En medio del caos, Trump levantó el puño y proyectó una imagen característica de desafío
Sangraba de la cabeza luego de que una ráfaga de balas atravesó su mitin cuando los agentes del Servicio Secreto consideraron que era seguro abandonar el escenario.
Pero había algo que Donald Trump debía hacer.
“¡Esperen, esperen, esperen!”, se escuchó al expresidente decir a sus agentes, quienes lo rodeaban en una burbuja protectora y lo ayudaban a ponerse de pie.
Trump, con el rostro manchado de sangre, sacó con fuerza su puño derecho entre la maraña de brazos de los agentes, y lo levantó cerrado en el aire.
“¡Luchen!”, gritó a la multitud y a las cámaras, y movió bruscamente el brazo tres veces en una señal de innegable desafío y certeza de que estaba bien. El gesto hizo que la multitud vitoreara y muchos se pusieran de pie.
“¡Tenemos que irnos, tenemos que irnos!”, gritó un agente.
El momento fue una ilustración extraordinaria de los crudos instintos políticos de Trump y de cuán profundamente consciente es de la imagen que proyecta: incluso durante un caos inimaginable, Trump se detuvo y emitió su mensaje, con el que creó fotografías y videos icónicos que seguramente se convertirán en una parte indeleble de la historia.
En una entrevista con el Washington Examiner, Trump dijo que cuando miró hacia arriba y vio que la multitud no se había ido, sintió que necesitaba ofrecer seguridad y proyectar fortaleza.
“La energía que provenía de la gente allí en ese momento; simplemente se quedaron allí. Es difícil describir cómo se sintió, pero sabía que el mundo estaba mirando, sabía que la historia juzgaría esto y sabía que tenía que hacerles saber que estamos bien”, informó.
Trump siempre ha prestado mucha atención a las imágenes, y es consciente de sus expresiones faciales, su vestimenta y los ángulos de cámara durante las entrevistas.
La fotografía policial que le tomaron en Atlanta —en la que miraba con furia a la cámara— quedó grabada inmediatamente en la memoria colectiva y estampada en camisetas, carteles y otros productos de campaña.
Durante su juicio criminal en Nueva York donde se le acusó de pagar a cambio de silenciar denuncias en su contra, Trump aparecía ante las cámaras con una expresión severa y enojada cuando los fotógrafos tenían acceso para documentar la historia durante un minuto cada día. Tan pronto como se iban, su expresión se relajaba.
Después de dar positivo a COVID-19 en 2020, Trump se negó a revelar cuán enfermo estaba realmente, según un libro de Mark Meadows, su exjefe de gabinete. Y tras su salida del Centro Médico Militar Nacional Walter Reed, donde recibió un tratamiento intenso, Trump protagonizó un dramático regreso a la Casa Blanca, salió del helicóptero Marine One y subió las escaleras del Pórtico Sur.
En el balcón, se quitó la mascarilla y levantó dos veces el pulgar hacia la aeronave que partía al atardecer, con banderas estadounidenses dispuestas detrás de él.
En su libro “Confidence Man” (Hombre de Confianza), Maggie Haberman, reportera del The New York Times, escribió que Trump había considerado una escena aún más teatral en la que “sería sacado del (hospital) Walter Reed en una silla de ruedas” y, una vez afuera, “se levantaría dramáticamente, luego se abriría su camisa de vestir para revelar” debajo otra con un “logo de Superman”.
Trump dijo en una publicación en las redes sociales el sábado por la noche que “supo inmediatamente que algo andaba mal” cuando “escuchó un zumbido, disparos e inmediatamente sintió la bala atravesando la piel”.
Una bala le atravesó la parte superior de la oreja derecha, dijo Trump más tarde.
Se agachó detrás de su atril mientras los agentes subían al escenario y se amontonaban sobre él.
En cuanto notificaron que ya no había peligro y que el tirador había sido abatido, se escuchó a Trump decir a sus agentes varias veces “déjenme coger mis zapatos” cuando intentaban llevarlo rápidamente a un lugar seguro.
Mientras lo conducían por el escenario, mantuvo el brazo en el aire y lo movió vigorosamente —tan violentamente que un agente pareció agacharse para evitar ser golpeado por su codo— antes de que lo ayudaran a bajar las escaleras.
La multitud estalló a coro: “¡USA! ¡USA! ¡USA!”.
Cuando subió a su camioneta, levantó una última vez el puño antes de que sus agentes cerraran la puerta a prueba de balas detrás de él.
A sus partidarios en la multitud, la respuesta de Trump les dio la certeza de que él no dará marcha atrás.
Jondavid Longo, alcalde de Slippery Rock, Pensilvania, quien estaba sentado en la primera fila cuando comenzaron los disparos, dijo que saltó para proteger a su esposa, se cercioró de que nadie en su vecindad inmediata tuviera un arma de fuego y luego gritó a los demás que se tiraran al suelo.
“Me estaba asegurando de que todos estuvieran bien y luego seguí mirando al presidente, por supuesto, porque acababa de ver que le dispararon al presidente”, refirió Longo. “Lo vi agarrarse la oreja, luego vi al Servicio Secreto abalanzarse sobre él. Vi que lo levantaban. Vi sangre en el lado derecho de su cabeza”.
Poco después, agregó, Trump “alzó el puño en el aire. Nos hizo saber que estaba bien y lo escoltaron. Fue simplemente increíble”.
Kristen Petrarca, de 60 años, dijo que es demócrata, pero apoya a Trump y quería experimentar uno de sus mítines. Ella y un grupo de amigos llegaron temprano y consiguieron asientos en las gradas detrás de Trump.
De repente, escuchó disparos: “Pop, pop, pop, pop”, dijo durante una entrevista por Zoom desde un hotel cercano horas después del ataque.
Vio cómo Trump se agarraba la oreja y a los agentes del Servicio Secreto subir apresuradamente al podio. Miró al expresidente levantar el puño en el aire mientras la sangre escurría de su oreja.
“No sentí que él tuviera miedo. Estaba enojado, estaba muy enojado”, dijo. “Él quería luchar y quería que nosotros lucháramos”.
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Los periodistas de The Associated Press, Stefanie Dazio, en Los Ángeles, y John Raby, en Charleston, Virginia Occidental, contribuyeron a este despacho.