué hacer”, expresó. “Porque pienso que he perdido a mi niña”.
Y añadió: “Me gustaría que algo cambiara, no solo para nuestros hijos, sino para todos los niños del mundo, porque las escuelas ya no son seguras”.
“Algo tiene que cambiar de verdad”.
Su hija y los demás alumnos estuvieron en la escuela con el tirador durante más de una hora antes de que las autoridades acabaran irrumpiendo y matando a Ramos, un lapso de tiempo que ha suscitado serias dudas e indignación.
La niña de 11 años comentó a CNN que Ramos puso música triste durante el ataque, describiéndola como “música de ‘quiero que la gente muera’”, según el productor que la entrevistó.
“Escuché a los adultos decir después que la policía estaba fuera y que no iban a entrar”, cuenta la productora Nora Nous y que [además] la niña le preguntó: “¿Por qué no entraron? ¿Por qué no nos salvaron?”.
La niña de cuarto año está traumatizada desde el suceso, dice su familia, y han iniciado un GoFundMe para ayudar con la terapia y los gastos médicos; ya se han recaudado casi US$470.000, mucho más que el objetivo de US$10.000 indicado.
Tras el testimonio de los Cerrillo, el Congreso escuchó a Félix y Kimberly Rubio, cuya hija de 10 años, Lexi, murió en el tiroteo de Uvalde.
También comparecieron por vídeo, y la madre hizo una emotiva y desgarradora petición a la comisión al describir a su hija y los trágicos acontecimientos del 24 de mayo.
Según una reportera del periódico local de Uvalde, su marido, ayudante del sheriff del condado de Uvalde, llegó al lugar de los hechos el 24 de mayo, pero no se le permitió entrar en la escuela y otros agentes le impidieron entrar en el salón tras la muerte de Ramos.
La mañana del tiroteo, los Rubio visitaron la escuela primaria Robb para una ceremonia de entrega de premios a las 10:30 am en la que se reconocía a su hija por ser una buena ciudadana y por sacar excelentes calificaciones; posaron para las fotos con ella y prometieron un regalo más tarde.
“Esa foto, su última foto, fue tomada aproximadamente a las 10:54 am”, indicó Kimberly Rubio al Congreso el miércoles. “Prometimos llevarle un helado esa tarde, le dijimos que la queríamos y que la recogeríamos después de la escuela”.
“Todavía puedo verla caminando con nosotros hacia la salida; en la película que sigue proyectándose en mis recuerdos, gira la cabeza y nos sonríe”, expresó la madre.
“Dejé a mi hija en esa escuela y esa decisión me perseguirá el resto de mi vida”, se lamentó.
Cuando se conoció la noticia del tiroteo, los Rubio corrieron a la escuela de su hija y luego esperaron en el centro cívico, donde las familias tenían instrucciones de reunirse con sus hijos; vieron cómo los autobuses se detenían y su hija no se bajaba.
La familia comprobó el hospital y otro en San Antonio; ella no estaba allí.
“En ese momento, una parte de mí debió darse cuenta de que no estaba”, dijo Kimberly Rubio el miércoles. “En medio del caos, tuve el impulso de volver a [la escuela] Robb; en ese momento no teníamos auto... Corrí descalza con mis endebles sandalias en la mano. Corrí un kilómetro y medio [1 milla] hasta la escuela, mi marido conmigo; nos quedamos fuera un rato antes de que quedara claro que no íbamos a recibir respuesta de las fuerzas del orden en el lugar”.
Esa misma noche se confirmaron sus peores temores: su hija había sido asesinada.
El miércoles, los Rubios suplicaron una reforma para las armas de fuego.
“No queremos que piensen que Lexi es solo un número; era inteligente, compasiva y atlética”, aseveró su madre. “Era callada, tímida, a menos que tuviera algo que decir; cuando sabía que tenía razón -lo hacía tan a menudo- se mantenía firme”.
“Era firme, directa, inquebrantable; por eso, hoy, defendemos a Lexi y, como su voz, exigimos que se actúe. Queremos que se prohíban los rifles de asalto y los cargadores de gran capacidad. Entendemos que, por alguna razón, para algunas personas, para la gente con dinero, para la gente que financia campañas políticas, las armas son más importantes que los niños”.
“Por eso, en este momento, pedimos que se avance. Pedimos que se eleve la edad para comprar estas armas de 18 a 21 años; pedimos leyes de bandera roja [señales de advertencia], controles de antecedentes más estrictos y otras salvaguardias”, imploró.
Apelando a otras familias, declaró: “Soy reportera, estudiante, madre... He leído a mis hijos desde que estaban en el vientre materno. Mi marido es agente de la ley, veterano de la guerra de Irak; le encanta la pesca y nuestros bebés”.
“En algún lugar, hay una madre que escucha nuestro testimonio y piensa: ‘No puedo ni imaginar su dolor’, sin saber que nuestra realidad será un día la suya si no actuamos ahora”.
Apenas unas semanas antes del tiroteo de Uvalde, otra madre -Zeneta Everhart, de Búfalo, Nueva York- estuvo a punto de perder a su hijo adulto cuando un hombre armado abrió fuego en el supermercado donde trabajaba.
El miércoles, Everhart también testificó ante el Congreso sobre su hijo, Zaire Goodman, de 21 años, que resultó herido en el incidente del 14 de mayo en el supermercado Tops de Búfalo.
Payton S. Gendron, de 18 años, mató a diez personas de raza negra e hirió a otras tres víctimas antes de ser detenido; ya se ha declarado no culpable de asesinato en primer año.
El sheriff del condado de Erie, John García, calificó el tiroteo de “auténtico crimen de odio racial cometido por alguien ajeno a nuestra comunidad”.
El miércoles, Everhart fue la primera oradora ante la comisión de la Cámara.
“A los legisladores que creen que no necesitamos leyes de armas más estrictas, permítanme describirles una imagen: Mi hijo, Zaire, tiene un agujero en el lado derecho del cuello, dos en la espalda y otro en la pierna izquierda”, dijo, haciendo una pausa para llorar, “causado por una bala explosiva de un AR-15”.
“Mientras limpio sus heridas, puedo sentir trozos de esa bala en su espalda. La metralla quedará dentro de su cuerpo para el resto de su vida”.
“Ahora quiero que imaginen ese mismo escenario para uno de sus hijos”, fustigó. “Esta no debería ser su historia ni la mía”.
Y añadió: “Ningún ciudadano necesita un AR-15”.
“Estas armas están diseñadas para hacer el mayor daño en el menor tiempo posible, y el sábado 14 de mayo un terrorista doméstico tardó solo dos minutos en disparar y matar a diez personas y herir a otras tres”.
A todos los que se oponen a la reforma de las armas, les hizo un llamado: “Les invito a mi casa para que me ayuden a limpiar las heridas de Zaire, para que puedan ver, de cerca, el daño que se ha causado a mi hijo y a mi comunidad”.