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La firma de Trump, símbolo de poder presidencial, bajo escrutinio por el caso Epstein

Laurie Kellman
Miércoles, 10 de septiembre de 2025 14:37 EDT
REP-GEN TRUMP-FIRMA
REP-GEN TRUMP-FIRMA (AP)

La firma de un presidente de Estados Unidos es uno de los símbolos más poderosos del planeta. Puede determinar su factura fiscal, su estatus migratorio y quién recibe o no ayuda de la economía más grande del mundo.

Ahora, sin embargo, la distintiva firma de Donald Trump está siendo examinada por una razón definitivamente poco presidencial.

Dos documentos en el álbum del 50 cumpleaños de Jeffrey Epstein incluyen supuestamente la firma de Trump: uno en un atrevido dibujo de un cuerpo femenino y otro en una foto de Epstein sosteniendo un cheque falso con el nombre de Trump. Un comité de la Cámara de Representantes hizo público el libro de 2003 el lunes, y algunos miembros insistieron en que las firmas negras de múltiples picos son auténticamente de Trump, una de las más conocidas del mundo. La Casa Blanca sostiene que el mandatario no firmó ni la carta ni el cheque a Epstein, de quien más tarde se reveló que era un delincuente sexual y se suicidó en prisión en 2019.

“No es mi firma”, dijo Trump a reporteros en el exterior de un restaurante en Washington el martes por la noche. “Y no es la forma en que hablo”.

También el martes, el presidente declaró que el asunto de Epstein era “un tema muerto” en una llamada telefónica con la televisora NBC News.

Las firmas en el “libro de cumpleaños” son importantes en parte porque se perciben como una medida de la cercanía entre los dos antes de que el republicano dijera que terminó la amistad hace dos décadas.

Y son parte de un impulso bipartidista en el Congreso para la publicación de los llamados archivos de Epstein después de años de especulación y teorías conspiratorias alimentadas por Trump y muchos de sus aliados. En agosto, el Departamento de Justicia comenzó a entregar registros de la investigación por tráfico sexual a Epstein al Comité de Supervisión de la Cámara de Representantes.

Las firmas tienen una historia de conferir autoridad. ¿Pero ahora?

Según los estándares de los expertos en caligrafía, determinar si es realmente la firma de Trump es difícil. Según los parámetros del sistema político estadounidense, es imposible. A pesar de la evidente similitud con otras firmas de Trump, la lealtad partidista está marcando las opiniones.

Tamara Plakins Thornton, profesora emérita de Historia en la Universidad de Buffalo y autora de “Handwriting in America: A Cultural History”, dijo que las firmas manuscritas han conferido autoridad y autenticidad “por consentimiento” desde que la imprenta aumentó su popularidad en el siglo XIX.

“Nos gustan las firmas como marcas de la singularidad del yo", apuntó Thornton. “Pero, por supuesto, es un poco absurdo si lo piensa. Hace mucho tiempo que (una firma) no puede ofrecer una prueba tan sólida".

“La autenticidad es algo muy difícil de probar”, indicó Tyler Feldman, propietario de Inscriptagraphs, una firma de memorabilia en Las Vegas. Esta industria, que mueve miles de millones de dólares, explicó, gira en torno a establecer la autenticidad de un objeto a través de la ciencia y el análisis contratado a especialistas. En la era de la IA y los deepfakes, “hay muchas firmas fraudulentas por ahí (...) Es demasiado difícil decir si la ha firmado él o no".

No obstante, las firmas tienen un gran valor y una larga historia en el folclore estadounidense.

Los propios bolígrafos de firma son símbolos de estatus de acceso presidencial, que se exhiben en oficinas de cabildeo y del Congreso en Washington como muestra de influencia. Es costumbre, por ejemplo, que los presidentes firmen leyes usando múltiples bolígrafos que luego reparten, a menudo ante las cámaras, a las partes interesadas. En su momento, la presidenta de la Cámara de Representantes Nancy Pelosi hizo lo propio cuando firmó los artículos del juicio político contra Trump en 2020, en lo que equivalía a una demostración de poder como líder de una rama separada e igual del gobierno.

John Hancock, uno de los fundadores de la nación, estampó su nombre en la Declaración de Independencia de forma grande y extravagante, según cuenta la leyenda, para que el rey de Inglaterra pudiera leerlo sin sus gafas. Ahora, “John Hancock” es una forma coloquial de referirse a la firma de uno.

Si no son una prueba, podrían ser una molestia política persistente para Trump

Incluso Trump puede ver por su propia experiencia que no puede simplemente ordenar a grandes sectores de su propia base que exigen responsabilidades que lo dejen pasar, especialmente después de que sus aliados avivaran el llamado a hacer públicos los archivos de Epstein. Ha intentado repetidamente desviar la atención hacia otros asuntos y avergonzar a los “débiles” que insisten en preguntar sobre Epstein. Trump ha calificado el escándalo como “un engaño demócrata que nunca termina” y prometió demandar a The Wall Street Journal, que fue el primero que reveló la carta.

Incluso la calificación de “engaño” ha cambiado ante preguntas lógicas: ¿Quién habría falsificado su firma en 2003 y por qué? El martes, la vocera de la Casa Blanca, Karoline Leavitt, respondió que todo era una narrativa demócrata y mediática “para prolongar esta mala historia sobre él”, y apuntó que el gobierno apoyará los análisis de la supuesta firma de Trump en el álbum de recortes de Epstein.

El representante republicano Thomas Massie, de Kentucky, quien lidera una iniciativa bipartidista para una votación en la Cámara de Representantes que obligue al Departamento de Justicia a liberar sus archivos sobre Epstein, restó importancia a la carta.

“Creo que el documento es una distracción”, dijo. “Creo que sí afecta la credibilidad de las personas que están tratando de evitar que estos documentos se publiquen. Es una especie de indicativo de las cosas que podrían salir a la luz si publicáramos todos los archivos. En otras palabras: embarazoso, pero no imputable”.

Trump entiende el valor de su autógrafo

Trump era una celebridad antes de entrar en política, y su firma es una extensión de su marca. Siempre le ha gustado enviar notas a gente, siempre con su grueso garabato al final. En diciembre de 2015, Trump fue ampliamente fotografiado firmando el pecho de una simpatizante en un mitin en Manassas, Virginia, como si fuese una estrella de rock. Sonriendo, la mujer le lanzó un beso después, según las fotos del intercambio.

Él entiende el valor de la autenticidad: en junio, Trump repitió sus acusaciones de larga data de que la Casa Blanca de Joe Biden dependía de un autopen para firmar indultos presidenciales, órdenes ejecutivas y otros documentos clave, y dijo que eso ponía en duda su validez. Presionado por los periodistas, Trump reconoció que no tenía evidencias, y Biden apuntó que cualquier sugerencia de ese tipo era falsa.

Como presidente, Trump tiene marcadores Sharpie a mano. Cuando el domingo acudió al Abierto de Estados Unidos, firmó gorras y las lanzó a sus simpatizantes en la multitud.

Además, disfruta de la teatralidad de firmar documentos, una forma de demostrar el poder de la presidencia. Con frecuencia, convoca a la prensa a la Oficina Oval mientras ultima las órdenes ejecutivas. Un asistente coloca el documento en el escritorio frente a él, Trump garabatea su firma y luego lo levanta para las cámaras.

“En serio, ¿es una buena firma?”, preguntó durante una de esas sesiones el 25 de agosto. “¿Quién puede escribir así? Nadie.”

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Kellman informó desde Londres. Los periodistas de The Associated Press Chris Megerian y Matt Brown en Washington contribuyeron a este despacho.

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Esta historia fue traducida del inglés por un editor de AP con la ayuda de una herramienta de inteligencia artificial generativa.

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